DISPONIBLE EN FILMIN
La transexualidad, hoy por hoy, está plenamente asumida en las sociedades avanzadas; hay reductos que no la aceptan, pero generalmente es por razones ideológicas (y de muy diverso tipo, no solo de ultraderecha...). Rurangi es una serie neozelandesa (con el apoyo para la ocasión de la industria finlandesa –que ya le pilla lejos—y la australiana –ésta bastante más cerca--) cuyo tema es precisamente la transexualidad, pero situada en un contexto social en el que ésta resulta todavía poco aceptable.
La serie, compuesta de dos temporadas de 5 capítulos cada una (con una duración ciertamente bastante corta, en torno a 20 minutos cada episodio), plantea la historia de Caz, un joven transexual que nació niña, aunque ya en su juventud se dio cuenta de que en realidad era un hombre, y realizó la transición marchándose a Auckland, la ciudad más poblada de la nación, abandonando el pueblo que le vio nacer, llamado Rurangi, y sin advertir a su padre, Gerald (la madre murió de cáncer tiempo después de su marcha), de esa transición. En Auckland Caz es activista especializado en salud mental “queer” y trans, con un grupo compacto en el que se apoyan unos a otros. Pero Caz, en la ciudad, era amante de un famoso jugador de rugby, una gloria nacional, casado con una mujer y con un hijo. Cuando ese famoso jugador aparece repentinamente suicidado, el mundo de Caz se desmorona, y decide volver a su pueblo natal, para afrontar viejos fantasmas, en un momento vital especialmente delicado para él...
Parece claro que lo que ha interesado al creador y guionista de la serie, Oliver Page, es precisamente enfrentar la novedosa identidad sexual del protagonista, que además es originario del pueblo, con esa localidad en la que hay de todo, por supuesto, pero predominan mayormente los especímenes más bien tirando a retrógrados. La difícil relación de Caz con su padre, que desconocía el tránsito de sexo de este, de chica a chico, será otro de los puntos fuertes de la serie, así como la oposición popular, aunque no unánime, sino muy dividida, sobre la utilización de los venenosos fosfatos en el tratamiento de los campos, oposición de la que el padre de Caz es ferviente paladín.
Aderezada con la historia de amor de Caz con su antiguo novio cuando era chico (que resulta se revela como gay, como el propio Caz, a pesar del cambio de sexo, lo que ya es peculiar...), Rurangi resulta ser una serie más entonada en su primera temporada (la grabada en 2020) que en la segunda (hecha en 2023); la primera se centra sobre todo en el conflicto de Caz al volver a su pueblo, del que salió siendo chica, habiendo abandonado a su familia para poder ser él, no ella, y, por supuesto, en la difícil relación que se establecerá entre el chico y su padre, que no entiende lo que ha hecho ni por qué lo ha hecho, aunque terminará aceptándolo (como, por lo demás, no le cabía más remedio...). Sin embargo, la segunda temporada abre el campo y se dedica a otros temas apuntados en la primera tanda de episodios, tales como el indigenismo maorí, con la búsqueda de la preservación de su lengua y su cultura, pero también la lucha contra la utilización de fosfatos en las explotaciones agrarias y, quizá secundariamente, la relación entre Caz y su exnovio, Jem, que ahora parece querer serlo de nuevo, una relación extraña porque Jem no quiere salir del armario en un pueblo mayoritariamente homófobo como Rurangi, y el hombre es una permanente duda, entre hacer caso a su corazón o a su trasnochado sentido de la vergüenza.
La serie quizá resulte un tanto morosa, aunque es verdad que conviene al tema, fundamentalmente la difícil aceptación de la diversidad sexual y de género en ambientes conservadores y tradicionales, pero también la fuerza del amor paterno-filial por encima de cualquier conflicto, y, en otra línea argumental, la posibilidad de la preeminencia del amor por encima del género, el amor a la persona, sin que haya necesariamente (aunque pueda haberlo) una relación sexual en sentido estricto.
Estamos ante una melancólica historia en el fondo bastante relajada, en la que apenas hay conflicto, quizá porque no explora todas las posibilidades de su premisa principal, obviamente el punto de fricción que supone la vuelta al pueblo de una persona con sexo distinto al que se fue. En su segunda temporada encontraremos algunas fugaces escenas en las que la añoranza del protagonista Caz por su amado y suicidado jugador de rugby supondrá la irrupción de algunos elementos fantásticos, con la aparición del amante como un ectoplasma físico, quizá la forma en la que el angustiado protagonista está afrontando, de forma subconsciente, su duelo por la pérdida del ser amado.
Es cierto que no se entiende la corta duración de los capítulos, apenas 20 minutos, cuando se podían hacer menos episodios pero de una duración más estándar, en torno a los 40 minutos, que es lo habitual en este tipo de productos; tal y como está hecha la serie, los capítulos son tan cortos que apenas empiezan, ya están terminando...
Como hemos dicho, nos parece que la primera temporada es mejor que la segunda, sobre todo porque se centra especialmente en el conflicto interior y exterior del protagonista, tras la muerte del amante y su regreso a los orígenes, pero la segunda temporada se dispersa y nos parece inferior; esta segunda temporada no se resuelve completamente, así que se supone que habrá tercera entrega de capítulos.
La serie está correctamente filmada e interpretada. Los actores, en general, poco o nada conocidos, como parece obvio teniendo en cuenta que son neozelandeses, cuyo cine (o series) llega más bien poco por España. El protagonista, Elz Carrad, es efectivamente un actor transgénero, habiendo nacido chica, realizando la transición ya de adulto.
(19-10-2024)