Atraco a las tres

José María Forqué fue uno de los más interesantes directores españoles de la época del franquismo, aunque su mejor cine lo haría en un período muy determinado, entre mediados de los años cincuenta y mediados de los sesenta. En ese decenio se concentran varias películas, de muy diverso tipo, pero en los que el genio de Forqué brillará de forma evidente. Títulos como Amanecer en Puerta Oscura (1957), Un hecho violento (1960), 091, Policía al habla (1960) y esta Atraco a las tres (1962), confirmaron que Forqué tenía un talento cinematográfico que, sin embargo, después se fue adocenando en productos alimenticios que no tuvieron la altura de ese repóquer de ases.

Para la ocasión Forqué contó con Pedro Masó en la producción, en la época en la que el que después sería también prolífico director tenía buen olfato para los temas que podían interesar al público y además hacerlo con calidad y buen tino. Masó intervino también en el guion, junto a su habitual Vicente Coello, en un libreto que, ciertamente, resultó inspiradísimo.

Estamos ante una divertida y realmente encantadora comedia sobre oficinistas, en concreto bancarios, un grupo de atolondrados infelices que deciden asaltar su propia entidad crediticia, con los previsibles y pésimos resultados.

Trufada de un humor negro delicioso y apuntes del natural de rara penetración, la película está hecha en un auténtico estado de gracia, con un Forqué que nunca dirigió tan bien, y con un grupo de espléndidos cómicos, desde el imprescindible José Luis López Vázquez, encarnación en aquella época del celtibérico macho español, bajito, calvo y con bigote, hasta un Cassen que estuvo en algunas de las mejores comedias de la época, como Plácido, de Berlanga.

Además, toda una pléyade de secundarios imprescindibles, desde la estupenda Gracita Morales de tan personalísima voz, Agustín González, Alfredo Landa (que después sería protagonista absoluto de tantas películas), Manuel Alexandre, Rafaela Aparicio... Lástima que la comedia española no hubiera seguido por estos derroteros; lo cierto es que poco tiempo después se pusieron los cimientos del “landismo”, que acabó con la posibilidad de hacer comedia digna en nuestro país.