Pelicula:

El thriller es un género muy raro en la cinematografía iraní. Quizá porque en una teocracia como el estado islámico persa se entiende que no existe el crimen como tal, o existe en cantidades mínimas, con esa mirada “angelical” con la que todo régimen despótico quiere hacer comulgar a su sociedad, como si ya estuvieran en el Paraíso con las 72 vírgenes, o las que sean (ellas se tienen que conformar con un varón, no sabemos si también virgen...).

El caso es que el (por lo demás) pujante cine iraní de directores como Asghar Farhadi, Jafar Panahi (éste rodando desde la clandestinidad, con más valor que el Guerra), Majid Majidi, Mohammad Rasouluf, Massoud Bakhshi, entre otros, está bastante escaso, como decimos, de thrillers, en especial los que se suelen llamar policíacos. Pues esta La ley de Teherán es una muestra de ese (allí) exótico cine que en Occidente es, por supuesto, de lo más común. Y lo cierto es que, en contra de lo que podría suponerse, el resultado es más que airoso, por no decir otro adjetivo más elogioso.

Teherán, en nuestros días. El comisario Samad Majidi es un duro policía encargado de perseguir el crimen; ha tenido problemas familiares, con divorcio de la esposa incluido, por mor de su dedicación abusiva a su trabajo. Está ferozmente determinado a encontrar a uno de los grandes capos del narcotráfico en Irán, Nasser Khakzad, para lo que no duda en utilizar métodos poco (o nada...) morales, como el acoso, el chantaje, la coacción, incluso la violencia física, para que los camellos de niveles inferiores al jefe le vayan encaminando hacia él. Cuando lo consigue, Samad comprueba hasta qué punto el dinero del narcotráfico es capaz de corromperlo todo, incluidas las instancias de la administración del estado...

Tiene La ley de Teherán la fuerza de cualquier buen policíaco occidental, inglés, francés o norteamericano, lo que probablemente es el mejor de los elogios para esta película notable, llevada con un ritmo extraordinario, sin un mínimo altibajo, en una historia que, curiosamente, bascula en su protagonismo, pasando del inicial policía Samad al narcotraficante Nasser, cuando éste es atrapado. Por el camino habrá ocasión para que veamos la monstruosa capacidad de corrupción del dinero negro, pero también que, contra toda esperanza, aún habrá funcionarios inmunes a esa tentación; pero, a la manera del “film noir” occidental, el guionista y director, Saeed Roustayi, no pierde ocasión para presentarnos un fresco realista de la parte menos favorecida de la sociedad iraní, la que trapichea con droga para sobrevivir un día más, la de los yonkis (tremenda la escena de la primera parte del film, cuando se hace una redada en lo que parece un submundo lleno de droguetas de toda edad y condición, auténticos deshechos humanos) que matarían por una raya de coca, por un pinchazo de caballo, por una calada de “crack”. Esa mirada hacia el Irán que nunca aparece en el cine (y que ya es raro que aquí las mojigatas autoridades religiosas lo hayan permitido...) es otro de los méritos de esta singular película, pero no el único.

Con una moraleja por la parte policial ciertamente desmoralizante como sociedad (el auge de la drogadicción no cesa de crecer en el país de los persas, a pesar de que el narcotráfico se condena igualmente con la horca, sea cual sea la cantidad con la que se trafica), nos gusta más la moraleja de la que podríamos llamar la parte del criminal: aquellos que se beneficiaron del dinero sucio de su benefactor asumirán la ignominia de su abyecto privilegio y volverán a sus humildes orígenes, en una escena modélica en su planificación, en su montaje, en su plasmación cinematográfica, en su inequívoco simbolismo.

Saeed Roustayi, autor total de este vibrante, pujante film, es un teheraní nacido ya dentro del régimen de los ayatolás, a pesar de lo cual (o quizá precisamente por eso...) dista mucho de ser un berzotas seguidista de los mandatos de los viejos clérigos que siguen sojuzgando a un país tan joven como aherrojado. Graduado en la prestigiosa Universidad Soore de Teherán, lo cierto es que con este su segundo largometraje (antes solo había hecho unos cortos) demuestra un raro talento para la puesta en escena, para las secuencias de masas, para las imágenes percutantes.

Es cierto que se incurre en algunas irrealidades, como las escenas rodadas en una gran mazmorra habitada por decenas, al final centenares de hombres, con ese retrete siempre vacío (para ser usado por el líder del narcotráfico a modo de cabina telefónica) y, sobre todo, siempre limpio y reluciente... Pero, al margen de inconsistencias como esa, que habrá que atribuir a las siempre socorridas licencias artísticas (y a no incurrir más de lo debido en el realismo sucio...), lo cierto es que La ley de Teherán funciona, y de qué manera...

Gran trabajo actoral, como es habitual en el cine iraní: gusta mucho por su fuerza, por su virulencia, el protagonista Payman Maadi, al que ya vimos y apreciamos en dos de las pelis de Farhadi, A propósito de Elly y Nader y Simin, una separación. También nos gusta mucho su antagonista, que terminará siendo protagonista, el narcotraficante Nasser, aquí interpretado por Navid Mohammadzadeh, al que ya vimos en el interesante melodrama Nahid.

Queremos ver más thrillers iraníes, a ser posible tan potentes y pujantes como esta La ley de Teherán. Ojalá que no sea flor de un día. Los galardones obtenidos (12) y las nominaciones (24) en muy diversos festivales y premios nos hacen tener esperanza de que haya más...

(06-07-2022)


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131'

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La ley de Teherán - by , Jul 07, 2022
3 / 5 stars
Rara ave persa