CINE EN PLATAFORMAS
ESTRENO EN MOVISTAR+ Y MAX
Disponible también en Filmin, Apple TV, Prime Video, Rakuten, Google Play Movies y Microsoft Store.
Cuando se estrenó Dune (2021), decíamos en nuestra crítica, entre otras cosas, “... la segunda parte aún no está rodada, solo en fase de pre-producción, por lo que, de fracasar este primer capítulo, es más que probable que nos quedemos sin ver cómo lo termina Villeneuve...”. Pues ha habido suerte y los 400 millones de recaudación de esa primera parte han permitido disfrutar esta segunda entrega que reafirma el adagio español, “la excepción que confirma la regla”, que modifica el también dicho hispano de que “nunca segundas partes fueron buenas”. Es lo habitual, pero no siempre: recuérdese El Padrino, Parte II, tan buena, o casi más, que la mítica El Padrino.
Dune: Parte dos es un digno colofón al díptico... bueno, un colofón o una continuidad, porque a la vista de las excelentes recaudaciones (más de 200 millones en todo el mundo solo en el primer fin de semana de exhibición en salas), no sería raro que se planteara una franquicia sobre esta saga fantacientífica. No estaría mal, desde luego, siempre que se mantengan los estándares de calidad de estas dos primeras entregas.
La película retoma la historia donde la dejó la primera parte: Paul Atreides ha huido al desierto de Dune con su madre Jessica, embarazada de su hermana, una hermana que, ya en el seno materno, habla (literalmente...) con su madre, gracias a las prodigiosas dotes mentales y físicas de su futura progenitora, miembro de la secta Bene Gesserit, las reverendas madres que desde tiempo inmemorial vienen rigiendo, en la sombra, el imperio. En el desierto Paul será acogido inicialmente con desconfianza por los Fremen, los habitantes de Dune o Arraquis, pero el apoyo de Chani, con la que pronto mantiene una relación sentimental, y sobre todo del líder Stilgar, hace que los moradores del desierto lo acojan como uno de los suyos. La lucha de los Harkonnen por hacerse con el planeta Arraquis y sus inmensas reservas de especia (en las novelas de Frank Herbert comúnmente conocida como la “melange”), y de los Fremen por boicotearlos, se inclina insospechadamente hacia estos últimos, conocedores al dedillo del terreno, así que el Barón entregará el mando militar a su sobrino Feyd-Rautha, un auténtico psicópata sin empatía alguna por nadie...
Se ha ensalzado mucho esta segunda parte, algunas veces incluso demasiado. No seremos nosotros los que le pongamos pegas, porque esta nueva entrega de la saga imaginada hace decenios por el escritor Frank Herbert, y muy estilosamente puesta en escena por el canadiense Denis Villeneuve, es sin duda un producto muy vistoso, notable en especial por sus escenas de acción, y muy en concreto por todas aquellas en las que aparecen los famosos “gusanos de arena”, una auténtica maravilla, muy cinematográfica, y cuya presencia en pantalla (y no digamos su “cabalgada” por parte de los Fremen) resulta verdaderamente prodigiosa.
Toda la parte de acción, entonces, está bien llevada, y la película se ve con mucho agrado, con un impecable ritmo narrativo, sin bache apreciable. Otra cosa es que el misticismo de las novelas de Herbert aquí aparece de una forma bastante “light”, centrándose mayormente en la lucha interna de Paul Atreides (Paul Muad'Dib para los Fremen) entre ser uno más, un primus inter pares en el pueblo que lo ha acogido, o ser nada menos que el Lisan al-Gaib, su mesías, o para las Grandes Casas el Kwisatz Haderach, el macho Bene Gesserit que llevaría la presciencia a sus últimas consecuencias y se convertiría en el salvador de la especie. Ese dilema, que en los libros de Herbert es esencial y se convierte en centro y eje de todo, hasta la asunción de Paul de su destino, aquí aparece de manera un tanto desvaída, tangencial, y aparentemente más como una cuestión de celos entre Chani y la futura esposa por conveniencia de Paul, la princesa Irulan, con lo que Atreides emparentará con la casa imperial y se convertirá, de facto, en emperador.
No es tampoco un pecado mortal, ni mucho menos, porque ya tenemos dicho que los libros que se adaptan a la pantalla no tienen por qué serlo de una forma pulcra y literal, sino utilizados para hacer otra cosa, con otro lenguaje, que dará lugar a una película o una serie, sin que haya amarra que no pueda ser rota en aras de la creatividad, del nuevo formato en el que se vierte libremente la historia original. Pero parece evidente que ello hace de Dune: Parte dos un producto más elemental de lo que son los libros herbertianos: quede dicho, sin entrar en si ello es positivo o negativo.
Dicho sea lo cual, estamos ante un film ciertamente vistoso, muy agradable de ver, con las necesarias dosis de espectacular acción, romanticismo, misticismo e intriga que se le pide a este tipo de productos. También, y siguiendo la estela de las novelas de Frank Herbert, hay toda una representación de elementos de nuestro tiempo adecuadamente disfrazados en esta ficción científica, como los Fremen, que son evidentemente un trasunto del pueblo árabe, llamados por sus tradiciones a la (literalmente) Yihad o Guerra Santa que los liberará de su yugo, y cuyos guerreros se llaman Fedaykin, nombre sospechosamente parecido a los reales fedayines o combatientes palestinos. La repetida alusión a la figura del mesías, ya en las Grandes Casas del Imperio (el Kwisatz Haderach, de sonoro nombre que remite al hebreo), ya en los pueblos criptoarábigos de Arrakis (el Lisan al-Gaib, de obvias resonancias fonéticas musulmanas), evidentemente, remite a toda la mitología judeo-cristiana sobre la que se asienta la civilización occidental y el orbe de origen grecorromano, esa esperada llegada de un salvador de poderes taumatúrgicos, anunciada por numerosas profecías, que vendría a solucionar todos los problemas del mundo.
Gran trabajo del diseño de producción, con escenas en el desierto de impresionante belleza, rodadas en parajes naturales de Jordania, Emiratos Árabes Unidos y Namibia, con una fotografía de Greig Fraser que juega exquisitamente con el color dorado de la arena, y una hermosa y vibrante música del maestro Hans Zimmer, con fuerte predominio de los instrumentos de viento, quizá los más telúricos de cualquier orquesta. Buen trabajo también del amplio elenco interpretativo: en la anterior entrega mostré mis dudas sobre Timothée Chalamet como el carismático Paul Atreides, el hombre que será un semidios (o sin el semi...), pero aquí me la tengo que envainar, porque no sé si ha madurado de entonces a ahora (han pasado 3 años...), o simplemente entonces hacía el personaje de adolescente atolondrado y ahora ya está más afianzado en su rol de líder incuestionable. Todos los demás muy bien, desde Zendaya, enamorada hasta las trancas sin querer reconocerlo demasiado, pero sabedora también de que su futuro junto al que será leyenda es más que incierto, hasta nuestro Javier Bardem, muy en su papel del jefe Fremen, que intuye pronto que Paul Atreides es más, mucho más, que el animoso heredero de una de las Grandes Casas.
(08-03-2024)
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