CRITICALIA CLÁSICOS
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[El lector interesado en la figura de Roman Polanski puede consultar también los dos artículos titulados genéricamente Roman Polanski: una vida entre zozobras, pulsando en los siguientes enlaces: I y II]
Pero nos atreveríamos a decir (para empezar) que quizás los espectadores, en algunas secuencias, no tanto, porque a un señor tan famoso y de prestigiosa carrera como el polaco hay que exigirle mucho más. En realidad Roman -registrado al nacer como Rajmund Roman Thierry Polanski- nació en París en 1933, de padres emigrantes polacos y de ascendencia judía, y siempre tuvo una doble nacionalidad franco/polaca, que nunca cambió en su azarosa y nómada existencia. Vivió gran parte de su juventud en Cracovia, y al comienzo de la Segunda Guerra Mundial salió de allí huyendo de los nazis, y haciéndose pasar por hijo católico de una familia de acogida. Terminada la guerra, y todavía muy joven, empezó a interesarse por el cine, hasta que en 1962 (tras varios cortos) consigue rodar y estrenar El cuchillo en el agua, inteligente mezcla de intimismo y denuncia política, aspirante al Oscar de película de habla no inglesa.
Ese puntazo lo llevó ya a un primer plano y propició su participación en Las más famosas estafas del mundo, una cinta de episodios donde se codeó con Claude Chabrol, Jean-Luc Godard, Ugo Gregoretti o el veterano cineasta japonés Hiromichi Horikawa. Y empieza el vagabundeo de nuestro hombre que, pasando a Reino Unido, rueda ya en inglés, e inicia una colaboración con Gérard Brach, que será su coguionista en buena parte d ...
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ESTRENO EN NETFLIX
El cine (y, obviamente, la televisión...) de espías ha recorrido un largo camino desde el cine mudo, cuando comenzaron a hacerse producciones de esta temática, en torno sobre todo a la Primera Guerra Mundial y sus vísperas. Hitchcock, en su Inglaterra natal, rodó varios títulos inscribibles en el género, como las más bien ingenuas El hombre que sabía demasiado (versión 1934), 39 escalones o Alarma en el expreso. Quizá la puesta de largo del cine de espías como género serio acontecería con El tercer hombre, la versión de la novela de Graham Greene dirigida por Carol Reed, pero en la que la sombra de Orson Welles (y no solo por el “look” expresionista del film) era muy alargada... En tiempos más modernos, a partir de los años sesenta, se dieron dos fenómenos casi paralelos muy diferenciados: la popularísima saga de James Bond, iniciada con Agente 007 contra el Dr. No, muy fantasiosa y centrada sobre todo en las escenas de acción y los escarceos sexuales del prota, y las adaptaciones de las novelas de John le Carré, con films como El espía que surgió del frío o la miniserie Calderero, sastre, soldado, espía, mucho más realistas e incluso rebeldes ante unos sistemas políticos (capitalismo, pero también comunismo) que se reputaban injustos.
Con la Caída del Muro de Berlín y el consiguiente fin de la Guerra Fría, el cine de espías hubo de replantear sus historias, sus temáticas: entraron entonces temas de espionaje entre Oriente y Occidente, eje Norte/Sur, lucha antiyihadista, etcétera..
Pero, en realidad, desde aquellas primeras pelis sobre espionaje a las de ahora, no hay demasiadas diferencias en cuanto al tema: siempre hay alguien que espía, alguien que quiere impedir que se averigüen secretos de estado, y casi siempre algunos, de uno u otro bando, pierden la vida en el envite. Eso ocurre también en esta serie de 6 capítulos, Palomas negras, que sin embargo sí presenta algunas peculiaridades propias: la más evidente sería el hecho de que aquí la organización secreta en torno a la que gira la trama, la “Palomas negras” del título, no es un ente estatal, sino una sociedad privada, secreta, de alguna forma ilegal, ...
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Era la una y media larga de la madrugada cuando el caos se apoderó momentáneamente de la ceremonia de los 39 Premios Goya: Belén Rueda, junto a los representantes de la multipremiada Mar adentro (de la que se cumplían 20 años), abría el sobre para desvelar el galardón más esperado y apreciado, el Premio Goya a la Mejor Película; cuando abrió ese sobre ya se notó algo extraño: junto a la cartulina donde debía figurar el título de ese film ganador, apareció una cuartilla blanca. La actriz leyó en voz alta El 47, y automáticamente los miembros de la película de Marcel Barrena saltaron en sus asientos: era la guinda al pastel de la gala para ellos, el quinto premio; pero en esos momentos, y con cierta confusión en los tiros de cámara que retransmitían la ceremonia, escuchamos al comentarista de RTVE, Carlos del Amor, dubitativo (cosa poco habitual en este hombre, que lo lleva todo perfectamente preparado siempre...), diciendo en voz alta lo que los espectadores, en su casa, aún no entendían: por fin se aclaró la cosa, resulta que el máximo galardón de la gala era compartido “ex aequo” por El 47 y La infiltrada, en un caso ciertamente rarísimo, porque la Academia está compuesta por casi 2000 afiliados, y que se produzca un empate es muy complicado, al ser tantos los que tienen posibilidad de votar.
Pero el hecho es que se produjo ese “ex aequo” que obligó a que sobre el escenario del Palacio de Congresos y Exposiciones de Granada, donde se celebró la gala de los 39 Premios Goya, se apelotonaran algo así como cuarenta personas, entre premiados de cada una de las dos películas más los cinco entregadores de los “cabezones”, en una imagen ciertamente inusual.
Los 39 Premios Goya (el año que viene se supone que será una entrega especial, al alcanzar los laureles del cine español los cuarenta años de existencia), en cuanto a las películas galardonadas, lo cierto es que resultó bastante repartido, q ...
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