Pelicula:

Un prologo en blanco y negro inicia la película, con una voz en off que declama impostadamente sobre el ansia del ser humano por volar; después, ese tono solemne se va transformando en irónico, incluso jocoso, cuando vemos algunas de las peculiares formas en las que el hombre intentaba levantar (literalmente) el vuelo a finales del siglo XIX, hasta llegar a conseguirlo finalmente, a principios del XX, de la mano de los hermanos Wright. ... La historia que se nos narra se inicia en 1868, en Pensilvania, donde la montaña adyacente al pueblo, como si fuera el volcán que no es, parece entrar en erupción, y además se oye una voz tonante, como si fuera de Jehová, que habla de la maldad del ser humano, etc. A partir de ahí, un agente del gobierno, Strock, contacta con Mr. Prudent, anciano productor de aerostatos, su hija Dorothy, y el novio de esta, Evans, para que les alquile un globo con el que investigar la cima de la montaña; todos viajan en el aerostato, pero al acercarse a la cima, del cráter surgen varios proyectiles que derriban el aparato, cayendo dentro del orificio sobre el monte. Cuando despiertan, se enteran que están en el dirigible Albatros, comandado por un hombre llamado Robur, empeñado en, con su formidable nave, acabar con las guerras en el mundo...

Esta película, El amo del mundo, parte realmente de la combinación de dos novelas de Julio Verne, Robur el conquistador (publicada en 1886) y Amo del mundo (en 1904, el año antes de su muerte). Richard Matheson, el gran escritor y guionista norteamericano, fusionó ambas historias en un libreto cinematográfico y le añadió una trama romántica, con una mujer entre dos hombres, y el resultado fue esta curiosa El amo del mundo, film que centra su tema en las guerras que asolan nuestro planeta desde que el ser humano lo domina, y en la figura de un prototípico “mad doctor”, un científico loco, el carismático Robur, que no duda en provocar miles de muertes (de aquellos que se niegan a desarmarse) para conseguir su objetivo de terminar con los conflictos bélicos.

De llevar a la pantalla este apañado guion (que mezcla con habilidad las dos tramas vernianas) se encargó William Witney (1915-2002), un veterano cineasta perito en, sobre todo, films de aventuras y wésterns, un director que a partir de los años sesenta se dedicó mayormente a poner su oficio al servicio de series televisivas de la época tan populares (entonces...) como Mike Hammer, Bonanza o El virginiano. Witney nunca fue un cineasta exquisito aunque sí bastante profesional, y cumplió con el cometido encomendado. Otra cosa es que los efectos especiales y visuales fueron ciertamente penosos, con una serie de transparencias y “matte painting” hechas muy cutremente, como esa montaña que corona el pueblo de Pensilvania, clamorosamente pintada, aunque es verdad que ese cutrerío añade al film un cierto tono naif e ingenuo que no le viene mal, que lo hace simpático, contrapesando con ello la antipatía que despiertan casi todos los personajes: Robur, por su soberbia y su impiedad para acabar con la guerra; Prudent, el viejo científico, un tipo insoportable, permanentemente refunfuñando; el novio de la bella, Evans, un celoso de manual, siempre con el honor en la boca pero escasamente resolutivo; incluso el prota, Strock, resulta un personaje taimado, jugando a dos barajas para conseguir sus objetivos; solo el personaje de ella, Dorothy, está visto con positividad, es el único realmente humano, generoso y entregado. En este sentido, hay una escena paradigmática del tono del film, una escena que obviamente procede del humanismo realista del guionista Matheson, cuando Strock le da una lección al petimetre del novio de la chica, Evans, que vive en un mundo ideal de caballerosidades y palabras de honor, un mundo ajeno al real y a las artimañas que hay que usar para conseguir los objetivos; realismo versus honor, entonces, en una visión muy moderna del mundo, poco habitual en aquellos tiempos de comienzos de los años sesenta.

Hay algunas escenas plenas de tensión y emoción, como la secuencia en la que los tripulantes del dirigible tendrán que ayudarse de pértigas para evitar la colisión con las montañas entre las que vuela de forma casi rasante, pero también otras (como la del bombardeo sobre la batalla que tiene lugar en África entre dos ejércitos) hecha con bastante tosquedad, y donde los efectos especiales son especialmente horribles.

Con todo, el conjunto es agradable, con uno de los temas recurrentes de Verne, la utilización de la ciencia por parte de científicos tan iluminados como enajenados, que quieren imponer su visión del mundo, lo que casi  siempre pasa por dominarlo mediante la fuerza. La moraleja del film podría ser que, efectivamente, el fin (por muy loable que este pueda ser) no justifica nunca los medios, sobre todo cuando estos son inicuos y conllevan grandes derramamientos de sangre. El eslogan “desarme o destrucción”, que propugna el enloquecido antagonista, será, entonces, la beligerante plasmación de la ideología demente de Robur.

El personaje de la chica es bastante avanzado para la época, una mujer con opiniones propias, aunque, inevitablemente, tenga que pagar el peaje de ser “protegida” sucesivamente ya por el padre, ya por el novio, ya por el hombre (Strock) del que evidentemente se está enamorando.

Los intérpretes, correctos: la habitual circunspección de Charles Bronson funciona bien en la historia, un hombre que calla sus sentimientos y sus intenciones para poder desarbolar la locura de Robur; Henry Hull, como el viejo Prudent, quizá se pase bastante en su desagradable personaje, como si fuera el enanito Gruñón de Blancanieves; el mejor, sin duda, el gran Vincent Price, al que le basta su imponente figura y su carisma para revestir de nobleza (de una nobleza malévola, por supuesto...) a su personaje, al que él hace grande (y no solo físicamente, que también...).

(13-04-2025)


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El amo del mundo - by , Apr 13, 2025
2 / 5 stars
Desarme o destrucción