Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Filmin, Movistar+ y Acontra+.

La primera y agradable sorpresa (justo también en la primera escena) es ver aparecer por allí a una muchachita que responde al nombre de Chiquita, y que es -nada más y nada menos-  que una veinteañera Audrey Hepburn, en una de sus primerizas y cortísimas apariciones en pantalla, un par de años antes de rodar su papel estelar en Vacaciones en Roma, que la consagraría ya -Oscar incluído- en el estrellato. Y aparece en esa escena junto a un señor muy risueño (Alec Guinness) que no hace más que repartir billetes a quienes se le acercan a la mesa del restaurante donde se sienta.

A partir de ahí, en un largo flashback que ocupa prácticamente todo el film, vamos a conocer las peripecias y aventuras de la pandilla, la gente, la peña de esa calle, Lavender Hill, que aparece en el título original. Sus principales compinches son Holland (Guinness) y Pendlebury (Stanley Holloway), que haría de padre de la Hepburn en el exquisito musical de George Cukor My Fair Lady, muchos años después. Tras la presentación de la Rank, con el forzudo golpeando el gran gong, vemos que en realidad la película se inscribe en los legendarios y vetustos Estudios Ealing, que desde 1931 hasta 1955 estuvieron en Londres, para ser vendidos luego a la BBC, que lo destinó sobre todo para filmar series. Los Ealing se identifican siempre con comedias y cintas de humor, aunque en realidad no fueran tantas, pero sí las que le dieron más fama, como Ocho sentencias de muerte, El hombre del traje blanco, La lotería del amor o El quinteto de la muerte, que cerró el ciclo ya en 1955.

Allí estuvieron en sus inicios intérpretes como Herbert Lom, David Niven, Valerie Hobson, Peter Sellers, los ya citados Guinness y Holloway, y también directores como Alexander Mackendrick, Henry Cornelius, Basil Dearden o Charles Crichton, que hoy nos ocupa, y que llegó en su filmografía hasta muchos años después,1988, con la divertida Un pez llamado Wanda, donde su humor más tradicional se mezclaba con el estilo de los Monty Python, al estar presentes John Cleese o Michael Palin como actores. Si volvemos a esta curiosa y entrañable Oro en barras tenemos ante nosotros un grupo de delincuentes ingenuos y de medio pelo, cuyo cerebro (Holland) es un oscuro empleado que vigila el transporte de lingotes de oro desde donde se funden hasta el Banco de Inglaterra, y que es bastante ninguneado por sus superiores. Vamos, un poco en la línea de otra comedia posterior, española y estupenda, Atraco a las tres, uno de los mejores títulos de José María Forqué.

Pero Holland está en la pandilla de Pendlebury, que fabrica y exporta souvenirs, lo que les lleva a la idea de hacer algo tan inocente como estatuillas de la torre Eiffel, pero fundidas en oro. Hay secuencias rocambolescas para poder despistar los lingotes, pero al final lo logran. Ahora es el momento de ir ellos a París y recoger el fruto de su "trabajo". El film gana comicidad en las secuencias parisinas, con el error al llegar de que seis maquetas ya se han vendido a un grupo de colegialas y hay que localizarlas. La secuencia en la verdadera torre es magistral: los dos compinches bajando por las escaleras de caracol a la vez que el ascensor lo hace con las niñas, y cuando llegan abajo giran mareados, como trompos, pero logran -con muchos embustes- recuperar cinco de ellas...

A la vuelta, en Londres, siguen los líos, con un tramo final enloquecido, de persecuciones en coches policiales, con nuestros dos protagonistas en uno de ellos, robado, dando por radio consignas erróneas... y logrando al fin huir fuera del país. El final es la escena inicial, la que contábamos al principio, pero no destripamos el inteligente y significativo plano que despide el film. Un film lleno de grandeza  y humildad,  el propio trabajo de Charles Crichton, que ni es vanguardista ni lo intenta, pero sí logra divertirnos y humanizar a sus personajes, ayudado por un trabajo ejemplar de Stanley Holloway y de Alec Guinness, que entonces sólo ejercía en papeles de cómico, muy lejos de su giro a partir de El puente sobre el río Kwai, de David Lean, con la que ganó un Oscar.

Y aparte actores, esta historia de los compinches de Lavender Hill también se beneficia de una chispeante banda sonora de George Auric, o de una impecable fotografía en blanco y negro que firma el gran Douglas Slocombe (luego imprescindible en varias cintas de Indiana Jones), y otro ejemplo de británico que también se inició en estos benditos Estudios Ealing de Londres, que hoy hemos visitado...


Dirigida por

Género

Nacionalidad

Duración

78'

Año de producción

Trailer

Oro en barras - by , Apr 16, 2023
3 / 5 stars
Dorada torre Eiffel