La larga noche de la postguerra española empieza a presentar signos de alguna vitalidad con varios de los filmes que se producen durante los años cincuenta: Esa pareja feliz, de Bardem y Berlanga, La vida por delante, de Fernán Gómez, Bienvenido Mr. Marshall, otra vez de Berlanga, y esta Amanecer en Puerta Oscura, de Forqué, uno de los últimos filmes que más decisivamente contribuyó a la tímida ruptura del aislacionismo cinematográfico hispano de la época.
José María Forqué consigue entonces el Oso de Plata en la Berlinale, merecido galardón para esta obra contracorriente de lo que se estilaba entonces en una España preocupada por acabar de una vez por todas con las cartillas de racionamiento. Con un estilo de agudos perfiles neorrealistas, Forqué narra un trozo de las vidas de un grupo de evadidos de la justicia, sus enfrentamientos, sus luchas por escapar de la ley y de la marginalidad.
Al buen tono del filme no fue ajena la participación en el guión de Alfonso Sastre, uno de los talentos creativos del teatro español, aunque políticamente perdió el norte hace tiempo. Protagoniza un Francisco Rabal jovencísimo, pero con el carisma y la fuerza interpretativa de siempre.
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