John Sturges fue un cineasta de la mejor época de Hollywood que alcanzó su etapa creativa más brillante durante los años cincuenta y sesenta, décadas en las que rodó un puñado de films notables, fundamentalmente inscritos en el wéstern y la aventura. En el primero de esos géneros hizo películas tan buenas y populares como Duelo de titanes (1957), El último tren de Gun Hill (1959) y Los siete magníficos (1960), y en el segundo un film tan mítico como La gran evasión (1963). Incluso en otros géneros también acertó de pleno, como ocurrió con el percutante drama de fuerte liberal y antirracista Conspiración de silencio (1955).
Fort Bravo fue otro de sus interesantes wésterns, en este caso ambientado en plena Guerra de Secesión Americana, en 1863, momento en el que conocemos la existencia de ese Fort Bravo del título, un cuartel yanqui en el que se custodian presos sudistas. En ese contexto, el capitán Roger, de la Caballería del Norte, trae de vuelta a uno de los presos confederados que ha escapado, atado a una cuerda caminando desfallecido tras él, que monta a caballo; todos en el fuerte (los sudistas, pero también los propios yanquis) le odian por ello, les parece una muestra de dureza excesiva; el capitán tiene un carácter rígido, muy estricto, que incluso sus superiores le reprochan. Cuando al fuerte llega una bella mujer, Carla, para asistir a la boda de uno de los oficiales, el capitán y la joven se sienten mutuamente atraídos, aunque ella tiene una misión oculta que cumplir...
Tiene Fort Bravo el tono carismático del mejor cine clásico: la filmación es personal pero invisible, como era habitual en Sturges, con un gran ritmo narrativo, un clasicismo sin florituras, como se estilaba en la época. Los diálogos son brillantes, para nada inanes, y las escenas de acción se producen con naturalidad, rodadas con eficiencia y sencillez, sin los manierismos que llegarían al género años más tarde.
En cuanto al fondo, nos encontramos con una hermosa historia de amor en la que se cruza una traición: la mujer, Carla, escindida en el dilema de tener que elegir entre dos traiciones, al hombre que ama, o a su patria. Siendo los dos personajes principales (el capitán y la bella) muy fuertes, resulta especialmente llamativo el de ella, superficialmente una vampiresa insinuante, pero en el fondo mucho más, una mujer con multitud de pliegues, poliédrica. Hay también una visión cómplice con los confederados, vistos en la película no como enemigos sino como hermanos separados (de hecho, la parte final del film reunirá a ambos grupos en la defensa común ante el enemigo piel roja), pero no así con los indios, vistos aquí todavía como bestias sedientas de sangre, no habiendo llegado aún la mirada humanista del género hacia los pueblos indígenas de América, lo que no acontecería hasta años posteriores.
Con una parte final de infarto, en la que los indios dan muestras de notable astucia (la “señalización” con lanzas del lugar en el que se encuentran los asediados para fijar el objetivo de las andanadas de flechas resulta ser una táctica hábil y certera), el recurso al “deus ex machina” o efecto “llega la Caballería en el último momento” (aquí nunca mejor llamado así...) hay que considerarlo como normal en los esquemas del cine de la época, aparte de que tampoco se abusa de él, como ocurriría en películas posteriores. Con magníficos paisajes naturales, rodados en California y Nuevo México, la película incluye también una pareja peculiar, la de los dos sudistas, el viejo sabio y de colmillo retorcido y el joven imbécil que cree saberlo todo, que dan mucho juego en el desarrollo de la trama, siendo todo un hallazgo.
Buen trabajo actoral, por supuesto en William Holden, un actor muy seguro, pero también en la no menos buena Eleanor Parker, que hace toda una creación de su personaje, en absoluto simple.
(12-01-2021)
99'