Pelicula:

Teníamos todos tantas ganas de que nos gustara la que puede ser (si Scorsese finalmente deja de dirigir, como ha sugerido) la última película del gran Marty, que muchos se han lanzado a llamar obra maestra a esta Los asesinos de la luna, calificación que nos parece exagerada. No es que la nueva obra scorsesiana sea una mala película, que no lo es en absoluto, pero desde luego no nos parece que tenga la altura de Taxi Driver, Toro salvaje, Uno de los nuestrosLa edad de la inocencia o El irlandés, que reputamos la pentalogía de sus grandes obras, por las que tiene un lugar privilegiado en el figurado Olimpo de los dioses cinematográficos (aparte de otras pelis también notables, desde luego, entre ellas ésta...).


La película se basa en el libro de no ficción Killers of the Flower Moon: The Osage Murders and the Birth of the FBI, original del periodista de investigación David Grann, publicado por Doubleday en 2017, que relataba meticulosamente una de esas horribles páginas de la Historia por las que un país debería sentir vergüenza perpetua, la matanza, uno a uno, sin mayores responsabilidades penales durante años, de al menos una veintena de indios Osage, una comunidad aborigen establecida en Oklahoma, a la que el descubrimiento de petróleo en sus tierras cubrió de dinero, pero también de envidia, resentimiento e inquina por parte de algunos (muchos, me temo...) de sus convecinos blancos. En ese contexto, a principios de los años veinte del siglo ídem, conocemos a Ernest Burkhart, un hombre que ha vuelto a su pueblo, en la zona mayoritariamente propiedad de esta nación india, en el llamado precisamente condado de Osage, tras servir en la Gran Guerra (después conocida como Primera Guerra Mundial), aunque fuera de cocinero en la retaguardia... allí es tomado bajo la protección de su tío, el terrateniente, ganadero y político William King Hale, supuestamente un filántropo para la comunidad india, aunque realmente siempre maquinó en su contra, por métodos legales o ilegales, pero siempre aparentando con éxito estar de su lado. Ernest, un débil mental, es manipulado con facilidad por su tío, hombre de palabras persuasivas y gran capacidad para la doblez, quien le hace ver que si se casa con la aborigen Mollie podrá tener acceso en el futuro a su legado, siendo ella, sus hermanas y su madre propietarias de extensas tierras ricas en hidrocarburos. Las hermanas van muriendo poco a poco, algunas por enfermedades que parecen inherentes a su raza, pero también por asesinatos inexplicados e inexplicables...


Es cierto que Los asesinos de la luna (la “flor” del título original se ha quedado por el camino en el español...) es una película de empaque, en la que todo es de primerísima clase: empezando por la puesta en escena, a cuyos mandos está uno de los cineastas más influyentes e importantes del último medio siglo, en Estados Unidos y en todo el mundo, el gran Martin Scorsese, probablemente el más estiloso de los directores vivos; sin entrar en los intérpretes, a los que nos referiremos luego, habrá que hacerse lenguas de la exquisita banda sonora del recientemente fallecido Robbie Robertson, en la que un casi inaudible pero constante latido recuerda lo cerca que estaban los indios Osage de parárseles el corazón, por vías naturales o, más habitualmente, por instigación de sus ¿prójimos? blancos; qué decir entonces de la lujuriante fotografía del mexicano Rodrigo Prieto, su operador habitual desde hace un decenio; o del montaje preciso y precioso de la tres veces oscarizada Thelma Schoonmaker, también su montadora de cabecera desde, al menos, Toro salvaje, hace más de cuatro décadas; ello por no hablar del coguionista (junto al propio Marty), Eric Roth, entre cuyos créditos están los libretos cinematográficos de films tan reconocidos como Forrest Gump, El curioso caso de Benjamin Button o la reciente Dune


Los mimbres eran, y son, excelentes, pero nos parece que el problema mayor de Los asesinos de la luna, el problema que hace que no podamos considerarla (es nuestra opinión, tan buena o tan mala como cualquier otra...) como una obra maestra, radica mayormente en la primera parte del film, en la que se nos narran las vicisitudes de este Ernest Burkhart en torno al que pivota toda la historia, este pobre de espíritu, tan fácilmente manipulable por la mente retorcida de su carismático tío. Toda esa primera parte, en la que se van produciendo, poco a poco, los casos en los que los indios (mayormente “las indias”...) van muriendo por causas poco explicables, se alarga hasta alrededor de las dos horas, un tiempo a todas luces exagerado para que nos enteremos de que los blancos del lugar sienten en su inmensa mayoría un desprecio sin límites hacia los pieles rojas, envidiando su suerte al ser propietarios de terrenos ricos en petróleo, y de que Ernest es un pánfilo al que su tío mangonea a placer, induciéndole sibilinamente a cortejar a Mollie para hacerla su esposa y, con ello, ser el futuro heredero en el bastante probable caso de que la esposa fallezca, bien por sus propios medios, bien echándole una manita para ello... 


Pero dos horas dándole vueltas a lo mismo no es precisamente la carta de presentación de una obra maestra, y no es cuestión de tempo, como ha sugerido Scorsese: las grandes películas de la Historia del Cine no lo han sido nunca por su duración; las películas han de durar lo que corresponde, ni más ni menos, y nos parece que a la que quizá sea la obra testamentaria de Scorsese le sobran bastantes minutos de esa primera parte, en la que se van sucediendo los crímenes que, finalmente, serán investigados por una peculiar cuadrilla de agentes del FBI, en un tercio final que, este sí, nos parece excelente, sintético y muy bien llevado por el cineasta neoyorquino. El epílogo final, con un programa radiofónico que supuestamente habría puesto en escena aquella salvajada que fue el exterminio de varias decenas de indios Osage para hacerse con sus propiedades, nos parece también un rasgo genial, uno de esos golpes de ingenio que han hecho de Scorsese uno de los nombres fundamentales del cine de todas las épocas. Su propia aparición en ese epílogo confiere al film, efectivamente, la sensación de ser la última vez que veremos “un Scorsese” (como se ve “un Picasso”, “un Van Gogh” o “un Mondrian”), pero no seríamos honestos con nosotros mismos si dijéramos que es la obra maestra que, a nuestro juicio, no es.


Valoramos, cómo no, la contundente denuncia del veterano director y productor, dando a conocer una de esas barbaridades que el ser humano es capaz de cometer contra sus supuestos semejantes, y en concreto el tipo de ser humano habitualmente conocido como WASP (blanco, anglosajón, protestante; aunque en este caso Ernest y su tío fueran católicos...) contra los que tenían otro color de piel, otras costumbres, otra forma de vivir. Valoramos la bien narrada historia, sin baches aparentes, por más que esas dos primeras horas estén pidiendo a gritos una poda en forma de montaje más sintético. Y valoramos, por supuesto, la espléndida composición de los dos monstruos de la interpretación que encabezan el reparto: Leo DiCaprio encarna uno de los personajes más interesantes de su carrera, este Ernest que era un tipo lento de mollera, fácilmente pastoreable por cualquiera con capacidad para ello, un hombre que, con toda probabilidad, quería realmente a su esposa india, pero al que su escasa capacidad para pensar por sí mismo y tomar sus propias decisiones le hicieron actuar de forma aberrante con ella: y De Niro está sembrado como Bill King Hale, el supuesto patriarca bonancible con la comunidad india, que le adora, aunque realmente el individuo fuera veneno para los Osage, un tipo codicioso que ansiaba cuanto tenían sus supuestos protegidos, y que se valió de su pico de oro y de una extensa red de relaciones e influencias para medrar y para irse de rositas de (casi) todas sus tropelías. Chapó también para Lily Gladstone, actriz indígena que, ciertamente, está espléndida en su papel, Mollie, la mujer india que sabe del poder que le da el dinero, y lo ejerce, pero también se entrega absolutamente al hombre que cree la ama como ella lo quiere a él, sin saber que, en el fondo, se ha casado con una marioneta a la que maneja a su antojo un figurado ventrílocuo que hará con él (y con su familia) lo que quiera.


(21-10-2023)


 


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206'

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Los asesinos de la luna - by , Oct 21, 2023
3 / 5 stars
No es una obra maestra