Adam (2009)

A veces surge la sorpresa, sobre todo cuando el título es un simple nombre masculino, ya que poco dice de lo que va la película, como en este caso, hasta que se lee la sinopsis y se sabe que trata de una persona que padece el síndrome de Asperger, enfermedad que es una especie de autismo que provoca en quien lo sufre problemas para expresar sus emociones, interpretar gestos, sentimientos, pensamientos, que tiene dificultades para comunicarse y entender las normas de la sociedad.

Adam es ingeniero electrónico, aficionado a la astronomía, es metódico, sincero y trabaja en una empresa de juguetes. Su padre acaba de morir y vive solo en su piso. Al edificio llega una nueva vecina, Beth, escritora de libros infantiles que trabaja dando clases en una escuela de párvulos, acaba de tener un desengaño amoroso y se siente desgraciada. Beth va descubriendo el extraño comportamiento de Adam y entabla amistad con él, desembocando en una relación amorosa que resulta complicada debido a su padecimiento, pero encuentran refugio a su soledad el uno en el otro.

El comportamiento de Adam es desconcertante, ya que todo enamorado desea saber lo que su pareja siente, pero para él esto no es fácil y Beth lo entiende, lo comprende y lo ama, aunque su amor se manifieste en este caso de manera diferente. El guión expone la soledad de estos dos seres infelices por motivos muy distintos, pero en definitiva son dos personas tan reales como extraídos de la vida misma, con sus problemas, pero en ningún momento se cae en una fácil compasión hacia ellos, ni en el sentimentalismo, sino que se trata el tema con delicadeza, con grandeza de espíritu y comprensión, conquistando así el corazón del espectador.

Está bien desarrollada la evolución de la relación de la pareja, con algunas situaciones cómicas para relajar la tensión, y se enriquece con el problema del padre de ella, que nos va a conducir a un final nada previsible pero tan lógico como diferente, que hasta en eso es original esta agridulce comedia.

Parte del mérito es de la buena actuación de la pareja protagonista, Hugh Daney y Rose Byrne, bien llevados por Max Mayer, un director teatral, con experiencia en televisión, por cuya labor fue premiado en el Festival de Sundance.