Serie: Machos alfa

ESTRENO EN NETFLIX


Alberto y Laura Caballero tienen un lugar en la Historia de la Televisión como creadores de aquella serie de Antena 3, Aquí no hay quien viva, que no solo cambió el concepto de la “sitcom” o comedia de situación en España, sino que además ha generado un sinfín de imitaciones más o menos veladas. Es cierto que su continuación, tras ser fichados por Mediaset, titulada La que se avecina, sospechosamente parecida, llevó a un extremo desaforado los postulados de la serie inicial, pareciéndonos que ya no era lo mismo. En cualquier caso, estos sobrinos de José Luis Moreno podrían presumir, si quisieran, de que ahora es el famoso e hiperventilado ventrílocuo y gestor de espectáculos quien sería conocido como “el tío de Alberto y Laura Caballero”.

Ahora, con Machos alfa, los dos hermanos dan el salto a la ficción en plataformas, con el auspicio de Netflix, a través de su productora, Contubernio Films, que comparten con Mediaset, siendo este el primer proyecto que abordan fuera del paraguas de la multinacional propiedad de Berlusconi.

La historia se inicia en un acto que recuerda poderosamente las recurrentes reuniones de Alcohólicos Anónimos, en las que varias personas sentadas más o menos en círculo se van presentando mientras dicen aquello de “Hola, soy Fulanito de Tal, y soy alcohólico”... solo que aquí, en vez “alcohólico”, dice “machista”. Efectivamente, es un grupo de autoayuda, en este caso de lo que podríamos llamar “machirulos en deconstrucción”, un curso sobre eso que ahora llaman “nuevas masculinidades”. A partir de ese momento, conocemos a cuatro varones, en torno a los cuarenta; cuando el cuarto de ellos se niega a decir la frase de marras, comenzamos a conocer la historia de los cuatro a través de flashbacks (que conformarán el grueso de la trama), para ver cómo hemos llegado hasta aquí... Al parecer, todos eran (más o menos) triunfadores, cada uno a su escala, y en seis meses lo han perdido todo, y de eso le echan la culpa a las mujeres, y en concreto a las suyas, esposas o novias. Así, Pedro es un ejecutivo televisivo que de la noche a la mañana es despedido para ascender a su cargo a una mujer, por los nuevos tiempos, mientras que su pareja, Daniela, empieza a triunfar como “influencer”... Santi es un apocado padre separado al que su hija adolescente, Álex, se le mete en casa y le organiza la vida amorosa vía Tinder... Luis es policía local y está casado con una profesora de autoescuela que quiere jaleo sexual, pero él está siempre desganado... Raúl, que vive con su novia, Luz, a la que es infiel con la mujer de su socio en el restaurante que comparten, se siente sorprendido cuando su prometida le propone que su pareja sea “abierta” para poder tener, sin engaños, relaciones con otras personas, para así hacerla más amena y libre...

La serie consta de 10 capítulos, y lo cierto es que nos ha parecido divertida, con las situaciones cómicas bien trabadas, con personajes creíbles aunque sean con frecuencia hechos a base de tópicos sobre la lucha de sexos. Así, las cuatro historias sobre las que discurre la serie están plagadas de clásicos de todos conocidos, recreando un microcosmos perfectamente reconocible: el padre que no puede ni imaginar que su hija adolescente folle; el tío que engaña a su prometida pero se opone a una relación abierta con ésta; el marido que pierde la libido por la rutina conyugal; el varón que se siente preterido profesionalmente por una ejecutiva, y que no concibe vivir a costa de su mujer cuando vienen mal dadas; la pareja rutinaria intentando recuperar el deseo con fórmulas sexuales abiertas... Salen prácticamente todos los temas posibles de una relación de pareja, y a todos se les saca partido, con las miserias y mentiras que a veces se pueden generar en las relaciones amorosas, en el caso de los hombres, habitualmente, para mantener sus egos y sus autoestimas, siendo lo cierto, a nuestro entender, que la visión de la serie hace que las mujeres queden, en general, por encima de los varones, aquí retratados como mucho más vulnerables y perdidos que ellas.

Al ser cuatro las parejas al retortero, permite una amplia casuística en la lucha de sexos, actualizada además con temas tan de nuestro tiempo como el machismo, el patriarcado, el techo de cristal, la competitividad laboral, la discriminación positiva... Nos parece bien que las tramas vayan cambiando prácticamente en cada capítulo, haciéndolos así más amenos y ágiles.

Hay elementos novedosos, muy de nuestro tiempo, como el ligue a través de aplicaciones como Tinder, o el fenómeno de los y las “influencers”, del que los creadores no tienen precisamente la mejor de las opiniones, como queda reflejado, entre otros momentos, en el diálogo entre Pedro y su novia, ambos “influencers”, cuando el hombre le dice “nos aprovechamos de que la gente es idiota para ganarnos la vida”.

Se agradece mucho que el humor sea con frecuencia políticamente incorrecto, lo que no es muy habitual en este tiempo de “ofendiditos”. En este sentido, la serie echa mano de todo tipo de humor (físico, verde, de tontos, de opuestos... menos mal que no del marrón o escatológico, que como bien sabemos es, literalmente, una mierda...), con buenos diálogos y una puesta en escena funcional, debida en todos los casos a Laura Caballero, que actúa como realizadora de todos los episodios, permitiéndose algunos interesantes momentos de creatividad visual, dentro de un contexto competentemente profesional.

Aunque el final contenga algunas resoluciones poco coherentes y otras bastante predecibles, el conjunto es apreciable, sobre todo porque se pasa lo políticamente correcto por el arco del triunfo, siendo así que nos parece que la serie funciona, con buen ritmo, resultando divertida a fuer de incorrecta.

Algunas curiosidades: hay un interesante tratamiento musical, con famosas composiciones clásicas (como la famosa Zarabanda de Händel, inolvidable tema principal de Barry Lyndon), con ciertos arreglos que les dan un toque cómico muy apropiado a la temática de la serie. Por otro lado, cuando uno de los varones se convierte a la fe del feminismo, lo hace con más pasión que nadie, con esa fe del converso de la que en España (ay, aquellos judíos o moriscos medievales convertidos al cristianismo, más cristianos que nadie...) somos peritos, lo que permite también cierto jolgorio a costa de los excesos del convencido feminista de nuevo cuño. También es reseñable el cachondeo con el que se toma la serie esos cursos de “deconstrucción de la masculinidad”, y no digamos a sus opuestos, que llaman de “reconstrucción de la virilidad”, en los que se le saca punta a las dos posturas contrapuestas, siempre en son de guasa, sin obviar, satirizándolas, las muchas contradicciones en las que ambas actitudes incurren.  

En el apartado interpretativo, a los cuatro actores protagonistas se les ve muy entregados a sus papeles, así como a sus correspondientes parejas femeninas. Como curiosidad dentro del apartado actoral, llama la atención el personaje de Álex, la hija adolescente de Santi, que, con su desparpajo sobre el sexo, recuerda poderosamente el rol de la hija también púber de Juan Cuesta de Aquí no hay quien viva, una chica aún menor de edad pero que lo sabe todo del erotismo, sobre lo que impartirá algunas clases magistrales a su progenitor, que a su lado, en ese aspecto, es un imberbe... También citar algunos actores de reconocido prestigio (María Castro, Nathalie Seseña, Petra Martínez, Jordi Sánchez...) que tienen papeles cortos, en ocasiones casi cameos, por supuesto resueltos con toda solvencia.


La segunda temporada de la serie, compuesta también por 10 capítulos, (re)incide con fortuna en la misma temática, procurando no resultar repetitiva sino ir abriéndose a algunas variantes y desbrozando otras veredas, siempre dentro del esquema general de este audiovisual, a vueltas con la llamada “deconstrucción (o no) del macho”, y siempre con un tono de humor políticamente incorrecto, lo que tanto se agradece en estos asfixiantes tiempos a ese respecto. Aquí tendremos a los cuatro personajes principales masculinos, que son propiamente los protagonistas, aunque ellas también tengan sus momentos estelares. Cada uno de estos machos en deconstrucción (o no...) aparecerán con sus respectivas neuras: Luis, el poli local, ahora ya en plan macho deconstruido; Santi, el arquitecto, intentando que su ex vuelva con su anterior pareja, porque no la soporta; Pedro, el productor televisivo, al que le ponen una jefa en su nuevo trabajo; y Raúl, el cocinero, que se asocia con un gay para montar un restaurante y su socio intenta introducirlo en su mundillo.

Es cierto que esta segunda temporada parece más estresada, todos están muy gritones y agitados, quizá en eso es menos fresca, aunque es verdad que, en general, mantiene el buen tono de la primera. Así, se juega a placer con todo tipo de tópicos feministas, machistas, gais... sacándole punta a todo, generalmente con buen tino,  con un humor políticamente incorrecto que  sigue funcionando; y es que es gracioso reírse de muchas cosas que nos parecen tan serias...

De esta forma, los temas, siempre en torno a la lucha de sexos y a las relacones intersexuales (o intrasexuales...), se atreven con asuntos que pueden ser vidriosos, como el porno en la infancia, el acoso sexual, el sexo madrastra/hijastro, y las personas trans, y todos ellos son tratados con comicidad pero también con tacto. Otras cuestiones de actualidad sexual digamos “alternativa”, como los clubs de pajas y los de intercambio de pareja o “swinging”, tendrán también su momento estelar.

Hay incluso lugar para una línea argumental que entra de lleno en la metaficción, cuando al productor televisivo, tras serle rechazado por su cadena un programa feminista, se le ocurre presentar el proyecto de una serie de ficción titulada precisamente... “Machos alfa”, con cuatro machirulos en desconstrucción...

Curiosidades: la mujer del policía local, Esther, se revela aquí como una machista integral, con todos los tics habituales, mientras que su marido ya se ha convertido fervientemente al feminismo, con lo que tendremos graciosos choques en la pareja con las mentalidades invertidas. También nos parecen llamativas tres cuestiones clave en esta segunda temporada: una, el hecho de que los hombres, todos, mientan más que parpadean; aquí varón y mentiroso compulsivo son sinónimos; dos, que esos mismos hombres están metiendo permanentemente la pata, tienen una capacidad innata para joderlo todo, especialmente en su relación con ellas; y tres, las mujeres aquí siempre quedan por encima de los varones; y es que, quizá salvo la esposa del policía, todas las demás tienen bastante más seso, bastante más sentido común, que los babiecas de sus parejas...

En la tercera temporada nos encontramos a Pedro, el productor audiovisual, con dos frentes abiertos: por un lado, su ex, Daniela, se ha quedado embarazada de la última vez que se acostaron, aunque ahora ya no están juntos, y por otro, en la productora le ponen a una CEO que le hace la vida imposible; Santi, el arquitecto, sin trabajo, se gana la vida como “rider” mientras tiene a su ex en su casa de “okupa”, la hija se echa de novio a un cuarentón, y él se enamora hasta las trancas de una feminista militante y renuente al compromiso, que solo queda para follar; Raúl, el cocinero, se reencuentra con una antigua compañera del instituto, Marimar, y pronto estará entre dos amores, su ex, Luz (que se ha echado una novia millonetis) y esta novia que es muy católica y muy mojigata; Luis, el policía local, tendrá que lidiar con tres frentes: la hija de nueve años dice ser un chico; la madre, con 80 años, le pide el divorcio al padre para vivir la vida; y su mujer, a la que le ha conseguido un papelito en la serie que produce Pedro, hace un desastre de casting y descartan su escena, aunque ella no lo sabe...

Esta tercera temporada se caracteriza por mantener el mismo desparpajo a la hora de tratar temas sensibles, de esos de los que hay que ponerse guantes de corcho antes de empezar a hablar de ellos; aquí tendremos un poco de todo, desde lo transgénero en los menores de edad a los célibes involuntarios (los que no follan porque no pueden, vamos...), pasando por la revelación de conversaciones privadas de WhatsApp con consecuencias negativas para los idiotas que los escriben (aunque los textos de los “guasapeadores” sean inaceptables), los heterocuriosos, la abolición o regulación de la prostitución, el anarquismo romántico, e incluso, aunque un poco de pasada, el #MeToo y la cultura de la cancelación: todo un popurrí, como vemos, pero generalmente bien ensamblado y sin perder demasiado la coherencia entre todo ello.

Gusta, desde luego, el cachondeo con las ininteligibles definiciones de nombres (digamos) chiripitifláuticos para todo lo relacionado con feminismo, sexualidad, relaciones de pareja, etc. No gustan tanto algunos tics que podrían considerarse racistas (mayormente con la criada de Fernando y sus padres venidos de Hispanoamérica, todos ellos muy amerindios).

Esta tercera temporada sigue riéndose a placer de lo complicadas que son las relaciones entre parejas, siendo especialmente divertidos los diálogos de los cuatro protagonistas cuando se reúnen solos. En este sentido, la serie sigue siendo (afortunadamente...) políticamente muy incorrecta, aunque quizá haya perdido parte de su gracia al perderse la sorpresa inicial de esa incorrección política, social y sexual.

En su conjunto podríamos decir que esta tercera temporada de Machos alfa parece algo más flojita que las dos anteriores, aunque no haya perdido virulencia en su parodia de las relaciones entre sexos; a veces parece que a los temas nuevos que tocan no se les saca todo el partido posible o no los rematan. En cuanto a las relaciones entre las cuatro parejas (con algunos excursos periféricos...), parece que la temporada está claramente bajo el que podríamos llamar el síndrome de la margarita: “te quiero, no te quiero...” (o su equivalente más rijoso: “follamos, no follamos...”).

En el elenco artístico llama la atención la incorporación de Marta Hazas como novia católica y mojigata de Raúl: Hazas, buena actriz, sin duda, se parece mucho a la otra novia de ese mismo personaje, interpretada por Kira Miró, con lo que a veces cuesta trabajo saber cuál de las dos es, incurriendo con ello en un clamoroso error de casting.



Machos alfa - by , Mar 12, 2023
3 / 5 stars
Machirulos en deconstrucción