Pelicula:

CINE EN SALAS

Marc Forster (Illertissen, Alemania, 1969) es un cineasta germano criado en Suiza y emigrado en los noventa a Estados Unidos, donde se formó en la prestigiosa Universidad de Nueva York. Un poco a la manera de los directores del cine clásico norteamericano (aunque, desde luego, sin llegar a la altura de los grandes, ni mucho menos...), Forster ha hecho hasta ahora de todo, como en botica. El título que lo puso en el escaparate fue la muy interesante Monster’s ball (2001), un intenso melodrama sureño y antirracista que le valió un Oscar a Halle Berry. Después su carrera ha sido de lo más ecléctica, con títulos juveniles, como Descubriendo Nunca Jamás (2004), dentro del universo Peter Pan, o plenamente insertos en costeadas franquicias de acción como la de 007 en Quantum of Solace (2008), o el “blockbuster” apocalíptico de zombis Guerra Mundial Z (2013), y últimamente un remake, titulado El peor vecino del mundo (2022), con Tom Hanks, sobre una dramedia escandinava que tuvo cierta repercusión internacional en taquilla.

Como se ve, una filmografía de lo más variada, a la que se añade ahora esta “feel good” (ya saben, peli para sentirse bien, según la terminología impuesta por los anglosajones), Alas blancas (el título original, White bird, sería “Pájaro blanco”, pero aceptamos pulpo como animal de compañía...), que por cierto, rodada en 2021, ha sufrido un retraso de tres años en su estreno mundial, al parecer por los malos resultados obtenidos en algunos estrenos selectivos de prueba.

La historia parte de la novela White bird, original de la escritora colombiana-norteamericana R.J. Palacio, la autora de la serie novelística iniciada con Wonder, que ha alcanzado fama internacional, y que fue también llevada a la gran pantalla por Stephen Chbosky. Aquí la historia se ambienta inicialmente en nuestro tiempo, en Nueva York. Allí conocemos a Julian, un adolescente de 15 años que llega a su nuevo instituto. Toma contacto con dos chicos, una muchacha de etnia hindú, que le propone unirse a un grupo pro derechos humanos, y un muchacho, de clase alta, que le invita a entrar en su asociación elitista... De vuelta a su casa, se encuentra allí con su abuela francesa, que ha llegado a la ciudad para una retrospectiva de su obra (es una pintora de fama mundial); la anciana, llamada Sara, que sabe del conflictivo historial de su nieto, le cuenta su propia historia, cuando era niña y adolescente, en la Francia ocupada por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial; en flashback, conocemos entonces su infancia feliz con sus padres, pero también la creciente ola de antisemitismo que inundó su pueblo, hasta el punto de que los nazis fueron a por ella al colegio, donde la intervención de un chico de su clase, Julien, con una discapacidad por sufrir polio, será determinante para salvarle la vida, aunque tuvo que quedarse a vivir en el granero de la casa familiar del chico, para evitar ser capturada...

Tiene Alas blancas las buenas intenciones de este tipo de narraciones que se inscriben en el tiempo infecto en el que el mundo (o parte del mundo) se volvió loco, y acabamos como acabamos (ahora no es que estemos mucho mejor, es cierto, con un mundo convulso que no sabe a dónde va...). Las historias sobre el Holocausto (aunque en este caso sea tangencial) siempre tienen ya el campo abonado, aunque por supuesto haya gente con menos seso que un mosquito que, por razones ideológicas, o simplemente porque tienen serrín donde suele haber un cerebro, niegan que existiera aquella barbaridad que nos hace dudar sobre si la Humanidad tiene sentido que siga existiendo. Alas blancas utiliza el tema para, sobre todo, contarnos una bonita historia de amistad, finalmente de amor, entre dos adolescentes “diferentes”: ella, por ser judía, en un tiempo y un lugar en el que pertenecer a la estirpe de Moisés era un pasaporte seguro al más allá, generalmente de forma traumática; él, por su discapacidad, lo que le hacía ser, a ojos de los supremacistas y eugenistas, un ser manifiestamente eliminable para seguir “perfeccionando” la raza aria.

La relación entre ambos se conforma entonces como el meollo de la historia, de final evidentemente trágico, pero dejando como moraleja final (ya en el Nueva York de nuestros días) una actitud por parte del díscolo nieto de Sara bastante distinta a la que hasta entonces había mantenido (no es “spoiler”: se ve venir a la legua, y además es lo lógico en este tipo de productos “feel good”).

Pero, la verdad, nos parece que el director, Marc Forster, no se ha implicado demasiado en la película; su puesta en escena es correcta pero tampoco da la impresión de que se haya esforzado mucho... Es cierto que algunas escenas, como la de los imaginarios viajes que hacen, desde el granero, los dos adolescentes, dentro del desvencijado coche, por muchas ciudades del mundo, como París, tienen ese toque mágico que gusta mucho, la imaginación como fórmula para escapar de prisiones o lugares cerrados de los que no se puede (en este caso, no se debe...) salir. Y, por supuesto, la película cumple perfectamente su objetivo de que el espectador se sienta mejor persona, asistiendo primero a la abnegada entrega del chico para defender a su amada (aunque ella no sabrá de ese amor hasta mucho tiempo después), y después al efecto que una historia de ese calibre surtirá en una cabeza no precisamente poblada de buenos sentimientos, como la del nieto (reo de “bullying”) de la “grand-mère”, como llama el adolescente neoyorquino a su abuela francesa.

Film apreciable, entonces, aunque no especialmente distinguido, permite un rato de sufrimiento agradecido (que es a lo que licitamente aspiran los “feel good”, por supuesto), y el público se siente un poco mejor persona. ¿Qué más se puede pedir? Hombre, quizá un poco más de fuerza en la narración y un poco menos de metraje: como casi todo el cine de hoy día que se reputa “importante” (lo que quiera que sea eso...), la peli se alarga hasta las dos horas de duración, cuando si hubiera salido de la sala de montaje con quince minutos menos, todos se lo agradeceríamos...

Ni que decir tiene que la peli es, sobre todo, la presencia (aunque no demasiado extensa en tiempo en pantalla) de la gran Helen Mirren, siempre grande en cualquier personaje, y que aquí borda el de la abuela que, contando su historia adolescente, hará reflexionar al botarate de su nieto, bastante más cerca del acosador que del acosado. Del resto, además de la siempre eficiente Gillian Anderson (tan lejos ya de la serie que la hizo popular, Expediente X), nos quedamos con la pareja protagonista en la edad adolescente, los muy jóvenes Orlando Schwerdt y Ariella Glaser, que funcionan muy bien en sus respectivos papeles. Correcta la fotografía de Matthias Koenigswieser, habitual operador en las últimas películas de Forster, y música en exceso edulcorada y tópica de Thomas Newman y Mark Siegel.


(10-10-2024)


 


Dirigida por

Género

Nacionalidad

Duración

121'

Año de producción

Trailer

Alas blancas - by , Oct 10, 2024
2 / 5 stars
Sentirse un poco mejor persona