Pelicula:

No parece cuestionable decir que el cine negro norteamericano que se hizo en las décadas de los cuarenta y los cincuenta del siglo XX es, con toda seguridad, el mejor “film noir” que se haya hecho nunca. Aunque generalmente siempre se habla de los mismos títulos (El halcón maltés, Perdición, Tener y no tener, Retorno al pasado…), hay otros muchos que, sin tener esa fama, también son notables muestras de un género que, ciertamente, tuvo su momento y su gloria, siendo imposible su reedición posterior, por más que se haya intentado; y es que en esos casos se cae inevitablemente en el manierismo, en hacer cine “a la manera de…”, pero sin los condicionantes sociales, políticos, técnicos, etcétera, que propiciaron el auge de la “serie negra”.

Una de esas pelis de cine negro poco conocidas es esta Sin conciencia, un film dirigido teóricamente en solitario por el francés, afincado en Estados Unidos, Bretaigne Windust, aunque sin acreditar también metió mano en la dirección Raoul Walsh, y eso entendemos que se nota en el vigoroso empuje y en la notable fuerza de la acción. El motivo de esa codirección estriba en la grave enfermedad que padeció Windust en pleno rodaje, cuando ya tenía filmada parte de la película, contratando entonces la Warner, la productora de la peli, a Walsh para el resto, incluida toda la parte final, pero no queriendo este aparecer en los créditos al entender que realmente era una película del cineasta franco-americano.

La cinta, inspirada libremente en un procedimiento judicial auténtico, concretamente en el juicio celebrado en los años cuarenta contra la organización criminal conocida como Murder Inc. (algo así como “Asesinato, Sociedad Limitada”), arranca con el fiscal del distrito, Martin Ferguson, supervisando la seguridad del gánster Joe Rico, testigo protegido en el juicio contra el jefe de la organización, llamado Albert Mendoza. Rico, una mala bestia que se ha acogido a este programa de testigo protegido para salvar la vida, teme por ella porque sabe de la capacidad de Mendoza y sus hombres para matarlo, así que se quiere echar atrás en su propósito. Rico, paranoico, intenta escapar por la cornisa, con el previsible resultado, cayéndose y matándose. Ferguson y el capitán Nelson, sin ese testigo, tienen muy difícil conseguir el encarcelamiento del mafioso; el fiscal del distrito cree que hay algo que se les ha pasado y que puede tener una importancia capital en el caso, y se ponen a buscarlo entre los legajos del sumario…

La película está contada en buena medida a través de flashbacks, propiciados por la lectura de ese sumario, en los que vemos todo lo acontecido hasta entonces, como la forma en la que se destapó el caso, tras aparecer un joven en una comisaría autoinculpándose de haber matado a su novia. A partir de ahí la Policía y la fiscalía irán descubriendo una enmarañada trama en la que encuentran evidencias de una organización criminal que se dedica a matar a personas por encargo.

Lo cierto es que no hay una desigualdad de estilo en la película, y en su visión no es posible saber qué dirigió Windust y qué Walsh, aunque se sabe que, “grosso modo”, la primera parte es obra de Bretaigne y la segunda de Raoul. Pero la unidad de estilo es apreciable, lo que, sobre todo en el caso de Windust, tiene su mérito, al ser el único “film noir” que dirigió, estando especializado en otro tipo de cine, mayormente comedias y dramas, mientras que Walsh sí hizo varios películas de la llamada “serie noire”, como Los violentos años veinte, El último refugio, o Al rojo vivo.

Aunque la intriga es un tanto embrollada, se sigue bien, sobre todo porque los flashbacks a través de los que está contada la historia van desembrollando poco a poco la trama y de esta forma la historia se va siguiendo con facilidad. Resulta interesante la pintura de los bajos fondos que se presenta, con ambientes sórdidos que seguramente debieron de sorprender en la alegre y confiada sociedad yanqui de comienzos de los años cincuenta.

Con una narrativa poderosa, en la que, como decíamos, no se advierte la presencia de dos manos distintas en la puesta en escena, Sin conciencia funciona perfectamente como el sólido trabajo “noir” que es, rodado en un blanco y negro muy contrastado, de corte un tanto expresionista (movimiento que, como sabemos, no fue ajeno en absoluto al cine negro), con una intencionada utilización de las luces y, sobre todo, de las sombras.

Los directores se permiten incluso algunas elipsis notables, como la del gánster Rico, en su fase de matarife, no en la de chivato, cuando va a matar a una de sus víctimas, lo que no se nos da explícitamente, sino solo con la siniestra forma en la que éste afila la navaja con la que lo va a pasaportar al otro mundo al pobre infeliz, metáfora que será suficiente.

Con una escena final ciertamente impactante, plena de intriga y tensión, en una cuenta atrás en la que las fuerzas de la ley tendrán que intentar proteger a la siguiente víctima cuyo testimonio podría condenar a Mendoza, Sin conciencia se confirma como un sólido trabajo dentro de su género, un film poco conocido pero que cumple sobradamente con los cánones del cine negro, siendo, a todas luces, un auténtico clásico.

Bogart, como siempre, estupendo, aquí como agente de la ley (el fiscal del distrito que hemos citado), acompañado perfectamente por un puñado de secundarios de primer nivel, como el gran Zero Mostel (uno de los represaliados por el senador McCarthy en su famosa “caza de brujas”), Ted de Corsia y el inolvidable Everett Sloane de La dama de Shanghai.


Género

Nacionalidad

Duración

87'

Año de producción

Sin conciencia - by , Sep 05, 2024
3 / 5 stars
Un poco conocido clásico del cine negro