Serie: Anatomía de un instante

Nota para los lectores con menos de 50 años: el 23 de febrero de 1981 un golpe de estado, orquestado, entre otros, por el general Milans del Bosch (capitán general de Valencia), el teniente coronel Tejero, y el general Armada (que había sido mentor del rey Juan Carlos), puso en jaque a la joven democracia española, tan trabajosamente conseguida unos años antes, tras la muerte de Franco el 20 de Noviembre de 1975, la subida al trono de Juan Carlos de Borbón el 22 de Noviembre de ese año, la llegada a la presidencia del gobierno, el 5 de julio de 1976, del hasta entonces Secretario General del Movimiento, Adolfo Suárez, y las primeras elecciones democráticas, el 15 de junio de 1977.

Aquel fallido golpe de estado supuso muchas cosas, pero quizá la mejor de ellas fue la vacunación para (esperemos…) décadas, para que los entonces todavía recios militares franquistas se dieran cuenta de hasta qué punto aquello fue no solo una payasada inútil, sino sobre todo una traición a la patria que tanto habían jurado defender. 

Sobre ese hecho histórico, que está también, y muy principalmente, entre las fechas señeras de la democracia nacida sobre todo de la Constitución que el pueblo español votó mayoritariamente el 6 de Diciembre de 1978, se han hecho varios audiovisuales; el primero se grabó aquel mismo día, el 23-F (acrónimo con el que se conocerá para siempre aquella jornada), con las cintas de vídeo que TVE pudo grabar a duras penas en la retransmisión del pleno para elegir a Leopoldo Calvo-Sotelo nuevo presidente del gobierno; sobre aquellas imágenes se ha construido no solo todo el imaginario relativo al golpe, sino también todos los audiovisuales que se han hecho después sobre la fallida asonada, como la miniserie dirigida por Silvia Quer, 23-F: El día más difícil del Rey (2009), o el largometraje 23-F: La película, de Chema de la Peña. 

Javier Cercas, el escritor catalán nacido en Extremadura, publicó en 2009 la novela Anatomía de un instante, que diseccionaba aquel día, centrándose en un momento concreto, el momento en el que Tejero, y con él varios guardias asaltantes, comenzaron a disparar al aire dentro del Congreso, momento en el que todos los ministros y diputados presentes, menos tres, se arrojaron al suelo, buscando la precaria defensa de los escaños que tenían delante. Los tres que no se tiraron al suelo, como es legendario, fueron el presidente saliente, Adolfo Suárez, el vicepresidente Manuel Gutiérrez Mellado, y el secretario general del PCE, Santiago Carrillo. Aparentemente sobre las motivaciones de ese bizarro gesto, pero en realidad sobre la génesis misma del golpe y cómo se paró, trataba esa novela, y ahora también esta miniserie de 4 capítulos que ha dirigido Alberto Rodríguez en 3 episodios y Paco Baños en el cuarto, con guion de Rodríguez, su habitual cómplice en esos temas, Rafael Cobos, y el también guionista Fran Araujo.

El resultado es muy solvente, una serie compacta, seria, muy bien hecha; aunque Rodríguez reconoció que había sido un encargo de Movistar+, lo cierto es que en ningún momento lo parece, sino un empeño propio del talentoso cineasta sevillano, que tiene ya una obra audiovisual ciertamente envidiable, con títulos tan interesantes como La isla mínima, El hombre de las mil caras, Modelo 77 o la serie La peste.  

Cada uno de los 3 primeros capítulos está centrado en los que Cercas, y Rodríguez y sus coguionistas, describen como traidores, unos traidores que gracias a que lo fueron se consiguió la democracia en España. El primero se titula “Un falangista de provincias”, y se centra en la fascinante figura de Adolfo Suárez, un ambicioso político abulense que, gracias a su capacidad para medrar (y no es peyorativo: en política, sin esa capacidad, no se llega a nada…), y al padrinazgo de uno de los hombres fuertes del Movimiento, Fernando Herrero Tejedor (sobre el que nada se dice en la miniserie…), consiguió auparse hasta la presidencia del gobierno, cultivando amistades como la del entonces Príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, y situándose estratégicamente al frente del Movimiento Nacional, el partido único que se inventó Franco para tener algún tipo de soporte ideológico en lo que era, en realidad, un puro (el autocorrector me ha puesto “puto”, no sé por qué…) régimen totalitario, una dictadura personalista en la que se hacía “lo que diga el Caudillo”. La traición de Suárez a ese régimen abyecto propició la llegada de la democracia, como veremos que ocurriría, en un sentido muy distinto, en el segundo capítulo, el dedicado a Carrillo, titulado “Un revolucionario frente al golpe”, quien tuvo que traicionar algunos principios esenciales de su partido (bandera, forma del estado) para contribuir decisivamente a la construcción de esa democracia. Y en el tercero, el dedicado a Gutiérrez Mellado, titulado “Un golpista frente al golpe”, veremos cómo la traición de este militar, que durante la Guerra Civil (con el nombre clave “Gurrimichi”, lo que no se cita en la serie), ejerció como espía para el bando de los sublevados de Franco, fue determinante para que el Ejército aceptara, a regañadientes, la llegada de la democracia parlamentaria y liberal de la que tanto había abjurado el régimen.

Tres (benditas) traiciones, pues, que consiguieron lo impensable, que los españoles no volviéramos a dirimir nuestras diferencias a garrotazo limpio, como en el cuadro de Goya… El cuarto capítulo, “Todos los golpes del golpe”, está dedicado al juicio que tuvo lugar contra los acusados de perpetrar el cuartelazo, Milans, Tejero y Armada, aunque también otras personas, algunos oficiales de la Guardia Civil que atacaron el Congreso, y un único civil (Juan García Carrés, que aparece en alguna escena en la miniserie).

Anatomía de un instante es, a nuestro juicio, una brillante (y amena) lección de Historia, en la que los personajes no son de cartón piedra, sino que tienen vida, alma, sentimientos, miedos, convicciones; convicciones a las que tuvieron que renunciar por un bien mayor, el de la convivencia entre españoles después de 40 años de horror dictatorial. Ese instante, el del título, en el que los tres se supieron muertos, cuando los disparos que agujerearon el techo del Congreso les revelaron, a Suárez, a Gutiérrez Mellado, a Carrillo, que ya eran cadáveres ambulantes: Suárez, por haber traicionado los principios del Movimiento; Mellado, por haber traicionado al Ejército de Franco; Carrillo, porque era el más odiado entre los odiados por el franquismo y, en especial, por los militares franquistas.

La miniserie recrea con escrupulosa meticulosidad aquel tiempo ochentero, en todos los aspectos: escenarios, atrezo, vehículos, vestuario… también los usos y costumbres de la época, como ese fumar como carreteros de todo el mundo, incluso en el Congreso. 

Veremos también algunos momentos esenciales de aquella labor de orfebrería que fue la Transición; una labor que también tuvo momentos durísimos, como los atentados contra militares, guardias civiles y policías que, un día sí y otro también, perpetraba ETA en esos años, con esos funerales en los que tanto Suárez como Gutiérrez Mellado tuvieron que hacer frente (en el caso del general, incluso físicamente) a los que, enardecidos por la congoja, los trataron de traidores. Pero también habrá momentos para la filigrana, como esa “octava Ley Fundamental del Movimiento” (que daba la opción de cargarse las siete anteriores…) que creó Torcuato Fernández Miranda para cumplir lo que le dijo al rey: “hay que ir de la ley a la ley”, para que la arquitectura jurídica del estado no se resintiera y pudiera ser impugnada. Aquella ley que salió adelante por amplia mayoría (en un harakiri de las Cortes franquistas que nadie hubiera imaginado) gracias a la labor de tahúr del Misisipi (Alfonso Guerra dixit…) que ejerció Suárez para convencer a los procuradores para que la votaran afirmativamente. Porque, efectivamente, Suárez fue un encantador de serpientes, pero también un presidente al que su vicepresidente Abril Martorell, en una escena, cuando las cosas ya se ponían feas, le dijo “acabaste con la dictadura porque sabías moverte dentro, pero no sabes hacerlo en una democracia”. 

Muy curiosa también la intrahistoria del primer encuentro, aún en la clandestinidad, del presidente Suárez y Carrillo, en un juego de inteligencias en el que ambos se concedieron el beneficio del respeto al adversario y supieron jugar las cartas para que, contra toda esperanza, aquel delicado encaje de bolillos del paso de la dictadura a la democracia no embarrancase; como podría haber ocurrido, por ejemplo, cuando un grupo de extrema derecha asesinó alevosamente a cinco abogados laboralistas en la calle Atocha, lo que, sin embargo, y a la postre, supuso la prueba de fuego para que los comunistas, en un impresionante funeral multitudinario, pacífico y en silencio, confirmaran que, en contra de lo que decían los franquistas, los rojos no tenían cuernos ni rabo… 

Con una filmación elegante, en una bien contada historia sobre lo que ocurrió durante aquel golpe, cómo se gestó, y cómo, involuntariamente, cada uno de los tres protagonistas encendió la mecha de la asonada, Anatomía de un instante no sería el magnífico audiovisual, sereno y a la vez vibrante que es, si no fuera por una interpretación notabilísima de todos los actores, tanto protagonistas como secundarios. Alberto Rodríguez es muy buen director de actores, y aquí de nuevo lo demuestra sacando petróleo de Álvaro Morte, de quien nadie imaginaba, por su fisonomía, que pudiera ser el mejor Adolfo Suárez ficticio que hemos visto en una pantalla, quizá no tanto físicamente como en gestos, actitud, etcétera. También Manolo Solo, como el general Gutiérrez Mellado, está extraordinario, un hombre menudo pero con unos arrestos enormes. Eduard Fernández, como Carrillo, está, como decimos en mi tierra, “sembrado”, con ese talante tranquilo del viejo líder comunista, que se vio abocado a desdecirse de parte de sus ideales para conseguir la cuadratura del círculo, la convivencia pacífica de los españoles. Pero es que el resto también está muy bien, como Óscar de la Fuente haciendo un Milans que, literalmente, da miedo, o un David Lorente dando vida a un Tejero chulesco y garbancero.

(29/11/2025)


Anatomía de un instante - by , Nov 29, 2025
4 / 5 stars
Una brillante (y amena) lección de Historia