Enrique Colmena
A bombo y platillo se ha publicado hace unos días que la recaudación del cine español durante 2012 ha sido la mejor de toda la historia de nuestra cinematografía. Decir eso y lanzar las campanas al vuelo ha sido todo uno. Y, la verdad, creo que deberíamos reflexionar un poco sobre esas cifras, y sobre todo sobre la realidad que hay detrás de esa apariencia, para que veamos que estamos muy lejos de atar perros con longanizas.
Veamos: la recaudación del cine español durante 2012 ha alcanzado, según las cifras manejadas en estos días, unos 106 millones de euros. Cifra importante, sin duda, si bien quedaría matizada si añadimos que ello se ha conseguido, teóricamente, con los 175 largometrajes que, según la página del Ministerio de Cultura, se han producido durante este año que ahora acaba, lo cual daría una media de recaudación por película de unos 606 mil euros. Pero es que resulta que una sola de esas películas,
Lo imposible, ha recaudado más de 40 millones de euros, por lo que un único filme se “come” el 38% de la recaudación, y los 174 restantes se quedarían con el 62%, con lo cual la media de ingresos por película se reduciría, en esos 174 títulos, a 380 mil euros. Aún más: si le sumamos a la cifra de
Lo imposible los resultados de los otros dos títulos más taquilleros del año,
Las aventuras de Tadeo Jones (sobre 18 millones de euros) y
Tengo ganas de ti (unos 12 millones de euros), resulta que entre esos tres filmes aúnan 70 millones de euros, o, lo que es lo mismo, un 66% del total recaudado; de esta forma, los 172 filmes restantes se quedarían con un exiguo 34% del total ingresado, y la media de recaudación de los mismos decrecería hasta los 209 mil euros.
Podríamos reducir aún más esa exigua media si incluimos los siguientes títulos en recaudación,
Ira de titanes (5,6 millones de euros),
Luces rojas (3 millones de euros) y
Grupo 7 (2,2 millones de euros), pero creo que ya está claro lo que queremos decir.
Tenemos un cine que consigue algunos títulos de relevante presencia en el mercado cinematográfico, como los mentados filmes (otros años han sido los
Torrente, o Almodóvar, o Amenábar), y después tenemos una larguísima lista de películas que resultan prácticamente inanes. Sugiero al lector darse una vuelta por este enlace,
http://www.mcu.es/bbddpeliculas, que es la página del Ministerio de Cultura donde están todas las producciones españolas de este año 2012, y verá con desolación el montón de títulos de una irrelevancia absoluta, que no han llegado a las pantallas ni, lo que es peor, tenían en muchos casos intención alguna de llegar. Entonces, ¿a qué estamos jugando? No vale escudarse en las cifras de dos
hits como han sido este año
Lo imposible y
Las aventuras de Tadeo Jones para ocultar las carencias de un cine que no termina de encontrar su brújula, últimamente desnortado en documentales varios, de incierto interés, o peliculillas cutres hechas con mucho más esfuerzo que talento. Pero, ¿dónde están las clases medias? ¿Dónde están esos filmes que recauden entre uno y cinco millones de euros, que den estabilidad a las cifras de recaudación nacional? Este año en esa franja sólo ha habido tres títulos, y de ellos, dos han sido coproducciones,
Luces rojas e
Ira de titanes, la segunda francamente minoritaria en cuanto a la participación española.
Estamos entonces ante una marea inabarcable de filmes sin horizonte, sin perspectiva, en los que prima la mirada al ombligo, cuando no a la faltriquera por la subvencioncita de turno. Así, desde luego, no haremos un cine español potente ni siquiera mediopensionista.
Miren, cuando en España hay recortes de todos los colores, el cine español tiene que darse cuenta de que ya no valen los antiguos presupuestos mastodónticos. Casos como el de
Sangre de Mayo, la elefantiásica producción de Nickel Odeon Dos (José Luis Garci, para entendernos), que costó 15 millones de euros y recaudó poco más de 700 mil euros, son para pensar. Con esos criterios, no hay forma humana de hacer del cine español una industria rentable.
En tiempos de crisis, lo único que no admite recortes es el talento. De hecho, es precisamente en situaciones de penuria cuando el cine, la cultura en general, ha dado históricamente muestras de mayor brío; recuérdese, por ejemplo, el llamativo caso de
Roma, città aperta, rodada por Roberto Rossellini en 1945, con la Segunda Guerra Mundial recién acabada, con poquísimos medios económicos e incluso utilizando rollos de celuloide en mal estado, a pesar de lo cual la película se mantiene como una de las obras maestras del cine de todos los tiempos; el propio Neorrealismo, movimiento en el que esta bellísima obra se insertaba sin saberlo, daría en años sucesivos filmes imperecederos como
Ladrón de bicicletas,
Umberto D,
Milagro en Milán,
Europa’51,
La terra trema,
Paisà… todas ellas realizadas en el contexto de una Italia devastada por la guerra y por la incuria del régimen mussoliniano.
Así que será mejor que no nos lo creamos y pensemos en qué hacer para que esas cifras, que superficialmente parecen tan buenas, realmente lo sean; está bien que haya
hits supermillonarios como
Lo imposible, que nos reconfortan porque confirman que hay una vía en la superproducción a la española (con expectativas razonables, no como en el disparate de la mentada
Sangre de Mayo), pero también ha de haber una amplia clase media sobre la que se sustente con firmeza una cinematografía.
Pie de foto: Mario Casas en
Tengo ganas de ti, uno de los éxitos de recaudación del año en España.