CINE EN SALAS
[Para celebrar los 25 años del estreno de esta película, que supuso la esperada continuación de la saga de Star Wars, tras la mítica primera Trilogía de los años setenta y primeros ochenta del siglo XX, se repone en las salas de cine Star Wars. Episodio I: La amenaza fantasma. Recuperamos en Criticalia la crítica que escribimos en su momento sobre ella.]
La incógnita está desvelada: los críticos norteamericanos, a mi parecer, no tenían razón cuando fustigaron sin piedad este nuevo episodio de Star Wars. Se ve que ha funcionado el típico mecanismo, tan frecuente en estos casos, de "mucha publicidad, poca chicha". Pero nos parece que este nuevo capítulo es, en buena medida, un producto bastante similar, en intenciones y resultados, al primero de todos ellos, el originalmente titulado La guerra de las galaxias (al que el tiempo, la perspectiva histórica, la pulsión etiquetadora y, por qué no decirlo, el marketing de la productora Lucasfilm, convirtió en Star Wars. Episodio IV: Una nueva esperanza, aunque casi todo el mundo de habla hispana lo cita por su nombre primigenio), dirigido por el propio Lucas 22 años atrás; presenta a los protagonistas de la saga (en este caso conservando a algunos personajes, aunque mucho más jóvenes: en concreto, el propio Darth Vader y Obi-Wan Kenobi) y plantea el eterno conflicto de intereses entre poderes opuestos: por un lado, las fuerzas del Mal, asociadas a los conceptos de dictadura y violencia; por otro, las del Bien, relacionadas con las ideas de democracia y pacifismo. Además, se avanza en el sendero de temas tales como la licitud, o no, de la injerencia en asuntos internos de otro país cuando un pueblo sufre, algo siempre de candente actualidad.
Es decir, el Episodio I presenta los mismos materiales con los que estaba confeccionada la anterior trilogía. Por supuesto, hay notables dosis de acción espectacular, con maravillosos efectos visuales diseñados y ejecutados por ordenador, como corresponde al cine fantacientífico de nuestro tiempo, pero también algunos guiños cinematográficos que resultan muy agradables al paladar del buen cinéfilo, como la llamada aquí “carrera de vainas” que, por supuesto, es un sentido (y brioso) homenaje a la famosa “carrera de cuadrigas” de Ben-Hur (1959), la mítica película de William Wyler, aunque esa secuencia en concreto la dirigiera el director de la segunda unidad, Andrew Marton.
Pero, si les digo la verdad, me quedo con la fascinante aparición del personaje de Annakin Skywalker en su etapa de niño, el que sería, con el tiempo, el temible Darth Vader, en una mirada sobre la infancia del Mal que, lástima, adolece de un actor poco expresivo, el pequeño Jake Lloyd; en mi opinión, debería haber primado en su elección el hecho de que este actor tuviera un evidente "lado oscuro" (lo que no es el caso), que con el tiempo le empujará a ser el tenebroso Señor de las Tinieblas.
Por lo demás, todo resulta agradable en su familiaridad: los caballeros jedi con sus vistosas espadas láser, los alienígenas con su aspecto de sebosos (e improbables...) teleñecos, el propio Yoda, tan sentencioso como siempre, aunque con un "lifting" cosa fina, la princesa acosada por el malvado de turno... toda una saga, toda una épica legendaria que alimentó nuestros sueños infantiles y juveniles.
En cuanto a los intérpretes, aparte de lo dicho sobre Jake Lloyd, nos parece una buena elección la de Liam Neeson como maestro jedi, y sobre todo la de Ewan McGregor como su joven aprendiz, nada menos que el famoso Obi-Wan Kenobi, personaje clave en la trilogía de los años setenta y ochenta, entonces encarnado por un anciano Alec Guinness, consiguiendo Ewan estar a la altura de aquella leyenda de la interpretación, lo que, por supuesto, es todo un elogio. En la parte femenina nos quedamos con la sabiduría actoral (con lo joven que es...) de Natalie Portman, una estupenda reina Amidala (que en episodios posteriores será sucesivamente princesa y senadora... eso sí que es un carrerón –a la inversa, se entiende...-), y con la entrañable emotividad de la escandinava Pernilla August como la madre del pequeño Annakin.
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