John Sturges fue uno de esos cineastas del cine clásico norteamericano que, sin llegar a la altura de los grandes maestros (Ford, Hawks, Hitchcock, Wyler, Preminger, Lang, Ray), sí consiguió tener una filmografía entonada y con algunos títulos ciertamente recordables. Su mejor etapa como director abarca el decenio entre 1955 y 1965, siendo especialmente interesantes sus aportaciones al western, con títulos como el espléndido El último tren de Gun Hill (1959) o la popularísima Los siete magníficos (1960), pero también otros menores pero igualmente estimulantes, como Duelo de titanes (1957).
Precisamente esta La hora de las pistolas se puede reputar una continuación del último de los citados films, pues si aquel relataba el famoso duelo sucedido en el llamado O.K. Corral, en Tombstone, Arizona, esta cinta que comentamos retoma la historia tras ese duelo y nos cuenta cómo, al ser asesinado Morgan Earp por la banda de los Clanton, su hermano el Marshall Wyatt Earp pone en marcha una operación de auténtica venganza personal, aunque revestido del poder de la ley que representaba y, junto a su amigo Doc Hollyday (que también estuvo en el tiroteo del O.K. Corral), no cejará hasta acabar con Ike Clanton y sus secuaces.
El famoso duelo es, sin duda, una de las historias reales del Far West que más veces se ha llevado a la pantalla; entre otras películas que tratan el tema (además de la citada Duelo de titanes) cabría recordar Pasión de los fuertes (1946), de John Ford, Tombstone (1993), de George Pan Cosmatos, y Wyatt Earp (1994), de Lawrence Kasdan.
La hora de las pistolas es un sólido western que, aunque rodado ya en pleno apogeo del espagueti-western, no se vio contaminado por él, como sucedió con otros films del género hechos en aquella época, sino que, con buen criterio, mantuvo las constantes y las formas típicas de las películas clásicas del Oeste. Rocosamente filmada por Sturges, ensalzaba la amistad entre Wyatt Earp y Doc Holliday, amigos hasta (literalmente...) la muerte, en una historia de obsesión personal por la venganza que entroncaba con otros grandes obsesos del cine y la literatura, como el capitán Ahab de Moby Dick.
Tres grandes actores, James Garner, Jason Robards y Robert Ryan, daban vida a los personajes centrales, Earp, Hollyday y Clanton. Como solía suceder en las películas de Sturges, el protagonismo femenino es prácticamente nulo: era el suyo un cine muy masculino, sin apenas referencias a las mujeres.
Sin alcanzar las cimas sturgesianas (que serían las mentadas El último tren de Gun Hill, Los siete magníficos y Duelo de titanes, más los films no inscritos en el western Conspiración de silencio, La gran evasión y Ha llegado el águila), La hora de las pistolas es un relato inspirado, solvente y bien contado, bronco y seco como sus personajes, un western clásico en un tiempo en el que el género se enfangaba progresivamente en el lodo del espagueti que terminaría laminándolo.
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