Enrique Colmena

Se ha cumplido este mes de agosto (ferragosto, más bien…) de 2024, concretamente el día 3, el centenario de la muerte de Joseph Conrad, considerado como uno de los más grandes escritores en lengua inglesa, y también uno de los que más ha influido en la  literatura posterior. Nacido Józef Teodor Konrad Korzeniowski, en 1857, en el entonces Imperio Ruso, ahora Ucrania, pero de estirpe polaca (nacionalidad que hizo suya, junto a la británica), fue autor de una vasta obra literaria, cultivando sobre todo la narrativa, en la forma de novela y relato, pero también el ensayo. La génesis de su obra podría acaso simplificarse hablando de sus dos pasiones, el mar y Shakespeare. Embarcado como marino profesional desde joven, esa experiencia, unida a la devoción por El Cisne de Avon, daría lugar a una obra sugestiva, en la que la aventura no es una mera peripecia, sino el paisaje natural de una honda introspección en la naturaleza humana, creando arquetipos que han quedado como mitos del ser humano (Lord Jim o la cobardía que ansía la redención, Kurtz o la locura de la inteligencia sin la moderación del humanismo). Podríamos decir, alegóricamente, que el Conrad escritor sería algo parecido a lo que ocurriría si Salgari fuera poseído por el espíritu de Eurípides, acción exterior e interior a un tiempo, peripecia y tragedia de consuno.

La obra narrativa del gran autor anglo-polaco, como cabía esperar, ha sido profusamente llevada a la pantalla, grande o pequeña. La IMDb censa, hasta la fecha en la que se escriben estas líneas, un total de 92 títulos, entre cortos, largos y series o miniseries, datando el primero de esos títulos de 1919, tres años antes de la muerte de Conrad, y el último de este mismo 2024 en el que se escriben estas líneas. Hay, además, en postproducción, otro título.

Vamos a repasar algunos de esos 92 títulos, sin ánimo exhaustivo, haciéndolo por novelas o relatos versionados al cine, para ver qué adaptaciones han tenido las más conocidas obras narrativas conradianas. Utilizaremos para cada novela o relato el título con el que se conoce en español, con independencia de que las películas o miniseries puedan aparecer con su título original (si no fueron estrenadas comercialmente en España) o incluso con otros títulos, al tratarse de versiones muy libres de esos textos.


Victoria

Publicada en 1915, el cine yanqui, en fecha tan temprana como 1919, llevará a la gran pantalla esta novela, Victoria, en lo que supuso la primera versión al cine de una obra de Joseph Conrad, la adaptación que el cineasta franco-norteamericano Maurice Tourneur realiza con el título de Victory, lógicamente en versión muda (única existente en aquella época), y con un reparto en el que, en un personaje secundario, aparecía Wallace Beery, un actor característico que años más tarde protagonizaría algunos títulos míticos de los primeros años del sonoro, como El campeón y La isla del tesoro. La novela, ambientada en lo que hoy es Indonesia, gira en torno a uno de los temas más queridos por Conrad, el ser humano en crisis, económica y, sobre todo, moral, que intenta rehacer su vida con consecuencias impredecibles, casi siempre negativas.

Ya en la época sonora, el cine norteamericano vuelve a versionar esta novela, ahora con el título en España de Paraíso peligroso (1930), con dirección de William A. Wellman (el realizador de Alas, primera película oscarizada de la historia). Lo peculiar de esta versión es que en los principios del cine sonoro el doblaje estaba aún en mantillas, y en esos primeros años algunas “majors”, como Paramount, la productora de este film, optaron por rodar también otras versiones alternativas a la original en inglés, de tal manera que, concretamente de esta Paraíso peligroso se hicieron, según nuestros datos, hasta cinco versiones más a otros tantos idiomas, todas ellas filmadas en los estudios que la productora del logo de la montaña poseía en Joinville, al noreste de Francia. Allí se hicieron, por tanto, todas en 1931, las versiones de la novela Victoria de Joseph Conrad en francés (Dans une île perdue, con dirección de Alberto Cavalcanti), en italiano (La riva dei bruti, con dirección de Mario Camerini), en alemán (Tropennächte, con realización de Leo Mittler), en polaco (Niebezpieczny raj, dirigida por Ryszard Ordynski) y en sueco (Faraornas paradis, con puesta en escena de Rune Carlsten); por supuesto, los equipos artísticos, y también mayoritariamente los técnicos, eran de la nacionalidad correspondiente al idioma de cada caso.

La siguiente vez en la que esta novela conradiana fue llevada a la pantalla lo sería en 1940, de nuevo bajo pabellón norteamericano, con el título de Victory, otra vez bajo producción de Paramount, que tenía los derechos para el cine, y con dirección de John Cromwell, en este caso con una estrella de la época, Fredric March (que no “Frederic”, como tan habitualmente se le llamaba…), muy popular en su momento aunque ahora ya nadie se acuerde de él. Esta versión tenía la peculiaridad, nada desdeñable, de ser uno de los films contrarios al aislacionismo norteamericano durante el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, apostando por la idea (que muy vagamente flotaba en el original conradiano) de que había que luchar contra la injusticia y la crueldad aunque no incumbiera directamente a la persona (o al país, en este caso). Curiosamente, aunque el film fue bien acogido por la crítica, en taquilla fue bastante mal, lo que debió enfriar los ánimos para volver a hacer adaptaciones de este texto.

Eso podría justificar que, tras esa versión de principios de los años cuarenta, pasara casi medio siglo hasta que encontremos una nueva, ahora en un país bien diferente, la entonces Alemania Occidental, dos años antes de su fusión con la llamada República Democrática Alemana. En España llevó el título de El paraíso del diablo (1987), y la dirigió el también actor Vadim Glowna, una versión que buscaba el público internacional con un reparto cosmopolita, desde el tedesco Jürgen Prochnow, entonces muy de moda por la exitosa El submarino, hasta el norteamericano Sam Waterston, también en la cresta de la ola por la oscarizada Los gritos del silencio, y el suizo Mario Adorf, en una versión bastante libre que buscaba más el tono aventurero que el metafísico y existencial que también concurría en el original conradiano.

La última versión que (a la hora de escribir estas líneas) se ha hecho sobre esta novela de Conrad sería la también titulada Victory (1996), una producción “taracea” (vaya, hecha por diversas cinematografías nacionales) occidentales: Estados Unidos, Alemania, Francia y Reino Unido, todas las cuales confiaron la dirección en el británico Mark Peploe, guionista (además de cuñado) de Bernardo Bertolucci, y que también dirigió algunos (pocos) films. Con un reparto ciertamente estelar (Willem Dafoe, Sam Neill, Iréne Jacob, Rufus Sewell…), la adaptación se ajustaba bastante al espíritu y la letra del original conradiano, buscando quizá ser la versión canónica, definitiva, de la novela.


Lord Jim  

Esta novela fue publicada por Joseph Conrad, por entregas, justo en el cambio de siglo, en 1900. Su tema, el de la búsqueda de redención de una cobardía socialmente inaceptable, convirtió a su protagonista, el Lord Jim del título, en una suerte de arquetipo humano, el de la persona que ansía una segunda oportunidad para expiar su anterior falta de valentía. El cine se hará eco al menos dos veces del texto conradiano. La primera, aún en la etapa silente, será Lord Jim (1925), film norteamericano dirigido por Victor Fleming (el años más tarde director de pelis tan populares como Lo que el viento se llevó y El mago de Oz), con el hoy olvidado Percy Marmont como el cobarde que quería redimirse.


La segunda vez que el cine afronta el empeño de llevar a la gran pantalla la novela conradiana pasa por ser la versión canónica en cine. Se tituló también Lord Jim (1965), siendo una coproducción anglo-norteamericana dirigida por Richard Brooks, un cineasta ciertamente competente que debería ser reivindicado, con un Peter O’Toole muy apropiado para el personaje central, entonces en la cresta de la fama tras interpretar Lawrence de Arabia, además de un muy apañado reparto internacional, con gente de la talla de James Mason, Eli Wallach y Curd Jürgens, en una versión razonablemente ajustada al texto de Conrad.


Nostromo

Publicada en 1904, Nostromo es la historia de cómo la expectativa de enriquecer puede enloquecer a un ser humano, la aventura de un hombre supuestamente incorruptible (el Nostromo del título), guardián por una serie de carambolas de un tesoro cuyo paradero solo él conoce, pero cuya mera existencia condicionará fatalmente el resto de su vida. Es, como se puede apreciar, una visión totalmente opuesta a la optimista del también clásico La isla del tesoro, de Robert L. Stevenson: aquí el tesoro no solo no será el Grial que solucionará todos los problemas de quien lo consiga, sino que por el contrario lo que hace es hundir a todos los que están o pretenden hacerse con él.

Sobre este clásico el audiovisual ha hecho dos versiones, aunque, como veremos, en el limbo se quedó la que podría haber sido la definitiva. Las dos que se rodaron fueron: en los estertores del cine mudo, la titulada en España El tesoro de plata (1926), producción norteamericana de la Fox, que encargó la realización al profesional aunque poco imaginativo Rowland V. Lee, con George O’Brien como protagonista. La película, una versión un tanto edulcorada de la historia conradiana, con “happy end” incluido, se considera perdida. La segunda adaptación de la novela conradiana, ya a finales del siglo XX, será la miniserie de 4 capítulos titulada Nostromo (1996), una costeada coproducción de varias televisiones europeas de primera línea, como la BBC, la RAI y RTVE, dirigida por el escocés Alastair Reid, un cineasta de probado talento, contando con un cosmopolita reparto en el que el italiano Claudio Amendola interpretaba a Nostromo, apareciendo también gente tan buena como Albert Finney, Brian Dennehy, Claudia Cardinale, Joaquim de Almeida y un jovencísimo Colin Firth.

La adaptación de Nostromo que no llegó a rodarse debía llevar también el nombre de la novela, y fue el último proyecto concebido por David Lean, quien sin embargo no pudo llevarlo a cabo al morir poco antes de comenzar la filmación, en 1991. La producción era ambiciosa, de la Warner, con Steven Spielberg en la producción ejecutiva, y para el reparto estaban previstos nombres del calibre de Marlon Brando, Peter O’Toole e Isabella Rossellini. Sobre aquel nonato rodaje se hizo hace unos años un muy interesante documental español titulado Nostromo, el sueño imposible de David Lean (2017), dirigido por Pedro González Bermúdez.

Ilustración: Una imagen de Peter O’Toole en Lord Jim (1965), de Richard Brooks.

Próximo capítulo: 100 años sin Joseph Conrad. Una mirada sobre su obra narrativa en la pantalla (II)