John Sturges (Illinois, 1910 – California, 1992) fue un director de cine norteamericano que se inició como montador en 1939, para pasar a ejercer las funciones de director a partir de 1946. Durante esos años cuarenta y principios de los cincuenta Sturges hizo un cine correcto que no llamó demasiado la atención pero que cumplió perfectamente con lo que se le pedía, un cine profesional y comercial que llegaba con facilidad al público medio. Sin embargo, poco antes de llegar a la mitad de esa década de los cincuenta, el cineasta empezó a dar muestras de una madurez poco habitual: su cine se fue depurando de cosas innecesarias y, manteniendo a la perfección el interés, empezó a hacer películas realmente buenas, en gran medida dentro del western, género que pareció ajustarse como un guante a su creatividad, pero también en el marco de otros géneros, como ocurriría con el drama entreverado de thriller en Conspiración de silencio (1955), de poderoso aliento liberal, y en la estupenda cinta de aventuras bélicas La gran evasión (1963).
Pero, como queda dicho, donde más continuadamente brilló fue en el western: en esos años cincuenta encadenó una serie de films del Oeste justamente memorables, fundamentalmente Fort Bravo (1953), esta Duelo de titanes (1957), Desafío en la ciudad muerta (1958) y la que probablemente sea su obra maestra, El último tren de Gun Hill (1959); todavía en los sesenta haría otros dos westerns notables, la estupenda Los siete magníficos (1960) y La hora de las pistolas (1967), que retoma a los personajes del famoso duelo en el O.K. Corral, contándonos los hechos que acontecieron posteriormente.
Tiene Duelo de titanes el empaque del film sólido, espléndido, macizo: cuenta con todos los elementos propios del western clásico: el valeroso representante de la ley asediado por los delincuentes; la amistad viril a prueba de todo; las relaciones convulsas con las mujeres, enamoradas contra toda esperanza de hombres llamados a mayores empeños; la necesidad imperiosa de hacer lo correcto; incluso a costa de la propia felicidad... Obra que roza la maestría, Duelo de titanes pone en imágenes un hecho histórico repetidamente llevado al cine, el legendario tiroteo que tuvo lugar en el llamado O.K. Corral, en Tombstone, Arizona, entre el marshall Wyatt Earp, leyenda del Oeste, sus hermanos Virgil y Morgan, también agentes de la ley, más Doc Holliday, jugador de ventaja que había forjado una amistad indestructible con Wyatt; del otro lado estarían los hermanos Clanton más algunos otros miembros de su banda, todos ellos enfrentados a tiros en el mítico lugar.
Previamente al duelo, que supone el desenlace (conocido por la Historia, aunque no lo revelaremos aquí), conoceremos a Wyatt Earp y Doc Holliday, cómo se forjó su amistad, pero también sus tormentosas relaciones con las mujeres que los amaron y a las que tuvieron que renunciar, en principio, para mantener la lealtad de esa amistad inquebrantable.
Con espléndidos diálogos debidos a un excelente guion de Leon Uris (el autor de la novela Éxodo, que sería llevada al cine con gran éxito por Otto Preminger), con la estupenda música de un clásico del wéstern como Dimitri Tiomkin, incluyendo la preciosa canción de los créditos iniciales y finales, titulada también Gunfight at the O.K. Corral, cantada por Frankie Laine, Duelo de titanes no sería la gran película del Oeste que es si no hubiera contado también con un reparto ciertamente extraordinario, con un Burt Lancaster que ha sido el mejor Wyatt Earp que haya visto el cine (y ha visto muchos: Henry Fonda, Kevin Costner, Kurt Russell, James Garner...), más un muy apropiado Kirk Douglas como Doc Holliday, representando el atormentado personaje de quien se sabe moribundo y por ello desdeña el amor de la mujer amada y decide uncirse a la suerte del amigo del alma: ambos, de la mano de Sturges en la dirección, dieron vida a dos mitos como Earp y Holliday de la mejor manera que se puede hacer, humanizándolos. Y, por supuesto, el film se beneficia de un gran reparto de “duros” como secundarios imprescindibles, desde Lee Van Cleef a Jack Elam, entre otros, además de un pipiolo que empezaba a dar sus primeros pasos en el cine y que, con el tiempo, sería una figura señera, sobre todo como actor, aunque también fue relevante como director: Dennis Hopper.
(26-04-2020)
122'