Pues ya está aquí, como viene siendo tradición, nuestro artículo sobre mujeres y cine en el 8-M, como modesta aportación a la tan justa causa del feminismo, que no es otra cosa que mujeres y hombres tengamos igualdad de derechos, deberes y oportunidades (dicho así suena muy fácil y obvio, pero qué incomprensiblemente difícil está siendo en la realidad...). El lector interesado puede leer las anteriores ediciones de esta serie de artículos sobre mujer, cine y 8-M pulsando sobre los siguientes enlaces: 2019, 2020, 2021, 2023, 2024.
Como hemos hecho en anteriores ocasiones, hemos realizado un recuento de las películas actualmente en cartel que están dirigidas por mujeres, y hemos comparado ese dato con el del total de films en cartelera: el resultado ha sido que el 22% de las pelis que actualmente se pueden ver en las salas de España están dirigidas por féminas; escaso porcentaje, sin duda, muy lejos del 50% al que hay que aspirar, pero con alguna esperanza si tenemos en cuenta que el año pasado, ese mismo recuento dio un 19%. Algo hemos crecido, entonces, aunque no es gran cosa. A este paso, si se mantuviera ese incremento, tardaríamos en torno a diez años en llegar a la mitad de las pelis con dirección femenina: largo me lo fiáis, como decía el clásico... Confiemos que el proceso se acelere, porque, entre otras cosas, el mundo necesita como el comer de la mirada femenina, necesita un poco de serenidad entre tanta testosterona...
Hay actualmente 15 films en cartelera con dirección de mujeres, aunque en alguno de ellos está compartida esa dirección con hombres. Lo bueno es que, como cabía esperar, hay pelis de todo tipo y color: por ejemplo, biopics sobre fuertes personajes femeninos, como Lee Miller, film británico de Ellen Kuras sobre la famosa fotoperiodista del título, la primera que actuó como reportera de guerra en una conflicto armado (la Segunda Guerra Mundial, concretamente), con interpretación de la oscarizada Kate Winslet, tan lejos ya de aquella jovencita de Titanic. O el film romántico con viaje en el tiempo que supone El secreto del orfebre, con dirección de la española Olga Osorio, con apañada pareja, Mario Casas y Michelle Jenner, que sin embargo solo comparten un único plano...
La también española Helena Tabernas, la interesante cineasta navarra que rodó Yoyes (1999), cuando hacer cine “contra” ETA te podía poner en la diana de la siniestra banda criminal, tiene también película en cartelera, Nosotros, una historia de desamor, con una pareja ciertamente apreciable, María Vázquez y Pablo Molinero. De Italia nos ha llegado Vermiglio, con dirección de Maura Delpero, ambientada a finales de la Segunda Guerra Mundial, con la llegada de un extraño que (quizá a la manera del personaje de Terence Stamp en la pasoliniana Teorema) desestabilizará el “statu quo” de la familia protagonista.
También es posible ver actualmente en carteleras, gracias a los recientes premios (Goyas y Oscars, mayormente), algunas películas dirigidas por mujeres que disfrutan por ello de un segundo aliento, como La infiltrada, la muy estimulante peli de la vasca Arantxa Echevarria sobre la mujer policía que se convirtió en topo dentro de ETA durante los años noventa, un film que ha conseguido una rara unanimidad positiva entre crítica (bueno, menos los sectarios de turno...) y público, convirtiéndose en uno de los grandes éxitos de la temporada del cine español, con un gran trabajo de Carolina Yuste, sobre todo, pero también de Luis Tosar y de un entonadísimo elenco interpretativo. También La sustancia ha vuelto a la cartelera, no tanto por los Oscars conseguidos (se ha tenido que conformar con el que era más que evidente, Maquillaje y Peluquería, y sin el que parecía cantado para el entregado trabajo de Demi Moore), sino porque el film de la francesa Coralie Fargeat es, evidentemente, una apuesta muy “heavy” para un tema, el anhelo por ser (o parecer) joven, que puede llevar a excesos tan desopilantes como los que se nos muestran en esta peli.
Pero, como ya venimos haciendo en estos últimos años, queremos también echar la vista atrás sobre algunas de las buenas películas dirigidas por mujeres que hemos podido ver en estos últimos doce meses, desde marzo del año pasado hasta ahora, para completar esta especie de fotografía de la cartelera actual con una mirada en retrospectiva que nos dé un cuadro más amplio, más general, del cine que ha sido puesto en escena por directoras.
Así, recordaremos Puan, una muy curiosa película argentina de corte universitario, y además dentro de la disciplina de Filosofía, donde se habla con desparpajo de Hobbes y Spinoza, y nadie piensa que son futbolistas ingleses o brasileños... La peli está codirigida por un hombre, Benjamín Naishtat (con este apellido debe ser de Bollulos...) y la directora María Alché. También tendremos un recuerdo para Sangre en los labios, la nueva peli de la británica Rose Glass tras la impactante Saint Maud, aquí en una clave entre la vigorexia, el lesbianismo, la sororidad y un final que parece imaginado con códigos de una Hulka que en vez de marveliana fuera más bien surrealista, y con un trabajo estupendo de una Kristen Stewart que ha dejado atrás la pastelosa adolescencia para convertirse en una poderosa actriz de (literalmente...) armas tomar.
Siempre nos quedará mañana ha sido una agradable sorpresa, una revisitación en clave neorrealista (pero, obviamente, con una mirada muy de nuestro tiempo) que ha supuesto la ópera prima como directora de la actriz Paola Cortellesi, una peli italiana que habla de maltrato conyugal, pero lo hace desde una perspectiva distinta, que a algunos les ha parecido idealizadora del tema, cuando no hay nada más lejos de ello...
También nos ha interesado la belga Víctima imperfecta, dirigida por Delphine Girard, sobre el tema de la violación cuando esta parece adquirir ropajes ambiguos, con un muy potente comienzo, aunque después el nivel del resto no tenga igual altura, a pesar de lo cual es una película apreciable. En un tono muy, muy distinto, la escandinava Descansa en paz, sobre la novela de John Ajvide Lundquvist (el autor de Déjame entrar, para que nos situemos...), y dirigida por Thea Hvistendahl, nos presenta un mundo con zombis muy diferente al que nos tiene acostumbrados las novelas y pelis sobre el tema, con escenas que desgarran emocionalmente al espectador.
La quimera, con dirección de la italiana (a pesar del apellido...) Alice Rohrwacher, profundiza en el cine de esta realizadora, tendente siempre a un cierto tono entre surrealista y absurdo que, sinceramente, no nos llega demasiado, pero al que no le vamos a negar que tiene una impronta muy, muy personal. Como personal (y para nuestro gusto, mucho mejor como película) es Sidonie en Japón, dirigida por la francesa Élise Girard, en esa fascinación que el cine europeo revela en los últimos años sobre el país del Sol Naciente (recuérdense películas como Perfect days o Une part manquante), con una estupenda Isabelle Huppert, que está disfrutando de una senectud envidiable, y además cada vez nos parece más talentosa, en una cinta plagada de detalles sutiles, una historia de amor pero sobre todo de duelo, de pasar página de una forma tan distinta a la que estamos acostumbrados a ver.
Shayda, que nos llega desde Australia, nada menos, nos presenta sin embargo un tema recurrente y descarnado, el de la inmigración mezclada con el maltrato de pareja, con dirección de la cineasta iraní (emigrada al país de los canguros) Noora Niasari, quien pone en imágenes la historia de su madre, exiliada en Australia y a la par huyendo de su maltratador marido, en un film que, desde luego, no deja indiferente.
Pero quizá lo más llamativo de este año, visto desde la perspectiva del cine dirigido por mujeres, sea el alto nivel de las propuestas que se han hecho en nuestro país, España: así, a vuela pluma, recordaremos (además de La infiltrada, ya citada al seguir en cartel) algunos títulos como Soy Nevenka, la potente denuncia de Icíar Bollaín de aquel caso de acoso sexual y humillación pública que supuso a principios de este siglo la primera condena por un tema como ese, en concreto con el alcalde de Ponferrada, con una estupenda interpretación de la joven Mireia Oriol; también La virgen roja, la representación en cine (ya la había hecho hace casi cinco décadas Fernando Fernán Gómez en Mi hija Hildegart) de la desgraciada historia de Hildegart Rodríguez, la brillante estrella política e intelectual de los años treinta, asesinada por su madre Aurora por no plegarse a sus dictados de perfección fanática y alejamiento de los hombres y del amor, con gran trabajo de, sobre todo, Najwa Nimri (incomprensiblemente olvidada en las nominaciones a los Goya).
Qué decir, entonces, de la magnífica Los destellos, la nueva película de la aragonesa Pilar Palomero, una sutilísima aproximación a un tema, el cuidado de los enfermos terminales, que podía haber sido un campo de minas, pero que en sus manos se sortea ese posible hándicap para convertirse en una bellísima elegía, en una historia hecha de pequeños detalles, de miradas, siempre en do menor, como sin querer molestar, pero llegando muy hondo, y con unas interpretaciones exquisitas: Pilar López Arnaiz, pero también Antonio de la Torre, y la jovencísima Marina Guerola, incluso el habitual cómico Julián López, aquí imbuido de su personaje, hecho tan hacia adentro.
Citaremos para finalizar tres óperas primas también dirigidas por españolas, diversas en sus tonos y en sus temas, pero ambas con interés: Rita es el debut en la dirección de la actriz Paz Vega, una mujer que trabaja con asiduidad tanto en España como en Estados Unidos, donde tiene buen cartel, y que aquí echa la mirada hacia atrás, hacia la Sevilla de los años ochenta en la que se crio, en una mirada semiautobiográfica que recrea muy bien el ambiente de la época, y en un contexto, el maltrato conyugal, que si hoy día es una de las lacras de nuestro tiempo, en aquellos años era incluso peor. Y Fin de fiesta, primera peli como directora de la productora Elena Manrique, una comedia negra de tintes berlanguianos sobre inmigración ilegal, clasismo y paternalismo, con el descubrimiento de una actriz, Sonia Barba, con una sorprendente vis cómica, toda una revelación.
Ilustración: Paloma López Arnaiz y Antonio de la Torre, en una escena de Los destellos, de Pilar Palomero, una de las grandes películas dirigidas por mujeres del último año.