Enrique Colmena

Ha muerto Michel Piccoli a los noventa y cuatro años. Con él muere uno de los últimos grandes actores del cine clásico francés. Afortunadamente aún viven, cuando se escriben estas líneas, Jean-Louis Trintignant, Jean-Paul Belmondo, Alain Delon y Catherine Deneuve, todos ellos leyendas del cine galo, pero todos ellos también bastante más jóvenes que este gran intérprete que nunca fue galán, ni falta que le hizo.

Fue Piccoli un actor todoterreno, capaz de hacer cualquier papel: era un cómico excelente, de corte socarrón, aunque no hizo mucha comedia. Más cancha le dieron en el policíaco, donde estuvo a ambos lados de la ley, siendo mafioso, hampón, gánster, delincuente, pero también policía (corrupto o sin corromper...). Quizá donde más brilló fue en el drama: era un actor intenso, profundo, con esa rara capacidad que tienen los grandes para hacer parecer fácil lo que es tan difícil: la sencillez de la complejidad, podría haber sido una buena definición de su estilo.

Nació en París en 1925 en una familia de artistas, por lo que la vocación del joven Michel por el teatro fue de lo más natural. Tomó clases de interpretación en el legendario Cours Simon, donde se formó en las artes escénicas. Aunque siguió manteniendo relación con el teatro a lo largo de su vida, lo cierto es que Piccoli es famoso esencialmente por su dilatadísima obra en cine y televisión: la IMDb, la base de datos más grande del mundo, censa un total de 233 largometrajes, cortometrajes, series, miniseries, telefilms, en los que su nombre ha aparecido (e incluso “no” ha aparecido, en la figura que se conoce como “no acreditado”). En años, su obra actoral en cine y televisión se extiende a lo largo de siete decenios, desde 1945 a 2015; para centrar mejor su figura, glosaremos esa obra actoral a lo largo de cada uno de los decenios que van de una fecha a la otra.


1945-1954

En cine debuta a los veinte años, el mismo año en el que termina la Segunda Guerra Mundial. Fue en un film de Christian-Jaque, Sortilèges (1945), donde el jovencísimo Michel ni siquiera figuraba en los créditos. A lo largo de este decenio, el actor parisiense irá apareciendo en diversos films en los que ya tendrá al menos frase. Es este un tiempo de fogueo, de conocimiento del medio, en películas generalmente olvidables y olvidadas que sirven fundamentalmente para convertirlo en el actor seguro y solvente que comenzará a despuntar en el siguiente decenio.


1955-1965

La primera gran película en la que interviene Piccoli será French Cancan (1955), a las órdenes de uno de los grandes, Jean Renoir, que volvía tras su periplo USA, una deliciosa comedia en la que Michel ya se codeaba con estrellas como Jean Gabin y Édith Piaf. Ese mismo año rueda a las órdenes de otro cineasta de prestigio, René Clair, para quien hace Las maniobras del amor (1955), de corte romántico, también con estrellas como Gérard Philipe y Michèle Morgan. Al año siguiente se encuentra con Luis Buñuel, que será uno de los cineastas más influyentes en su carrera, para quien rueda La muerte en este jardín (1956), segundo film francés (aunque rodado en México) del aragonés, en el que interpreta a un cura, paradójicamente cuando Piccoli hace pública su postura atea... En Natalie (1957), de nuevo para Christian-Jaque, hará uno de sus primeros papeles de policía, rol que asumirá con frecuencia en su carrera.

No fue este decenio especialmente brillante en su carrera: Piccoli aún no es demasiado conocido, y se suceden los títulos no especialmente interesantes. Pero llega Jean-Pierre Melville y le llama para un papel secundario en su estupenda El confidente (1962), en el que Piccoli desarrolla un tipo de personaje pérfido que también compondrá, con variantes, con cierta frecuencia a lo largo de su carrera. Jean-Luc Godard, uno de los líderes de la Nouvelle Vague, quizá el más creativo de ellos, le llama para El desprecio (1963), una de las cumbres de su cine, en la que Piccoli tendrá un papel central, junto a Brigitte Bardot y Jack Palance. Al año siguiente se produce la segunda colaboración de Michel y Buñuel, Diario de una camarera (1964), sobre la novela de Mirbeau, que el aragónes, como siempre, llevó a su terreno, con Jeanne Moreau como estrella.

Piccoli es ya lo suficientemente conocido como para ser llamado por el cine internacional (al que, intermitentemente, volverá a lo largo de su carrera), haciendo films en el mercado anglosajón como Agentes dobles (1965) y Lady L (1965). Ese mismo año, y con más interés, rueda para Costa-Gavras Los raíles del crimen (1965), un thriller anterior al cine más político del director franco-heleno.


1966-1975

El decenio desde mediados de los sesenta a mediados de los setenta será uno de los más feraces en la carrera del actor parisiense. Así, estará en la fascinante Las criaturas (1966), de Agnès Varda, compartiendo protagonismo con Catherine Deneuve, con la que coincidirá con frecuencia; y también en la muy política La guerra ha terminado (1966), la película que Alain Resnais hizo sobre la Resistencia española al franquismo, con guion de Jorge Semprún. En un tono más comercial, será uno más del cosmopolita reparto de ¿Arde París? (1966), la superproducción de René Clément, donde las estrellas se amontonaban: Alain Delon, Glenn Ford, Jean-Paul Belmondo, Kirk Douglas, Simone Signoret, Yves Montand, Orson Welles, Jean-Louis Trintignant, Anthony Perkins... 1967 será un año excelente para Michel: estará (aunque con un personaje secundario) en el delicioso musical de Jacques Demy Las señoritas de Rochefort, en el poderoso thriller político de Costa-Gavras Sobra un hombre, y en una de las películas fundamentales de Luis Buñuel, Belle de jour, de nuevo con Deneuve.

Buñuel lo llama para La Vía Láctea (1969), uno de sus films más políticos, comprometidos y en buena medida surrealistas; Piccoli protagonizará ese mismo año Dillinger ha muerto (1969), una de las turbadoras películas de Marco Ferreri. Completando el póker de directores de ese año, Michel es llamado por Hitchcock para intervenir en su thriller de espías Topaz (1969). Confirmando su valía polifacética, estará en la dramedia romántica Las cosas de la vida (1970), de Claude Sautet, compartiendo cartel con Romy Schneider, y, con el mismo director, en la más dramática Max y los chatarreros (1971). Se pondrá de nuevo a las órdenes de Ferreri en Liza (1972), y a las de Yves Boisset en la potente El atentado (1972), dentro del interesante thriller político europeo de los setenta. Pero ese año es, sobre todo, el de su reencuentro con Buñuel, para el que hace El discreto encanto de la burguesía, con un reparto coral, en una de las comedias surrealistas más celebradas del cineasta de Calanda.

En 1973 Piccoli brillará de nuevo en varias películas, en personajes muy distintos: estará en La gran comilona, el mítico drama de Ferreri sobre el suicidio por hartazgo culinario, pero también en Relaciones sangrientas, thriller del Chabrol de su mejor época, que combina crimen, adulterio y denuncia política; su presencia en Themroc, la extrañísima comedia dadaísta de Claude Faraldo que parece una anticipación de la paleodieta, hizo viable un proyecto seguramente imposible sin él. En 1974 continuará trabajando para Ferreri en la sátira No tocar a la mujer blanca, pero también lo hará por primera vez para Berlanga en Tamaño natural, doloroso drama sobre el objeto del amor y el amor como objeto, para redondear el año con su última colaboración con Buñuel en El fantasma de la libertad, quizá su film más surrealista.

De sus títulos de 1975 los más relevantes serán Leonor, drama histórico-fantástico que rueda a las órdenes del hijo de Buñuel, Juan Luis, y Siete muertes por prescripción facultativa, historia un tanto confusa de Jacques Rouffio, muy crítica con el poder omnímodo de las fuerzas vivas en provincias.


1976-1985

Tras el esplendor del decenio anterior, este resulta por comparación bastante menos lucido, a pesar de lo cual Piccoli dará lustre a varios films relevantes a lo largo de estos diez años. Entre ellos estará una nueva colaboración con Ferreri en La última mujer (1976), con Ornella Muti y Gérard Depardieu, pero también se pondrá a las órdenes del emergente Bertrand Tavernier en Los inquilinos (1977). Con Marco Bellocchio, en su etapa más política, hará Salto en el vacío (1980), en el que Piccoli será un juez que se excede en sus competencias, y para Louis Malle, bajo pabellón norteamericano (en la etapa yanqui del director), hará el thriller gerontófilo Atlantic City (1980). Para Godard rodará su muy pictórica Pasión (1982), y estará también, en un rol secundario, en el drama con morboso triángulo Detrás de la puerta (1982), de Liliana Cavani. Con Jacques Demy reincidirá en el musical con Una habitación en la ciudad (1982), y con Bellocchio en su nuevo drama de compromiso político Los ojos, la boca (1982).


1986-1995

Este decenio se caracteriza por el hecho de que, aunque Piccoli sigue trabajando a destajo, las películas en las que intervino tuvieron una menor repercusión internacional, a pesar de lo cual será reseñable citar Mala sangre (1986), la tercera película de Leos Carax; estará también en la sátira Los negros también comen (1987), nueva colaboración con su amigo Ferreri. Para Louis Malle hace Milou en Mayo (1990), espléndido drama sobre la madurez del hombre, con el Mayo Francés al fondo; y para otro de los versos sueltos de la Nouvelle Vague, Jacques Rivette, hará La bella mentirosa (1991), sensible, delicado film sobre la creación artística y el ser humano.


1996-2005

El decenio se inaugura con la colaboración de Piccoli con el patriarca del cine portugués, Manoel de Oliveira, para el que hace Party (1996), con Irene Papas y la actriz fetiche del director, Leonor Silveira. Estará también en Las genealogías del crimen (1997), de ese francotirador quizá inevitablemente integrado que es Raoul Ruiz, de nuevo con Deneuve en el reparto. A finales de siglo estará en la última película de Berlanga, París Tombuctú (1999), y a principios de la centuria XXI se pone de nuevo a las órdenes de Manoel de Oliveira en la dramedia Vuelvo a casa (2001), otra vez con Deneuve, pero también con John Malkovich; con el director portugués reincidirá en Espelho mágico (2005), con un cuórum de actores oliveiranos: Leonor Silveira, Ricardo Trêpa, Luis Miguel Cintra, Diogo Dória.


2006-2015

El último decenio en la carrera actoral de Piccoli se caracteriza por una presencia más espaciada en las pantallas, mayormente por la avanzada edad del intérprete, a pesar de lo cual estará en títulos como Belle toujours (2006), de nuevo para De Oliveira, un admirado homenaje a Buñuel y Belle de jour. Para Rivette repite en su drama historicista La duquesa de Langeais (2007), aunque quizá su mejor personaje, el más entrañable y de alguna forma el definitivo, sea el de Santo Padre en Habemus Papam (2011), la comedia de Nanni Moretti que imagina a un nuevo Papa abrumado por el peso de la cátedra de San Pedro. Para Leos Carax, con el que ya había trabajado, hará un pequeño papel, lleno de bonhomía, en Holy Motors (2012), la extravagante tomadura de pelo de este cineasta ciertamente inclasificable.

Michel Piccoli, de la estirpe de los grandes: setenta años haciendo buen cine, dándonos personajes memorables. Fue maleable barro en las manos de cineastas de la talla de Buñuel, Renoir, Berlanga, Malle, Varda, Godard, Melville, Costa-Gavras, Resnais, Demy, Hitchcock, Chabrol, Ferreri, Tavernier, Bellocchio, Rivette, De Oliveira... Que la tierra te sea leve: gracias por tanto, gracias por todo.

Ilustración: Michel Piccoli, en una imagen de una de sus últimas películas, Habemus Papam (2011), de Nanni Moretti.