Enrique Colmena

[El lector interesado en el mundo 007 puede consultar también en Criticalia los siguientes artículos: James Bond: hace 40 años que tiene 40 años, Sean Connery: mucho más que el agente 007, y Sam Mendes: cómo transitar de Chéjov a 007 sin perder el prestigio, todos ellos del autor del presente texto]

La plataforma Movistar Plus+ (que es como se llama ahora, un tanto redundantemente, la cadena propiedad de Telefónica), entre el 11 de abril y el 5 de mayo de este 2024 en el que escribimos estas líneas, está manteniendo un canal temático temporal en su parrilla con la denominación “James Bond en Movistar+”, en el que se pueden ver (a distintas horas del día, como es habitual en este tipo de canales) nada menos que 23 de las 24 películas que componen la franquicia del agente 007, con motivo no tanto de la efeméride anual (se han cumplido 62 años desde el estreno, en 1962, del primer título de la serie cinematográfica, Agente 007 contra el Dr. No), que no es precisamente redonda, sino más bien por los dimes y diretes sobre el nuevo Bond, el que todo parece indicar que será Aaron Taylor-Johnson (recordable por sus papeles en Kick-Ass, Anna Karenina o Tenet) quien se hará con el preciado rol para los próximos 10 años, aunque hay por ahí algunos otros candidatos, como Henry Cavill (el protagonista de El hombre de acero), habiéndose autodescartado algunos como Idris Elba, que hubiera sido un Bond la mar de apañado, y, además, con un toque racial evidente (es afrobritánico).

Pues sea por una cosa o por otra, lo cierto es que la plataforma propiedad de la compañía Telefónica, que preside José María Álvarez-Pallete, ofrece a sus abonados un suculento festín en el que Bond es aperitivo, primer y segundo plato, postre, café, copa y hasta puro…

Así, como decimos, el canal temático “James Bond para Movistar+” emite 23 de las 24 películas de la franquicia, salvo Sin tiempo para morir (2021), última de las pelis bondianas sobre la que entendemos que no se tienen derechos para su emisión. Así pues, y en orden cronológico de estreno en cines (que no es en el que se emiten en el canal temporal, que tira más bien de orden aleatorio), se están pudiendo ver los siguientes títulos, que clasificaremos por el actor que los protagonizó; los títulos son los que tuvieron en España en su estreno, los mismos que ha utilizado Movistar+ en este canal temporal; incluimos también el nombre del director de cada película.

Etapa Sean Connery:
--Agente 007 contra el Dr. No (1962), de Terence Young
--Desde Rusia con amor (1963), de Terence Young
--James Bond contra Goldfinger (1964), de Guy Hamilton
--Operación Trueno (1965), de Terence Young
--Solo se vive dos veces (1967), de Lewis Gilbert
--Diamantes para la eternidad (1971), de Guy Hamilton
--Nunca digas nunca jamás (1983), de Irvin Kershner

Etapa George Lazenby:
--007 al servicio secreto de Su Majestad (1969), de Peter R. Hunt

Etapa Roger Moore:
--Vive y deja morir (1973), de Guy Hamilton
--El hombre de la pistola de oro (1974), de Guy Hamilton
--La espía que me amó (1977), de Lewis Gilbert
--Moonraker (1979), de Lewis Gilbert
--Solo para sus ojos (1981), de John Glen
--Octopussy (1983), de John Glen
--Panorama para matar (1985), de John Glen

Etapa Timothy Dalton:
--007: Alta tensión (1987), de John Glen
--007: Licencia para matar (1989), de John Glen

Etapa Pierce Brosnan:
--GoldenEye (1995), de Martin Campbell
--El mañana nunca muere (1997), de Roger Spottiswoode
--El mundo nunca es suficiente (1999), de Michael Apted
--Muere otro día (2002), de Lee Tamahori

Etapa Daniel Craig:
--Casino Royale (2006), de Martin Cambell
--Quantum of Solace (2008), de Marc Forster
--Skyfall (2012), de Sam Mendes
--Spectre (2015), de Sam Mendes

Estos 23 títulos, más la mentada última entrega, Sin tiempo para morir, interpretada por Daniel Craig y dirigida por Cary Joji Fukunaga, componen la saga oficial (la producida por Eon Pictures, actualmente propiedad de la familia Broccoli -Barbara Broccoli y Michael G. Wilson, hijos de Albert R. Broccoli, inicial copropietario de los derechos y posteriormente único dueño de los mismos), aunque se han incluido dos que, en sentido estricto, no pertenecen a la franquicia oficial, aunque gozan de un mismo tono, diseño de producción, música, etcétera, por lo que se pueden considerar plenamente homologables con estos; son los titulados Operación Trueno, producida por Kevin McClory (aunque con producción ejecutiva de Broccoli y Saltzman, por lo que estos mantuvieron el control de la saga), quien mantuvo un duro enfrentamiento legal con Eon Productions por los derechos, llevándose el gato al agua en ese caso, y también su secuela Nunca digas nunca jamás, que era un remake del título antes citado.

Aparte de esos 23 títulos digamos oficiales, Movistar+ ofrece otros dos ciertamente muy curiosos, que no forman parte en absoluto de la franquicia: por una parte Casino Royale (1967), una versión en clave de comedia más bien surrealista (con decir que Woody Allen participaba como coguionista y actor, en el papel de “Jimmy” Bond, está todo dicho…) de la primera novela de Ian Fleming, de título homónimo, una película que necesitó de hasta cinco directores para ser llevada adelante: John Huston, Val Guest, Ken Hughes, Robert Parrish y Joe McGrath, cada uno de los cuales filmó un determinado número de secuencias con los distintos Bond que aparecían en pantalla: David Niven, Peter Sellers, Terence Cooper, el mentado Woody…) y un “malo” (Le Chiffre, el villano de la novela) de lo más apañado, nada menos que... Orson Welles.

Y por otro, el segundo título extramuros la franquicia que ofrece el canal temporal de Movistar+ es una auténtica rareza, casi un incunable, la primera versión que se hizo para cine o televisión (en este caso para la pequeña pantalla) de una novela de Ian Fleming sobre Bond. Su título era también Casino Royale (era la única obra publicada por aquel entonces por Ian Fleming), y la produjo en 1954 la televisión norteamericana CBS, haciendo que el agente 007 fuera un espía USA y de la CIA, no británico y del MI6, y dentro de un contenedor de telefilms titulado genéricamente Climax!. Bond tenía los rasgos del actor Barry Nelson, y a los mandos estuvo como realizador el escasamente conocido William H. Brown Jr. Como decimos, una rareza, un auténtico incunable cuyo valor, por supuesto, no es su calidad sino su cualidad de pionera, de primera de todas las películas que después se hicieron de esta metafórica versión del Rey Midas, de esta gallina de los huevos de oro que, con sus altibajos, es 007 desde hace más de seis décadas.

El canal temporal de Movistar+ sobre James Bond se enriquece también con otras dos piezas audiovisuales; una es el documental Todo o nada: la historia de 007 (2012), dirigida y producida por el británico Stevan Riley, un muy interesante acercamiento a la génesis, al desarrollo y al momento actual (bueno, de 2012, que es cuando se hizo el documental) de la serie, un film muy bien documentado y narrado, dando voz a sus protagonistas, no solo a los actores que interpretaron a Bond, sino también a gente que estuvieron en el proceso de creación de los sucesivos films, como el diseñador de producción Ken Adams o la productora Barbara Broccoli, además de gente tan dispar como la actriz Rosamund Pike, el actor Mike Myers o el mismísimo expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, quien se reconoce un fan irredento del personaje y de la saga en su conjunto, confesando que sus ratos libres en el Despacho Oval los dedicaba a ver pelis de 007 (se entiende que aparte de otras cuestiones que incluían cortinas, etcétera...). Y la otra es una pieza hecha “ad hoc” por Movistar Plus+, titulada Requisitos para ser James Bond, de apenas 8 minutos, una pieza en la que se nos habla del proceso actualmente en curso por parte de los propietarios de la franquicia, los herederos de Albert Broccoli, los hermanastros Michael G. Wilson y Barbara Broccoli, para encontrar al séptimo agente 007, tras Connery, Lazenby, Moore, Dalton, Brosnan y Craig, hablando de los requisitos necesarios para ellos (requisitos que, como bien se indica en el corto, a veces se los han saltado a la torera, cuando les ha convenido a los dueños de la franquicia...), como ser británicos y menores de 40 años, y comentando algunos de los actores que se han barajado para ese goloso papel, en general los que ya hemos citado en un apartado anterior: el favorito, Aaron Taylor-Johnson, pero también otros, como Henry Cavill, Idris Elba, e incluso el ahora tan de moda (por Oppenheimer) Cillian Murphy.

Nos parece este canal temporal de Movistar Plus+ ciertamente muy interesante, dando una panorámica prácticamente completa de todo lo que ha supuesto el fenómeno 007 desde que Terence Young rodara la primera peli de la franquicia, Dr. No. Por supuesto, se podrían hacer otras aproximaciones, no tan positivas, sobre cuestiones tales como el hecho de que Bond haya supuesto un baluarte no insignificante en la Guerra Fría, a favor por supuesto de Occidente, o que el personaje, al menos en su primera parte, sobre todo en la etapa Connery, fuera un machista irredento que consideraba a la mujer no mucho más que “el reposo del guerrero”, como decía el horrible aforismo afortunadamente olvidado, una serie y, sobre todo, una etapa muy “androcentrista” (bueno, como casi todo el cine de la época), un cine que se centraba en el papel del hombre, del varón, dejando a la mujer en una posición secundaria, por no decir subsidiaria, poco más que el de un mueble de bellas formas. Pero, por supuesto, esa era la mirada generalizada de la época, y otra cosa, aparte de inimaginable dentro de la gran industria del cine, hubiera sido imposible; ya sabemos que no podemos juzgar con nuestros ojos los productos artísticos de otras épocas, porque eso lleva directamente a la “cultura de la cancelación”, esa canallada.

Por supuesto también, la inmensa mayoría de la saga es de una elementalidad rayana en la banalidad: no hay mucho más que un puro enfrentamiento entre Bien y Mal (siendo ambas cosas aquello que considera oportuno el “establishment” de turno), salvo cuando apareció en escena Sam Mendes para dirigir su díptico, Skyfall y Spectre, que adensó la franquicia y la dotó de, ejem, nada menos que un evidente aliento shakespeareano (en el primero: hablamos de El rey Lear, nada menos...) y de un no menos obvio corte bíblico, del Génesis, concretamente (en el segundo: nos referimos al trasunto de Caín y Abel que, de forma obvia, se planteaba).

Pero a pesar de esa, en general, elementalidad (o quizá precisamente por ella...), la influencia de Bond en el género de espías ha sido enorme, abrumadora, y llega hasta nuestros días, y seguramente continuará durante mucho tiempo. A partir del éxito de las primeras entregas de la franquicia se sucedieron los epígonos, como Ipcress (1965), de Sidney J. Furie, o El tigre (1964) y El tigre se perfuma con dinamita (1965), ambas de Chabrol, pasando por series televisivas, bien en clave “seria”, como la mítica Misión imposible, que conocería una exitosa y longeva prolongación cinematográfica con Tom Cruise a los mandos como productor y protagonista, bien en clave cómica, como Superagente 86, con el hilarante agente Maxwell Smart, que también ha tenido algunas réplicas en pantalla grande, en este caso con menguado éxito. En esa misma clave de humor habrá que recordar, por supuesto, al personaje creado por Mike Myers, trasunto de Bond pero tomado a chacota, en la iniciática Austin Powers (1997), de Jay Roach, y sus secuelas con títulos tan evidentes y peculiares como Austin Powers: la espía que me achuchó (1999) y Austin Powers en Miembro de Oro (2002); o las películas que Rowan Atkinson (tras dejar atrás su Mr. Bean) interpretó en Johnny English (2003), iniciando una saga que posteriormente se engrosó con dos títulos más.

Y es que hasta el cine español (apoyado también en las cinematografías francesa e italiana) se apuntó a este tipo de películas de espías con mucha acción, mucha testosterona y un punto fantasioso en Estambul 65 (1965), de Antonio Isasi-Isasmendi.

Pero la estela de James Bond sigue hoy en día: véase, por ejemplo, la franquicia que inauguró hace unos años Kingsman. Servicio Secreto (2014), de Matthew Vaughn, que consta ya de tres títulos en total.

Por supuesto, ha habido otras formas de afrontar el cine de espías, más cercanas a la realidad, alejadas de la fantasiosa imaginación bondiana, del cual el epítome podría ser El tercer hombre (1949), de Carol Reed (con importante participación, y no solo en la actuación, de Orson Welles...), con guion de Graham Greene, o las películas basadas en novelas de este guionista, uno de los escritores británicos fundamentales del siglo XX, un autor clásico, humanista y cristiano, algunas de cuyas obras fueron llevadas al cine, en títulos como El americano tranquilo (1958), de Joseph L. Mankiewicz, o Nuestro hombre en La Habana (1959), también de Carol Reed. Y, por supuesto, el cine de espías más serio ha tenido su mejor exponente en las películas y series que se han realizado (y aún se realizan) con base en las novelas de John le Carré, una mirada mucho más realista sobre el fenómeno de los agentes secretos, y una mirada, además, generalmente más comprometida, políticamente nada convencional, y en el que el factor humano tendrá siempre un valor esencial; títulos como El espía que surgió del frío (1965), de Martin Ritt, Llamada para el muerto (1968), de Sidney Lumet, o El topo (2011), de Tomas Alfredson, son como la antítesis del cine de 007; de hecho, el espía prototípico de le Carré, George Smiley, sería todo lo contrario a Bond: Smiley es mayor y poco agraciado, con gafas de culo de botella; su esposa, con tendencias promiscuas, es dada a las aventuras extramaritales, a veces con conocimiento del esposo, un hombre enamorado de su mujer y al que ni se le pasa por la imaginación intentar seducir a ninguna fémina (aunque lo habría tenido complicado, con esa pinta...); y la forma de afrontar las misiones de Smiley serán siempre mediante el pensamiento deductivo, nunca con la acción y, mucho menos, con los puños. El cine y la televisión lecarreanos son, desde luego, mucho más reales que el bondiano: ambos, por supuesto, son válidos, cada uno a su manera, cada uno dirigido a públicos generalmente distintos... (El lector interesado en la figura de John le Carré en el audiovisual puede consultar también el díptico titulado genéricamente Profesor, diplomático, escritor, espía: John le Carré en la pantalla, pulsando en los siguientes enlaces: I y II).

En resumen, el ciclo que, en forma de canal temporal, está dedicando Movistar Plus+ a la figura de James Bond nos parece de sumo interés. Evidentemente, hay lecturas sociológicas a cuál más sabrosa sobre el personaje, que pudiera reputarse no sin razón como el sueño más o menos secreto del varón de los años cincuenta (y sesenta, y setenta...), un tipo capaz de pegarse con cualquiera (y vencerlo...) casi sin despeinarse, de seducir a cualquier chica mona que se le ponga a tiro, y de salir con bien de cualquier situación de peligro, por apurada e imposible que parezca. Ese sueño del macho de siempre, es evidente, ha ido modulándose con el tiempo y con la evolución de la sociedad de la que el personaje sale y a la que el personaje sirve, y, sobre todo, a la que 007 tiene que amoldarse para seguir siendo una franquicia generadora de miles de millones de dólares o de libras. Hay otras lecturas, políticas, en concreto desde la izquierda, que podrían hablar del carácter capitalista y ultraliberal de Bond, y seguramente no serían desacertadas.

Pero, por encima de todas las consideraciones, lo que nos parece evidente es que no se está 62 años en la cresta de la ola así como así: James Bond, agente 007 con licencia para matar, en su serie cinematográfica, es un claro ejemplo de cultura popular plenamente asentada en el imaginario de miles de millones de personas, de esa cultura popular que sabe intuir los gustos de las grandes masas, de los públicos de clase media, clase que, como todo en nuestro mundo, es la que determina el éxito o el fracaso de cualquier producto artístico, cultural o simplemente comercial. Lo que sea de aquí en adelante, en los próximos 60 años (si es que la Humanidad llega tan lejos...), no lo sabemos: no tenemos el oráculo de Delfos, ni sabemos leer los posos del café; lo que sí sabemos es que, a día de hoy, la franquicia de James Bond, el agente doble cero (y por ello con licencia para matar) goza de excelente salud.

Ilustración: Daniel Craig y Ana de Armas en Sin tiempo para morir (2021), de Cary Joji Fukunaga.