ESTRENO EN NETFLIX
El audiovisual nórdico tiene una larga tradición dramática; el mayor de sus cineastas, por supuesto, es Ingmar Bergman, y quizá con más frecuencia de la aconsejable, las productoras escandinavas intentan hollar los senderos que en su tiempo recorrió el maestro de Uppsala. Pero, claro, no siempre (más bien casi nunca...) los resultados son óptimos... Es el caso: esta miniserie de 5 capítulos, Noche de San Juan, pareciera tener sus antecedentes, ciertamente de una forma muy libre, en algunos títulos bergmanianos como Secretos de un matrimonio o Sonata de Otoño. Pero, desde luego, cualquier parecido es mera coincidencia...
A los mandos, como creador, está Per-Olav Sorensen (Oslo, 1963), veterano realizador noruego, mayormente especializado en productos para televisión, aunque aisladamente ha dirigido también algún film para pantalla grande. Sorensen no es un exquisito, sino un profesional correcto pero, en realidad, sin talento, que pone en escena pulcramente pero al que no se le pueden pedir peras, como al olmo.
La historia se ambienta en una zona costera indeterminada, en Noruega. A una bonita casa solariega van llegando los invitados a una fiesta familiar con motivo del solsticio de verano, la Noche de San Juan de los latinos, el Midsommar de los nórdicos. Vamos viendo que esos elementos familiares parecen componer un bien avenido grupo de familiares y amigos, aunque pronto, vía flashback, empezaremos a ver que hay cosas que no son apreciables a simple vista. Así, la materfamilias, Carina, y su marido, Johannes, se aprestan a contarles a sus allegados un asunto de la máxima importancia para el clan familiar, pero también veremos que entre los hijos, hijastros (hay vástagos de distintos padres y madres), yernos, nueras, novios, amigos, etcétera, hay sus más y sus menos...
Sorensen plantea la miniserie como un drama de ida y vuelta, de tal manera que los flashbacks, especialmente, pero también los flashforwards (los saltos hacia delante), están a la orden del día, y la acción va dando saltos (adecuadamente rotulados, eso sí, para que el espectador no se pierda...) 2 semanas atrás, 4 semanas atrás, 3 meses antes, etcétera, todo ello para ir mostrando la amplia taracea humana que componen los cónyuges, Carina y Johannes, pero también toda su prole y afectos, cada uno con su historia que, por supuesto, se irá desvelando en el transcurso de ese Midsommar, de esa Noche de San Juan nórdica, en el que irán surgiendo las historias encontradas, o esquinadas, o directamente traumáticas que han tenido entre sí algunos miembros de la familia y próximos, en una historia en la que casi nadie está enamorado de la persona que la quiere, lo que conlleva importantes dosis de frustración que, eso sí, aquí se resuelven favorablemente en casi todos los casos, en un final con música romántica y empalagosa que parece indicar un “happy end” para todos los atribulados, encargándose el guion de ir arreglando todos los hilos sueltos, sean coherentes o no.
Son capítulos cortos, de unos 30 minutos, en una serie muy luminosa, que busca aprovechar el tibio sol del estío en Noruega, en una historia en la que se vuelve sobre el mito del solsticio de verano, con sus coronas de guirnaldas típicas del Midsommar escandinavo, en una dramedia que habla de relaciones familiares, sentimentales, sexuales (éstas de forma muy discreta, casi inapreciable en estos tiempos nuestros tan explícitos). Hay también una cierta mirada en clave “carpe diem”, de vivir el momento y aprovechar la vida, en especial en la actitud que presenta la materfamilias y que será, en buena medida, el motor del conflicto que se desarrolla en la miniserie, y lo que desencadenará las reacciones del resto del clan familiar y amistoso, una actitud que será entonces un auténtico catalizador para que todos se muestren como realmente son, y tomen las decisiones acertadas (esto solo pasa en el cine y las series, claro...).
Con una buena aunque impersonal factura, la serie parece querer presentar en pantalla una cierta radiografía social de las clases medias acomodadas escandinavas, jugando también con las relaciones, no siempre fluidas, entre los nacionales de esos países, en este caso noruegos y suecos.
Pero los diálogos son, a veces, un poco de besugos (o mejor de salmones, dada la tierra donde se ambienta...), pareciendo que se trata de rellenar metraje para cubrir los cinco capítulos. Es, desde luego, una serie muy escandinava, entendiendo por tal un audiovisual en el que las pasiones están más bien soterradas, aunque de vez en cuando, a veces con una exactitud como de metrónomo, hay sucesivas explosiones de ira de varios de los personajes, como la del paterfamilias Johannes y la de una de las hijas de la pareja, Helena, que se siente preterida por todos a favor de su hermana Hanne; explosiones de ira que, también lo diremos, suenan un poco a huecas, a impostadas, pareciendo que están ahí para intentar compensar una cierta falta de fuerza, de garra, de la historia que se nos está contando.
Pernilla August es, por supuesto, la estrella absoluta de la miniserie: la brillante actriz sueca, que en su etapa norteamericana fue nada menos que la madre del pequeño Annakin Skywalker en La amenaza fantasma, y que siendo muy joven tuvo un pequeño papel en la mítica y bergmaniana Fanny y Alexander, encarna a la perfección su personaje, la mujer que, ya en la frontera de la senectud, desea sentirse viva otra vez.
(06-01-2025)