Pelicula:

CINE EN SALAS

Cuando en la sesión de enero de este año de la sevillana tertulia cinéfila Luis Casal Pereyra (creada por mi amiga y colega Carmen Jiménez hace la friolera de 12 años...) comentamos el próximo estreno de A real pain, para su consideración como posible película a debatir en la sesión de febrero (finalmente no fue elegida: ¡loados sean los cielos!), al intentar traducir el título inglés de este film norteamericano, dijimos que literalmente sería algo así como “un dolor real”, pero pedimos consejo a uno de nuestros ilustres contertulios, Carlos, buen conocedor de la lengua de Shakespeare (en este caso más bien de Faulkner...), que nos dijo que coloquialmente se podría traducir por “un coñazo”. ¡Y qué razón tenía! No tanto por la película en sí misma (que, bien mirado, también...), sino por lo que supone el personaje principal de la peli, un auténtico coñazo, un tío rigurosamente insoportable que consigue que el espectador esté deseando que el film se termine.

A real pain se ambienta en nuestro tiempo. Conocemos a David Kaplan, un judío norteamericano de clase media, alrededor de los cuarenta años, creador de contenidos publicitarios digitales, con mujer y niño pequeño (un crío que lo sabe absolutamente todo de los rascacielos: ¿eso no es maltrato infantil, me pregunto, con ironía?), que marcha al aeropuerto de Nueva York para encontrarse con su primo Benji, de similar edad, con el que estuvo muy unido en su infancia, aunque ya de adultos se distanciaron, entre otras cosas porque viven en ciudades distintas; Benji, al contrario de su primo, es un bala perdida, sin oficio ni beneficio; ha tenido problemas de adicciones varias, y se puede decir que no ha encontrado su lugar en el mundo; seis meses atrás intentó suicidarse, sin éxito. Ahora ambos acuden a un tour por Polonia que les ha regalado, en su testamento, su abuela polaca, superviviente de los campos de concentración nazis que emigró a Norteamérica, donde fundó una familia de la que forman parte, como descendientes, estos dos primos tan diferentes. Cuando llegan a Varsovia se ven con el reducido grupo del que forman parte para el tour, encontrándose con un guía británico no judío pero especializado en el tema, más un variopinto grupo de hebreos norteamericanos (y uno ruandés, que ya tiene mérito...). Pronto todos se percatan de que con Benji van a tener una permanente china en el zapato durante todo el viaje...

Es curioso porque Eisenberg, como director, guionista y coproductor (junto a una miríada de gente: últimamente hay más productores ejecutivos en los créditos que actores; en este caso es así, literalmente...), presenta a su personaje Benji como un metepatas, un bocazas, un tipo literalmente avasallador, que quiere (y a veces lo consigue) que todos bailen a su son, que todos participen de sus gustos, que todos opinen como él, pero en el fondo el director lo hace casi en plan positivo: en el fondo su personaje David (que incorpora él mismo: para hacer identificaciones no hay que hilar demasiado fino...) quisiera ser como él, y de hecho en algún momento lo dice, no querría ser como es, tan prudente, tan conservador, tan precavido, sino como el primo, un vivalavirgen con menos seso que un mosquito, un tipo que cuando entra por la puerta parece encantador pero que cuando sale todos dicen “uf, menos mal que se ha ido...”.

Así que estamos ante una rara identificación de Eisenberg con este personaje, un tipo humano del que, por supuesto, todos conocemos algún espécimen, de esos que quieren que todos piensen como él (o como ella), que todos le demos la razón, aunque no la tengan, que todos hagamos lo que él quiere, aunque no queramos. Pues ese es el héroe (bueno, el coñazo...) sobre el que gira toda la peli, con el apocado David siempre arrastrado por el cabeza hueca del primo que tiene 40 años pero parece seguir teniendo 14.

Y todo esto en un tour que parece (y de hecho, así será probablemente, por lo oficial o por lo oficioso) patrocinado por el Ministerio de Turismo polaco, con visitas a diversas ciudades del país y a uno de los ignominiosos campos de concentración en los que fueron masacrados millones de judíos.

Pero la película carece de verdadero interés, y ni siquiera cuando visitan el campo de exterminio consigue transmitir el profundo dolor que aquello debe producir; nos tenemos que conformar con el personaje de Benji pegándose una llantina muy sentida, pero poco más.

Además, la película es discursiva, con mucho diálogo no precisamente brillante, y con alguno en concreto, como el desahogo del personaje de David ante el resto del grupo cuando Benji se va a mear (esa es otra: ponen en su boca palabras supuestamente malsonantes, como si esto fueran los años sesenta, para que se escandalicen los correctos colegas del tour: ¡qué cosa más antigua!), que resulta artificioso, larguísimo, pomposo, antinatural... En fin, un pequeño desastre...

Eisenberg hace con este su segundo film como director, tras su debut en Cuando termines de salvar el mundo (2022). Es un actor de largo recorrido, a pesar de su relativa juventud (tiene actualmente algo más de cuarenta años), habiendo estado en títulos tan conocidos como La red social (donde interpretó a un joven Mark Zuckerberg, el poderoso “boss” de FaceBook y otras empresas superconocidas), Batman v Superman: el amanecer de la justicia (donde hizo un Lex Luthor horroroso...) y ha estado incluso en dos Woody Allen, lo que no es frecuente (que Woody repita con el mismo actor, queremos decir...): A Roma con amor y Café Society. Por cierto que la mención al famoso director judío neoyorquino no es ociosa: aquí su personaje de David recuerda mucho a los personajes que interpreta ese actor cuyo artístico nombre de pila (o como se diga en la religión hebraica...) es Woody y su apellido Allen... Este David balbucea tanto como Woody, tiene gafitas como Woody, es tan apocado y poquita cosa como Woody... solo le falta ser un “salido” sexual, como el Woody de sus primeras pelis, para ser un “alter ego” del personaje creado por Allen en sus películas, un personaje que, aunque siempre tenía nombres distintos, en el fondo era siempre el mismo (incluso “él mismo”...).

A Eisenberg, como director, le vemos buenas maneras, con tino para escoger encuadres, buscando una cierta y vistosa armonía arquitectónica, sobre todo en su filmación de paisajes urbanos. Peor lo vemos en su faceta de guionista, como hemos comentado, en una historia marciana de dos personajes opuestos, con un difuso coro que si no estuviera no pasaría nada (están mayormente para soportar al petardo del primo...), y cuyo interés para el espectador es más bien dudoso.

Que sí, que está muy bien que (otra vez, qué hartura...) pongamos el foco en personajes marginales o marginados que en el siglo XX no hubieran merecido ni un solo plano en una película, aquí el botarate que se cree más listo que nadie y que a todos importuna, aunque parezca aureolado por ese aire como de libertad, como de rebelde, como de “soy el puto amo”... Pues, como diría Forges, “stupendo”... Menos mal que no llegamos a los 90 minutos de metraje, Jesse, gracias...

Eso sí, efectivamente Kieran Culkin (que es evidente que se trata del hermano talentoso de Macaulay ídem) hace toda una composición de este prenda, consiguiendo hacerlo odioso (y también un poco digno de compasión, sí...), que es lo que se supone pretendía Eisenberg con su guion. El director, como decimos, en su rol de actor, está “muy Woody” (quizá demasiado, porque hasta para balbucear hay que saber hacerlo bien...). Los demás apenas tienen motivos para lucirse, y cuando les toca hacerlo, la verdad es que los diálogos que Eisenberg pone en sus bocas tampoco son precisamente extraordinarios...

Excurso final: ¿por qué en todas las películas norteamericanas los adjetivos que más se repiten –como ocurre aquí...- son siempre “increíble” e “inspirador/a”? Si me dieran un euro por cada vez que lo he escuchado en un film yanqui, sería más rico que Elon Musk, el de Twitter (llámalo X...).

(15-01-2025)


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89'

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A real pain - by , Jan 15, 2025
1 / 5 stars
"Un coñazo"