El nombre de Vittorio de Sica está indisolublemente unido al Neorrealismo, tanto como actor como director. En la primera de esas facetas el cineasta nacido en la región del Lazio pero criado en Nápoles actúo en gran cantidad de films, siendo para nuestro parecer su mejor papel el heroico pícaro que interpretó en El general De la Rovere (1959), una de las obras maestras de Rossellini. Pero donde tiene sin duda un lugar privilegiado en la Historia del Cine es como director, siendo el responsable de algunas de las mejores películas neorrealistas: Ladrón de bicicletas (1946), que quizá sea su obra maestra, Milagro en Milán (1951), Umberto D. (1952). Ya en los años sesenta su nivel de calidad bajó, pero aún así hizo algunos títulos interesantes, como Dos mujeres (1960), Ayer, hoy y mañana (1963) y el popularísimo melodrama Los girasoles (1970).
Matrimonio a la italiana pertenece a esta segunda etapa de menor interés pero donde De Sica, todavía, demostraba el talento que le había hecho ser uno de los grandes cineastas del Neorrealismo. La historia que se nos narra está basada en la pieza teatral Filumena Marturano, original de Eduardo de Filippo, puesta por primera vez sobre las tablas en 1946 y llevada al cine por el propio autor con ese mismo título en 1951, con su hermana Titina en el papel principal y él mismo como el coprotagonista, habiéndose llevado también varias veces a la pequeña pantalla en diversos países.
Sobre esa comedia dramática Vittorio de Sica rueda este Matrimonio a la italiana, una dramedia irisada de melodrama, una historia muy de su momento histórico, los años posteriores de la postguerra, con su rico empresario (pastelero, por más señas) que, renuente al compromiso y deseoso de seguir disfrutando de los placeres del sexo sin tener que limitarse a un solo tálamo, mantiene una relación de décadas con una prostituta mientras sigue acostándose con las chicas que le apetece. Pero esa prostituta, la Filumena del título de la obra teatral, se las ingeniará para que el solterón empedernido cambie de opinión...
Potente aunque también limitado artefacto teatral, la obra de Eduardo de Filippo funciona en tanto en cuanto los personajes y situaciones son reconocibles, aunque hay que situarse en la época de su concepción y del rodaje del film: la mujer de vida airada por mor de escapar del hambre que maquina para, por fin, conseguir la estabilidad familiar tan ansiada; el vivalavirgen reticente a cualquier compromiso que reduzca su hedonismo; al fondo, los hijos naturales, cada uno de su padre y de su madre (en este caso la frase hecha quizá no sea la más adecuada; o sí...); el ambiente alrededor, una Italia de la postguerra, del desarrollismo, del incipiente turismo.
El film funciona sobre todo por la pareja protagonista, unos Sophia Loren y Marcello Mastroianni que trabajaron múltiples veces juntos, y cuya complicidad en cuantos papeles hicieron en comandita se aprecia: la química, las miradas, las réplicas... todo en ellos confabula a favor del film y de que nos creamos esta historia de puta madura que embosca al huidizo padre de su(s) hijo(s) para que ejerza como tal y confiera a la familia el estatus oficial que, en puridad, le correspondía desde hacía años. Esta fue la séptima vez que Loren y Mastroianni coincidieron en la gran pantalla, de las catorce veces que en el conjunto de sus carreras trabajaron juntos.
De Sica quizá ya no tuviera la clarividencia y la capacidad creativa de su mejor época, la que va de mediados de los cuarenta, con la caída de Mussolini, a finales de los cincuenta, con los estertores del mejor Neorrealismo, pero es cierto que la película está servida con solvencia y profesionalidad, constituyendo un producto a la vez comercial y popular que tuvo notable éxito en su país y fuera de él.
(17-04-2021)
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