Pues ya tenemos el palmarés de los nonagésimo séptimos Premios de la Academia de Hollywood, vulgo Oscar, relativos al año 2024 aunque entregados en 2025. Dicen las crónicas (y no seré yo el que lo desmienta) que esta edición ha consagrado el triunfo del cine independiente, el famoso cine “indie”, aunque tampoco es que sea una novedad, porque últimamente las pelis que ganan no suelen estar patrocinadas por grandes estudios. Este año, por ejemplo, de las candidatas con más nominaciones solo Dune: Parte Dos y Wicked contaban con el respaldo de un gran estudio (Warner y Universal, respectivamente), mientras que el resto eran producciones que se pueden reputar como independientes, así que difícilmente podría haberse producido otra cosa que el triunfo de lo “indie”...
Perogrulladas aparte, la clara ganadora de esta edición ha sido, evidentemente, por número y por entidad de los galardones, Anora, la película de Sean Baker que se ha llevado nada menos que cinco Oscars (decimos “nada menos”, aunque al lado del tiempo en el que alguna película arrasaba, como Titanic o El retorno del rey, esto es una minucia...), por los conceptos de Película, Dirección, Guion Original, Montaje (estos tres para Sean Baker, auténtico “hombre-orquesta” de la peli) y Actriz Protagonista (Mickey Madison). Tenemos escrito que nos gustaron bastante más las anteriores propuestas de Baker, The Florida Project y Red Rocket, porque esta Anora tiene problemas de ritmo y una bastante evidente descompensación en su metraje, con un extenuante planteamiento que aburre a las ovejas, aunque luego mejora... Eso sí, que la película ganadora de los Oscars nos presente a los rusos como una panda de mafiosos muy poco recomendables no sé si está en la onda del tipo del pelo de panocha que ha alquilado por cuatro años el apartamentito ese de la Casa Blanca...
The brutalist, la larguísima película (casi cuatro horas: ¿hay necesidad?) de Brady Corbet, que también tenía muchas opciones, se ha tenido que conformar con el segundo puesto en el podio, con tres estatuillas, las relativas a Actor Protagonista (Adrien Brody, que recoge su segundo Oscar tras el de la polanskiana El pianista), Fotografía y Banda Sonora Original.
El narco-trans-musical Emilia Pérez, objeto de una brutal campaña en su contra, tanto por su tratamiento de México (como si fuera una película realista... qué despiste, por favor...) como, sobre todo, por los desafortunados “tuits” de Karla Sofía Gascón de hace un lustro, al final no se ha ido de vacío, consiguiendo dos Oscars, los relativos a Actriz de Reparto (tan justamente ganado por Zoe Saldaña, que está espléndida) y Canción Original, con letra del director Jacques Audiard, que también se ha lucido el angelito en la campaña en contra de su película... Karla Sofía, víctima de la (in)cultura de la cancelación, se ha quedado sin estatuilla, como era de prever... Seguimos sin enterarnos de que no se premian vidas, sino obras artísticas... El que quiera existencias incólumes, que se vaya al santoral...
Dune: Parte Dos, como queda dicho una de las dos representantes de una “major” entre las favoritas, se ha tenido que conformar con dos Oscars, ambos “de pedrea”, en concreto por los conceptos de Efectos Visuales –este era de cajón...- y Sonido. Wicked, la primera parte del proceso de beatificación de la Bruja del Norte, se ha llevado otros dos igualmente de cagalástima, los relativos a Vestuario –muy apropiado, es cierto, con esos modelitos desopilantes...- y Diseño de Producción. Ya que estamos con “beatificaciones”... Cónclave, el muy interesante thriller cardenalicio de Edward Berger, se ha tenido que conformar con una sola estatuilla, la de Guion Adaptado, cuando parecía llamada a mayores logros.
A real pain, el “coñazo” (traducción libre de ese título en inglés...) de Jesse Eisenberg, se llevó, como parece que estaba cantado, el Oscar al Actor Secundario, para Kieran Culkin, que aprovechó su “speech” para pedirle a su mujer otro hijo más, en una variante de los discursos de agradecimiento que, como se ponga de moda, repueblan el mundo (a ver, aquí en nuestro país, que lo hagan en la España vaciada...).
La sustancia, que era otra de las favoritas, al final se tuvo que conformar con una sola estatuilla, muy apropiadamente la de Maquillaje y Peluquería, departamentos que se tuvieron que batir duramente el cobre, especialmente en ese último cuarto de hora en el que nos acordamos de Carrie y, sobre todo, de El hombre elefante (y también de la madre que parió a la directora...). Demi Moore, que se veía ya con su tío Oscar entre las manos, al final se quedó sin él...
Muy merecido el Premio a la Película Internacional para Aún estoy aquí, la cinta franco-brasileña que denuncia duramente la represión de la dictadura brasileña en los años setenta, centrándose en la familia de un ex diputado que fue secuestrado, torturado, asesinado y desaparecido, y, sobre todo, se centra en su mujer, una auténtica madre coraje que hizo lo correcto (reclamar incansable por su marido, sacar adelante a su prole contra toda esperanza), aunque hacerlo fuera tan difícil.
El Premio a la Película de Animación se lo llevó, también de forma tan merecida, la letona Flow, una bellísima fábula humanista hecha con un “software” de uso libre (o sea, con tres perras gordas...), confirmando que, como en la Biblia, David puede ganar a Goliat (aquí Pixar-Disney y su Del revés 2, DreamWorks y su –por lo demás estupenda...- Robot salvaje), como tanto nos gustaría que Zelenski ganara al Dúo Calavera, también conocido como Trump & Vance.
Por cierto que la ceremonia se centró mayormente en el homenaje a los héroes que lucharon contra los devastadores incendios de hace unas semanas en Los Ángeles, pero no le metieron mayormente el dedo en el ojo al actual inquilino de la Casa Blanca, habiendo tantos motivos para ello; solo los directores (judío y palestino) de No other land, ganadores del Oscar al Mejor Documental, hicieron una declaración de corte político en pos de una paz duradera en Oriente Próximo y abogaron por la solución de los Dos Estados (Israel y Palestina), en clara confrontación con la abyecta visión oval de Gaza como una Riviera de la que se hubiera expulsado a todos sus habitantes. Y es que los Oscar (como los Goya recientemente) parece que están perdiendo el fuelle político que, en otro tiempo, fue consustancial a la ceremonia. No sé si la palabra que definiría esa postura es miedo, pero, si no lo es, se le parece mucho...
Ilustración: Sean Baker, agradeciendo uno de los cuatro Oscars conseguidos por él mismo (Película, Dirección, Guion Original, Montaje), por Anora.