Serie: El eternauta

ESTRENO EN NETFLIX

Héctor Germán Oesterheld fue un famoso historietista argentino, muy popular en su país y en Latinoamérica durante las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta, siendo secuestrado en 1977 por los militares del golpe de estado de 1976 que llevó al poder al general Videla (sustituido después, sucesivamente, por los generales Viola y Galtieri). Además de Oesterheld, sus cuatro hijas (dos de ellas embarazadas) fueron secuestradas y asesinadas, así como tres de sus yernos. H.G.O, como era también conocido, fue autor, entre otras muchas obras, de la historieta El eternauta, que publicó en varias partes desde finales de los años cincuenta hasta poco antes de ser secuestrado y (con toda seguridad) asesinado por los milicos.

Sobre esa historieta, Netflix (a través de la productora argentina K & S Films, responsables de films tan interesantes como Relatos salvajes y El clan) ha preparado una serie con una primera temporada de 6 capítulos (hay una segunda temporada ya en producción), contando con Bruno Stagnaro como creador, un cineasta que en los últimos tiempos se ha volcado mayormente con las series televisivas, siendo un realizador solvente y capaz, como lo demuestra en esta interesante adaptación del texto canónico de Oesterheld. La acción se desarrolla en un tiempo indeterminado (que puede ser el presente) en Buenos Aires. Conocemos a un grupo de amigos, ya sesentones, que se reúnen periódicamente en casa de uno de ellos. Entre ellos está Juan Salvo, que será el protagonista de la serie (aunque hay un cierto protagonismo compartido, como en la historieta), además de sus amigos de siempre, Tano, Polski y Lucas. De repente, la luz se va, y empieza a nevar; dentro de la casa, observan que en la calle la gente cae al suelo como muerta; al ver a unos vecinos asomarse a la ventana y, al recibir el impacto de los copos, caer inánimes, se dan cuenta de que la nevada tiene efectos letales, aunque desconocen por qué. Pero uno de ellos, Polski, decide salir en busca de su esposa, y muere a los pocos pasos en el exterior. Juan quiere ir en busca de su hija y su exesposa, para lo que idean fabricar un traje impermeable, con escafandra, para que pueda salir sin riesgo para su vida. De esta forma Juan sale al exterior, sin saber qué le espera allá afuera…

Aunque con algunas diferencias con el original de Oesterheld (con dibujos, en aquellas primeras historietas de finales de los cincuenta, de Francisco Solano López), lo cierto es que la serie de Netflix es bastante respetuosa con el original, y tampoco se pierde (aunque aquí queda un tanto en sordina, tantos años después) la sutil crítica política que era consustancial a la historieta, una crítica a veces velada, otras no tanto, a los continuos golpes de estado que, tras deponer al general Perón de la presidencia del país en 1955, se convirtieron en el pan nuestro de cada día en la República Argentina. 

Lo mejor de la temporada, a nuestro juicio, estaría en los primeros capítulos, cuando se plantea esta situación apocalíptica de la nieve que mata cuanto toca, y también de esa impresión (que cobra carácter de certeza) de que el ser humano civilizado, cuando vienen mal dadas, tiende a salvar su pellejo y el de los suyos y le importa una higa el de los demás. Estamos entonces, entre otras cosas, ante una reflexión sobre como cuando todo se pone difícil, aparece avasallador el instinto de supervivencia de cualquier animal, como los humanos, aunque a veces parezcamos incluso ser animales racionales... Gusta el brillante diseño de producción, esa ambientación del apocalipsis con esas calles desiertas, los coches abandonados de cualquier manera, los muertos en el acto casi alfombrando el asfalto, todo bajo una nevada inmisericorde, con un cielo plomizo en el que parece que nunca más va a lucir el sol. Gustan las escenas de tensión que Stagnaro propone, y los microcosmos que esa situación apocalíptica va generando, como el edificio donde vive la ex de Juan Salvo, donde se forma (el miedo, qué malo es) una especie de dictadura (de nuevo las parábolas políticas…) para intentar poner orden en el caos (y, ya como de paso, instaurar el “ordeno y mando”…). Gustan las escenas de gran intensidad y tensión, de las que cada capítulo suele tener una al menos, y que, por supuesto, son lógicas y lícitas en una producción de gran presupuesto como ésta, destinada a públicos medios. 

Pero hay también un aliento humanista en la serie que, ciertamente, la redime de una cierta elementalidad que parece ir a más conforme avanzan los capítulos y las incertidumbres empiezan a ser despejadas para revelar a unos villanos que (sin desvelarlos, para no hacer “spoilers”) son más bien tópicos, no estando a la altura de los capítulos iniciales, en los que la falta de información de los protagonistas (y de nosotros los espectadores) permitían escenarios argumentales muy abiertos.

Y es que lo peor del ser humano aparece en estas circunstancias extremas, cuando la confianza en el prójimo se pierde, también cuando el pícaro, el malandrín que la especie humana lleva dentro, aflora con todas las consecuencias; pero también aparece lo mejor, la capacidad del hombre y la mujer para sacrificarse por el otro, incluso sin que medie vínculo de sangre, amor o amistad entre ellos. 

Estamos entonces ante una serie que nos pone ante un espejo y se cuestiona la fragilidad de la civilización, esa que damos por descontada, pero que en realidad es tan vulnerable; en ese sentido, la serie enlaza con audiovisuales que plantean una situación apocalíptica no demasiado lejana (aunque con causas muy distintas), como la serie francesa El colapso o la española Apagón. Puestos a buscar reflejos cultistas, podría hablarse también de una cierta inspiración en La Anábasis de Jenofonte, cuando el grupo protagonista tenga que adentrarse osadamente en territorio enemigo para llegar a su objetivo.

Por supuesto, la línea argumental original recuerda mucho (solo el buen cinéfilo, que conoce la peli, nos perdonará el “spoiler”) el film de Donald Siegel La invasión de los ladrones de cuerpos (que ha conocido varios “remakes”, de decreciente interés), y la serie por supuesto la adopta sin ambages, con un alarde de ambientación mixta entre decorados y efectos digitales para reproducir este apocalipsis porteño. Pero también Stagnaro y sus guionistas, con buen criterio, incluyen como novedad algunos de los traumas recientes colectivos argentinos, como la guerra de las Malvinas, haciendo que Juan Salvo padezca intermitentemente de estrés postraumático tras participar en aquella conflagración cuando era joven, lo que refresca la serie y resulta ser una interesante aportación temática.  

Aunque hay algunos giros de guión poco fundamentados, y algunos que se presentan como muy importantes (como el mensaje de resistencia a la nación) después se quedan en nada, como el MacGuffin que en el fondo es, la serie mantiene bien su credibilidad (dentro de lo increíble de la propuesta, claro está...), y aunque un tanto al fondo queda una denuncia de las dictaduras, que acaban con las libertades individuales y colectivas, aunque aquí (y en la historieta original) se vistan con ropajes extraterrestres. 

Aunque la mayor parte de los personajes no están demasiado desarrollados, salvo el de Juan Salvo (estupendo Ricardo Darín, como siempre), debe entenderse más dentro de ese planteamiento de protagonismo compartido que ya estaba en el original de H.G.O.

(25-10-2025)


El eternauta - by , Oct 25, 2025
3 / 5 stars
Nieve que mata