CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Movistar+.
Ya en 1933 un realizador todoterreno como Michael Curtiz llevó al cine un relato de Charles Belden bajo el título de Mystery of the Wax Museum, que tenía como protagonista femenina a una actriz rubia conocida entonces como "la reina del grito" (por sus seriales truculentos) y de nombre Fray Wray, que se haría famosa en esa misma fecha como la apurada protagonista de King Kong, en la primera y más apreciada cinta de las andanzas del gigantesco mono. Esa primera versión (y volvemos al museo) la produjo la Warner en un chapucero sistema que llamaron Technicolor Dos Colores, consistente en jugar sólo con el verde y el rojo para el cromatismo de la imagen. Y es curioso que -veinte años después- la misma historia volviese a las pantallas también de la mano de otro experimento técnico, el cine en 3-D, que en honor a la verdad tampoco ha convencido (con o sin gafas), a pesar de distintos intentos a lo largo de varias décadas.
Con un desarrollo argumental muy similar a la versión anterior, la dirección corrió a cargo de André de Toth, un correcto cineasta también inscrito en la larga lista de los nacidos en el antiguo Imperio Austrohúngaro que acabaron rodando películas en Hollywood, llegando a realizar una treintena de largometrajes, destacando con algunos westerns como Pacto de honor, con Kirk Douglas, o El honor del Capitán Lex< ...
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ESTRENO EN MOVISTAR+
Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981) es una de las más interesantes presencias surgidas en el audiovisual español en las últimas décadas. Sus películas han ido concitando un creciente interés: Que Dios nos perdone, El reino, Madre, As bestas..., al igual que sus series: Frágiles, Antidisturbios, Apagón... Por eso su nuevo proyecto como creador, esta ambiciosa miniserie de 10 capítulos, Los años nuevos, se esperaba con gran expectación. El resultado, desde el punto de vista externo a quien esto escribe, parece ser muy favorable: general consenso crítico positivo por parte de los mass media y altas calificaciones del público en las páginas de referencia (IMDb: 8,1; FilmAffinity: 7,8). Para la ocasión se ha rodeado de dos guionistas, Paula Fabra y Sara Cano, de currículos todavía escasos, quizá por aportar también la visión femenina a una historia en la que ese punto de vista era, obviamente, fundamental. Fabra y Cano aparecen, por tanto, como co-creadoras, en pie de igualdad con Sorogoyen, aunque nos parece que el que ha cortado el bacalao es mayormente el cineasta madrileño...
Lo diremos pronto: a nosotros no nos ha convencido; o al menos no nos ha convencido tanto como esperábamos y preveíamos, a la vista de los tan interesantes títulos ya citados que ya nos había dado Sorogoyen como director de films y series. Lo intentaremos explicar a lo largo de esta reseña.
La serie consta de 10 capítulos, cada uno de los cuales se ambienta en ese período peculiar que va desde el último día del año, con su Nochevieja, y el primero del año siguiente, el conocido generalmente como Año Nuevo, que es el que da título genérico al audiovisual. Esos Años Nuevos serán, en este caso, los que van desde 2016 a 2025. En el primero de ellos conocemos a Óscar, médico internista en Madrid, en lo que parece una riña de pareja en los servicios de una discoteca o bar de copas. Por otro lado, en el mismo lugar, conocemos a Ana, que atiende en la barra; los dos tienen o están a punto de cumplir 30 años, con un día de diferencia entre ellos, aunque no lo saben, porque no se conocen. Cuando lo hagan, habrá un clic entre ambos, y a lo largo de la noche veremos cómo se va produciendo un acercamiento que culminará, ya en el piso del chico, con un intenso polvazo...
El problema ...
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Ha muerto David Lynch, el director inclasificable, el admirador de Kubrick, Kafka, Kokoschka, Polanski (quizá tantas “kas” en esos apellidos ya preanunciaba su extraña obra...), entre otras influencias artísticas. Ha muerto como consecuencia de un enfisema pulmonar que le mantenía atado a una botella de oxígeno desde hacía años; como el mismo dijo, “fumar da placer, pero tiene un precio, y ese precio lo estoy pagando ahora”.
Su obra fue compleja y diversa, a la vez que mantuvo una admirable unidad de estilo de temas. También se fue complejizando con el tiempo, aunque empezó fuerte, muy fuerte, en una época, los años setenta, en la que rarezas como su primer film comercial (hecho con cuatro perras gordas, y a lo largo de varios años, con contribuciones de amigos y familiares), Cabeza borradora (1977), ya anunciaba a quien quisiera verlo que aquel chico de apenas treinta años venía con fuerza, y con una capacidad notable para provocar, para espantar, también, a ratos, para extasiar, con universos diferentes, con mundos que evocaban la mejor tradición del “grotesque” pasado por un filtro pictórico que podía incluir a Dalí, a El Bosco, a Goya, como también a su admirado Kokochska.
Con El hombre elefante (1980) dio un salto cualitativo importante, quizá no tanto en calidad (que también) como en inteligibilidad, biografiando la verdadera historia de John Merrick, el hombre elefante del título, un hombre aquejado desde su nacimiento en la Inglaterra victoriana del siglo XIX de una extraña enfermedad que le hizo vivir toda su vida en un cuerpo monstruosamente deforme, que producía aversión, pero cuyo corazón noble y generoso propiciaba en las almas puras, sin pretenderlo, ...
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