09/12/2025
Se cumple en este 2025 el 175 aniversario del nacimiento del escritor escocés Robert Louis Stevenson (Edimburgo, Escocia, 1850 – Vailima, Samoa, 1894), un escritor que, ciertamente, forma parte de una pléyade de (sobre todo) novelistas y cuentistas que durante el siglo XIX dieron forma (y qué forma…) a la narración popular, la hicieron accesible para todos, con historias que, entre bromas y veras, entre aventuras y fantasías, conformaron todo un corpus de temas, arquetipos y personajes que, ciertamente, se convirtieron en universales a la par que inmortales. Junto a Stevenson, otro buen número de sus colegas contemporáneos escribieron la que probablemente sea la mejor literatura popular que se haya creado nunca, sin que el adjetivo “popular” le reste un ápice de interés ni tampoco de trascendencia; porque, como bien sabemos, lo trascendente puede ser también (y con frecuencia lo es…) sencillo, simple, sin sesudas disquisiciones.
Por tanto, Stevenson, literariamente, forma parte de una estirpe de escritores realmente extraordinarios, como probablemente no haya dado siglo alguno desde que se escribiera aquel Gilgamesh sumerio, hace casi cinco milenios, que se considera la primera muestra de escritura creativa del ser humano.
Y es que Stevenson es hijo del mismo siglo, el XIX, que en el ámbito angloparlante dio figuras gigantes como las de Charles Dickens, Mark Twain, Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe, Lord Byron, Percy B. Shelley, John Keats y Herman Melville, entre otros… y, por supuesto, escritoras, aunque casi todas ellas, lamentablemente, tuvieron que escribir y/o publicar bajo pseudónimos masculinos y subterfugios similares: las hermanas Charlotte, Emily y Anne Bronté, Jane Austen, Mary Shelley, George Eliot… En ese mismo siglo, en otras zonas lingüísticas también se alcanzaban cimas de las que, todavía hoy, bebemos, y vivimos: en los países de habla francesa surgieron figuras como Víctor Hugo, Alejandro Dumas (padre e hijo, que ya tiene mérito…), Honoré de Balzac, Émile Zola, Gustave Flaubert, Julio Verne, Stendhal, Charles Baudelaire, y entre las féminas George Sand; también en las áreas germanófonas, con nombres como Johan W. Goethe, Friedrich Schiller, Heinrich Heine y los hermanos Grimm; y, por supuesto, grandes escritores rusos, en el esplendor de la literatura en la vieja lengua cirílica que hablan en las tierras del Volga y el Cáucaso, con nombres como Fiodor Dostoievski, León Tolstoi, Antón Chéjov, Nikolái Gogol y Aleksandr Pushkin. Pero es que también España conoció su propia eclosión de escritores de primera línea en ese siglo XIX: Benito Pérez Galdós, por supuesto, pero también la que sería su amante, Emilia Pardo Bazán, y Mariano José de Larra y Leopoldo Alas “Clarín”, y los poetas Gustavo Adolfo Bécquer, José de Espronceda y Rosalía (de Castro, no la que ahora se ha vuelto mística…), que también escribieron (y con qué nivel…) en prosa.
Volviendo a Stevenson, el escritor escocés fue el creador de, al menos, dos grandes arquetipos, el de la coexistencia en el ser humano de las nociones del Bien y del Mal, ejemplificado en su célebre relato El extraño caso del Dr. Jekyll y el señor Hyde, y el del individuo facineroso pero con un fondo inesperadamente humano, que estaría personificado, por supuesto, en el rol del pirata con pata de palo Long John Silver de La isla del tesoro, no en vano sus dos más populares novelas.
Será bueno recordar algunas de las características de la narrativa stevensoniana: sus novelas y relatos fueron, ciertamente, eclécticos en cuanto a la forma y el tema, también en cuanto al tipo de narrativa afrontada. Cultivó, por supuesto, el relato de terror, como la mentada El extraño caso del Dr. Jekyll y el señor Hyde, y en otro tono, El diablo en la botella, cuento este último que ha influido poderosamente en obras posteriores, como, libérrimamente, en la terrorífica película It follows, pero también escribió narraciones de pura aventura (pero con poderosas cargas de profundidad humanista), como la también aludida La isla del tesoro y otras igualmente muy populares, como Secuestrado y su continuación Catriona, así como novelas históricas a la manera de la walterscottiana Ivanhoe, como las famosas La flecha negra y El señor de Ballantrae; también incidió en textos con carga política, como El príncipe Otón, e incluso escribió cuentos de corte arabizante, como Las nuevas Mil y Una Noches, recogiendo la tradición (aunque sin su carga picante) del gran clásico de la literatura musulmana, y también de corte detectivesco, como los relatos agrupados bajo el título El club de los suicidas, con una mirada hacia el abismo (esos suicidas conformados como sociedad cuyo consecución de sus fines, paradójicamente, les expulsaría de ese club -además del mundo-…) que se repetirá, con otras formas, en su novela de perdedores La resaca. Un universo literario ciertamente múltiple, proteico y poliédrico, donde casi nada faltó, incluso con textos de no ficción que, a día de hoy, teniendo en cuenta que se escribieron hace más de siglo y cuarto, sorprenden por su modernidad: véanse sus ensayos Moral laica y Apología del ocio, que parecen escritos para el semanal de El país de este domingo…
Su narrativa, no demasiado prolífica (11 novelas finalizadas y tres inconclusas, y media docena de volúmenes de relatos), ha dado, sin embargo, pie a una enorme cantidad de adaptaciones al cine y la televisión, de dimensiones realmente oceánicas: hasta un total de 328 títulos censa la IMDb, hasta la fecha de este artículo, basados, de forma bien rigurosa, bien libre, o ni una cosa ni la otra, en las novelas y relatos stevensonianos, y además hay otros cuatro audiovisuales en curso sobre esos mismos textos, en diferentes momentos de su proceso productivo.
En su homenaje recordaremos en esta serie de artículos, que se inicia con el presente texto introductorio, cómo la grande y pequeña pantalla han reflejado algunas de sus obras, centrándonos en las seis más versionadas, con toda probabilidad también las más famosas que surgieron de su pluma. Llama la atención que la obra que más adaptaciones, de toda laya, ha acumulado, sea precisamente la aludida El extraño caso del Dr. Jekyll y el señor Hyde, posiblemente porque su historia fue en su momento extraordinariamente original y atractiva, el científico que descubre una pócima capaz de disociar la personalidad, de tal manera que el ser humano se escinde entre el hombre honrado, positivo y cabal, y su antítesis, el tipo capaz de todo tipo de iniquidades, delitos y vicios, quizá una premonición de lo que la ciencia psiquiátrica conocerá tiempo después como el trastorno bipolar o el trastorno disociativo de la identidad, pero también con sabrosas lecturas en clave filosófica y humanista. Esta novela corta, escrita por Stevenson casi en trance, al dictado en buena parte de sueños (o pesadillas) recurrentes, tendría un éxito instantáneo, y hoy día, casi 140 años después de ser escrita y publicada, sigue manteniendo el interés del público, como demuestra el hecho de que en este siglo XXI se han filmado más de veinte versiones, y hay otra más en camino… El total de las adaptaciones basadas o inspiradas en esta novela corta alcanza los 82 títulos, cifra ciertamente descomunal que confirma el interés que ha suscitado desde siempre este magnético texto de Robert L. Stevenson.
La segunda novela más versionada por cine y televisión será, quizá obviamente, su otro título más conocido, La isla del tesoro, que ha sido adaptada, rigurosa o libremente, en nada menos que 63 ocasiones, lo que tampoco es moco de pavo.
El resto de títulos stevensonianos versionados por cine y televisión ya lo ha sido en cantidades más comunes, más habituales: Así, El club de los suicidas lo ha sido en 21 ocasiones, Secuestrado en 17 títulos, La flecha negra en 12 pelis y series, y El señor de Ballantrae en 7 films o series.
Sobre las más interesantes versiones de cada una de esas seis novelas o relatos (por motivos varios, desde su calidad hasta su exotismo o peculiaridades que las hacen atractivas o curiosas) versarán las siguientes entregas de este serial. ¿Te apuntas a disfrutarlas?
Ilustración: Fotografía de Robert Louis Stevenson, tomada en 1893 (un año antes de su muerte) por Henry Walter Barnett.
Próximo capítulo: En el 175 aniversario del nacimiento de R.L. Stevenson: sus narraciones más versionadas en el audiovisual. El extraño caso del Dr. Jekyll y el señor Hyde (II)