Se suele considerar a Baltasar Kormákur como el cineasta islandés especializado en thrillers, con películas como Las marismas (2006), que le permitió dar el salto al cine yanqui con films como Contraband, 2 guns o Everest. Pero hay ya otra hornada de directores islandeses que están hollando la misma senda de Kormákur, como Óskar Thór Axelsson (Reikiavik, 1973), formado en la Universidad de Islandia y en la Universidad de Nueva York, así que de preparación no está precisamente falto… Axelsson comenzó a dirigir en 2004, y desde entonces ha rodado tres largos, Black’s game, I remember y este, y varias series televisivas, entre ellas Riviera y Atrapados, que gozaron de popularidad.
Con esta Operación Napoleón Axelsson adapta la novela Napóleonsskjölin, publicada en 1999 por Arnaldur Indridason, el más popular de los novelistas islandeses actuales, que aportó la base literaria precisamente a algunos de los títulos de Kormákur antes citados, como Las marismas y Contraband. La historia se ambienta en nuestro tiempo; en un prólogo vemos en Washington a un cariñoso abuelo norteamericano jugando con sus nietos; cuando lo llaman por teléfono, el divertido yayo, tras recibir la noticia de que lo que buscan relativo a la Operación Napoleón ha sido localizado al 80% en un glaciar islandés, da inflexible orden de ir a por ello… En Islandia, entre tanto, conocemos a Kristin, dura abogada a la que no le gustan las contemporizaciones. Su hermano menor Elias la llama desde el mismo glaciar al que nos referíamos antes, indicándole que han encontrado un avión semienterrado en la nieve, y que parece ser un aeroplano de la época de los nazis. Sin embargo, uno de los cadáveres momificados que hay en el interior tiene uniforme norteamericano… En ese momento llega una expedición enviada por el abuelito del principio, Carr, jefe de la CIA, camuflada como equipo investigador de los efectos del cambio climático, y elimina expeditivamente a dos de los amigos de Elias y se lanza en persecución de éste, que le ha enviado unas fotos del interior del avión a su hermana Kristin. En casa de esta, en Reikiavik, se presenta el que parece un predicador de secta religiosa, pero que realmente es un asesino enviado por los yanquis; mata a otra persona que está con Kristin, pero ella consigue escapar “in extremis”; por teléfono los de la Agencia le dicen que tienen a su hermano y que tiene que entregarse para salvarlo. Kristin recurre a un antiguo novio, un profesor británico, Steve Rush, experto en todo lo relativo a los nazis, y aunque le cuesta hacerle creer su historia (la Policía atribuye a la chica el asesinato de su acompañante en el piso), finalmente lo pone de su lado. Ambos tendrán que intentar llegar hasta el glaciar, donde está el avión, y saber qué es eso de la enigmática Operación Napoleón…
Estamos ante un solvente trabajo industrial, un thriller entreverado de acción y de política ficción (¿qué es lo que con tanto ahínco buscaba la CIA en el glaciar, relacionado con los últimos tiempos de los nazis?), en la que, es verdad, el papel de los malos corre a cargo de los norteamericanos, que son unos malos muy apañados, sobre todo si te las quieres dar de progre… En ese sentido, el personaje del jefe de la CIA, ese cariñoso abuelito que, cuando se pone al mando de la agencia es un mal bicho sin entrañas, compasión ni empatía alguna hacia el prójimo, nos parece un acierto: y es que, como sabemos, los buenos villanos son los más malos, claro está…
Axelsson, como director, consigue un producto más que digno, bien narrado, con una trama que se va adensando pero que se sigue sin problema, confluyendo hacia el final en una serie de secuencias de gran espectacularidad y, tras ellas, la correspondiente explicación de qué cosa es (como diría un italiano) eso de la Operación Napoleón, una de esas historias fantasiosas que tan bien cuadran con el carácter esotérico de aquellos majaderos con esvástica, una historia ciertamente también atractiva, peculiar, que confirmaría el cuasi axioma de que, habiendo mucho dinero de por medio, los ideales están para ser fumados (sí, como aquellos viejos Ideales, la marca de tabaco por excelencia de los años cuarenta en España), idea que no es nueva aunque sí siempre descorazonadora.
Producto de indudable buena factura, con una narración sin baches, Operación Napoleón aspira, lícitamente, a ser un entretenimiento ameno con ciertas dosis de Historia, que nunca está de más recordar. Apreciamos adecuadamente dosificada la adrenalina en las escenas de acción, bien rodadas, con criterio, consiguiendo una tensión bien graduada, sin pasarse de frenada, como tan habitual es hoy día. Estamos entonces ante un entretenido y digno trabajo comercial, un thriller de cierto corte político en el que, también con buen criterio, y conforme al sentido de nuestro tiempo, el protagonismo es fundamentalmente femenino, el de Kristin, siendo el resto de los personajes masculinos o bien secundarios, o bien antagonistas, como el villano.
Buen trabajo de la protagonista, Vivian Ólafsdóttir, a la que vimos en la serie Atrapados, en la que el personaje principal era uno de los aquí secundarios, el elefantiásico Ólafur Darri Ólafsson. Jack Fox, de estirpe de artistas (su padre es el actor británico James Fox) e Iain Glen ponen la parte anglosajona, tan correctamente servida como la islandesa.
(22-09-2023)
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