Pelicula:

C I N E   E N   S A L A S

Oliver Laxe (París, 1982) es un cineasta gallego formado en el audiovisual en Barcelona, en la Universitat Pompeu Fabra. Su cine se caracteriza fundamentalmente por una mirada cargada de etnicismo, con frecuencia en paísajes del Magreb, en películas como Todos vós sodes capitáns, Mimosas y esta Sirat, aunque también ha presentado historias profundamente enraizadas en la Galicia que le vio crecer (que no nacer), como en Lo que arde. Su cine es, entonces, un cine muy telúrico, muy aferrado a la tierra, sea de los aborígenes de esta (Mimosas, Lo que arde), o bien de foráneos, como en esta tremenda (que no tremendista) Sirat.

La historia se ambienta en nuestro tiempo, en el norte de Marruecos. En medio de la nada se celebra una de esas fiestas “rave” que desde hace años se han popularizado, fiestas en las que la gente danza y danza sin parar, quizá como forma de exorcizar sus miedos y sus preocupaciones, una forma de fundirse con los demás bajo el paraguas de un “chunda-chunda” incesante e inmisericorde. En esa “rave” encontramos a Luis y Esteban, padre e hijo, como de cincuenta y doce años, respectivamente; ambos están allí en pos del paradero de Marina, su hija y hermana, respectivamente, desaparecida meses atrás, y de la que solo saben que se dirigía a esa fiesta aparentemente sin fin. Pero nadie la ha visto ni la reconoce. En esas están cuando llega el ejército marroquí; al parecer, hay algún tipo de conflicto en el país, pero que se intuye puede estar ocurriendo también en el resto de África e incluso del mundo, y tienen que desalojar el lugar; pero dos de los camiones, con cinco amigos, escapan del cerco de los militares y se encaminan hacia una supuesta “rave” que se celebraría al sur de Marruecos, tras el Macizo del Atlas, y Luis y Esteban deciden seguirles, por si en esa última fiesta estuviera su ser querido…

Ciertamente, Sirat no dejará indiferente: y no lo hará porque Laxe, con la complicidad de su coguionista Santiago Fillol, ha montado una película que, como bien se ha dicho, tiene mucho de hipnótica, y no solo por la inicial persistencia de la música “techno”, “acid house” y otras variantes, una música que, como un diapasón gigantesco y persistente, incita como al trance (de ahí el nombre de otro tipo de música también típica de las “raves”), sino también porque los brutales paisajes del Atlas marroquí (y de, asómbrense, de la sierra de Teruel, como la impresionante Rambla de Barrachina) y los menguantes vehículos de estos personajes alucinados en busca de un imposible (una última “rave” que pudiera llegar a ser eterna, el reencuentro con su hija y hermana), mientras atraviesan de día, y, sobre todo, de noche, esos paisajes alucinantes, provocan una sensación como mesmérica, como si las imágenes produjeran, a su manera, una suerte de “viaje” lisérgico en el espectador, un trance psicotrópico, en una “road movie” que pronto veremos que se convierte en un viaje hacia la nada, donde los efectivos humanos irán trágicamente reduciéndose por mor de la dureza del camino, también de la incuria humana, de esa guerra incesante que el ser humano se tiene declarada a sí mismo desde que nos bajamos de los árboles.

Árboles a los que, también en la película (como en la realidad de nuestro tiempo), parece que estamos abocados a subirnos de nuevo, aquí con un sordo paisaje de fondo en el que algunas noticias sueltas, recibidas a través de ondas radiofónicas, parecen plantear un escenario de Tercera Guerra Mundial, de tal manera que los exploradores de la nada que componen la expedición recorrerían el fin del mundo geográfico (el Atlas, donde no hay sino cabras, como mucho) a la par que se produce el fin del mundo político y humano tal y como lo conocemos.

Extraña, difícil película la de Laxe, seguramente su mejor film, raro pero casi siempre subyugante, en especial en todo el tramo final, desde que acontece la tragedia que no debe ser revelada hasta ese final ambiguo, abierto, donde los supervivientes compartirán con los aborígenes un medio de transporte, quizá el último, un medio de transporte que, a la manera de la estupenda Snowpiercer (aunque en un contexto climatológico radicalmente opuesto), supondría la última (des)esperanza del ser humano, un medio de transporte con destino incierto, quizá inexistente, en un final de reminiscencias existencialistas.

Buen trabajo de Sergi López, el único actor profesional adulto, bien acompañado del pequeño Bruno Núñez, al que ya vimos en La Mesías; el resto de los personajes principales los interpretan personas que no son actores ni actrices profesionales, sino precisamente gente habitual de las “raves”, lo que confiere una sensación de verismo interesante, aunque es cierto que, dada su falta de técnica actoral, en algunas ocasiones se les ve un tanto cortos en la representación de sus papeles.

Notable la música de Kangding Ray (nacido David Letellier), creando una banda sonora que es una parte capital del tono hipnótico, psicotrópico, del film, primorosamente presentado en imágenes por el director de fotografía Mauro Herce, que consigue planos realmente bellísimos del Atlas marroquí (y de la Rambla de Barrachina turolense…).


(13-06-2025)


Dirigida por

Género

Nacionalidad

Duración

114'

Año de producción

Trailer

Sirat. Trance en el desierto - by , Jun 13, 2025
3 / 5 stars
Hipnótica, tremenda, casi lisérgica