Enrique Colmena

El Sevilla Festival de Cine Europeo (SEFF en sus siglas en inglés: es que somos muy “modelnos”) ha tenido lugar del 4 al 11 de noviembre de este 2011 que afortunadamente empieza a dar ya las boqueadas; aunque el 2012 no se prevé precisamente mejor, ni mucho menos.

El caso es que el SEFF’11 ha podido realizarse, y quizá esa sea la mejor noticia. Porque la propia existencia del Festival se ha puesto en duda, a vueltas con la crisis económica española y europea y con otros certámenes que se han quedado por el camino precisamente por causa de la crisis, como ha sido el caso de la Mostra de Valencia.

El SEFF se ha podido celebrar, si bien con un apreciable recorte de fondos (la Junta de Andalucía retiró su subvención, y el Ayuntamiento la redujo apreciablemente), con lo que hemos asistido a un certamen anoréxico, adelgazado, puesto en marcha en poco más de dos meses, por lo que, ciertamente, no se podían pedir muchas peras al olmo.

No obstante, parece extraño que haya sido tan difícil encontrar una Sección Oficial a Concurso medianamente decente, y no la tan deslucida que hemos disfrutado (es un decir…), en la que sólo Shame, del británico Steve McQueen (nada que ver con el actor de La gran evasión), tenía auténtica altura de cine, y entre el resto se han podido ver algunos títulos experimentales interesantes, como The Mill and the Cross, del polaco Lech Majewski, o la histórica Si no nosotros, ¿quién?, de Andres Veiel, sobre el nacimiento de la banda terrorista alemana Baader-Meinhoff, o la muy divertida Holidays by the sea, del francés Pascal Rabaté, pero que ciertamente no era apropiada para una Sección Oficial.

El resto dejó bastante que desear; en algún caso, mucho que desear, como las lamentables Kënu y Las olas, ambas por cierto españolas, que ya es baldón que la representación nacional fuera tan endeble; también hispana es, ciertamente, Mercado de futuros, de Mercedes Álvarez, pero, falta de unidad temática, su interés distó mucho de su anterior y notable El cielo gira.

La nacionalidad invitada fue Rusia, pero la representación que se pudo ver no fue especialmente inspirada. Cabría citar a Elena y algún título más, pero en general se puede considerar una selección cortita con sifón, como decimos en mi tierra.

Nikita Mijalkov fue la estrella del certamen. Teniendo en cuenta que a Mijalkov lo conocen los cinéfilos (los que tienen más de treinta años, se entiende…), y aparte de ello solo lo conocen en su casa a la hora de comer, fue una estrella de más bien poco brillo. Pudo verse una reducida muestra de su cine, en la que lo más interesante, a fuer de inéditas en España, fueron las continuaciones de la saga iniciada hace ya diecisiete años con Quemado por el sol. También fue homenajeado el cineasta israelí Amos Gitai, que es aún menos conocido que Mijalkov, y del que se proyectó una muy limitada muestra de su larga filmografía.

En las secciones paralelas Selección EFA y Eurimages, que funcionan en el SEFF a modo de las secciones informativas en otros festivales, pudieron verse algunos filmes interesantes como Le Havre, del finés Aki Kaurismaki, Suicide Room, del polaco Jan Komasa, o Last Winter, del belga John Shank, que dieron una imagen muy diversa del continente europeo.

Hubo algunas otras propuestas de cierto interés, como la sección Historia(s) del Cine, que buscaba indagar en los orígenes del cinematógrafo, jugando con cierto lenguaje metalingüistico, si bien es verdad que su interés se limitaba a un escaso grupo de estudiosos del tema.

Poca cosa, la verdad, aunque es cierto que los menguados medios económicos y la escasa dotación económica no apoyaban mayores empeños. Pero aún así, se ha echado en falta una cierta capacidad de análisis para evitar que, por ejemplo, esa Sección Oficial fuera de auténtico saldo, a excepción de las mínimas y muy honrosas excepciones citadas.

Según parece hay nubarrones muy negros sobre la continuidad del SEFF para el próximo año. Los agoreros, que en este caso es posible, e incluso probable, que acierten, vienen a decir que un certamen como este es un dispendio en los tiempos actuales de acuciante crisis. Sin embargo, el público sigue respondiendo, si bien es cierto que en parte gracias a los muy bajos precios que se cobran a estudiantes y algo superiores al público en general. Si las cifras que se han manejado este año se confirman, estaríamos ante un evento que congrega en torno a setenta mil espectadores, una cifra como para pensarse seriamente cortarle la cabeza al certamen. La especialización del SEFF en cine europeo, además, se ha demostrado muy estimulante, y la diversidad temática y estética que se ha podido contemplar en las sucesivas ediciones es realmente una de sus mejores bazas.

Sería una pena que Sevilla volviera a perder su festival, como ya lo hizo en los años ochenta con el Festival Internacional de Cine de Sevilla (el anagrama entonces era FICS, cuando aún no sabíamos inglés…); si volviera a ocurrir, habría que pensar que la capital de Andalucía, en cuestión de festivales de cine, es como la helénica Penélope, tejiendo y destejiendo incesantemente su manto: ora tenemos festival, ora no lo tenemos, ora volvemos a tenerlo, y así sucesivamente. Y es que al final, como al principio de todo, siempre está Grecia…