Enrique Colmena

                                                       A mi padre y a mi suegro,
                                            a los que tanto les gustaba leer a Julio Verne.


En este 2025, el 24 de este mes de marzo, concretamente, se cumplen los 120 años de la muerte de Jules Verne, probablemente el más famoso escritor de ciencia ficción y aventuras de la Historia. De su popularidad da idea el hecho de que es probablemente el único autor literario que en España (y creo que en el resto de países hispanohablantes) es conocido como “Julio” Verne, españolizando su nombre de pila, Jules, cosa que no sucede con ningún otro escritor: nadie habla de “Carlos” Dickens, ni “Roberto” L. Stevenson, ni mucho menos “Guillermo” Shakespeare o “Marcos” Twain. Hay alguna excepción, como “Alejandro” (en vez de Alexandre...) Dumas (padre e hijo), pero es muy rara. Sí suele ser más frecuente con los nombres en lenguas exóticas, como el ruso (decimos “León” Tolstoi en vez de Lev Tolstoi), pero generalmente no en las más cercanas lenguas romances o germánicas occidentales (alemán, inglés...).

Autor de una vastísima (que no “bastísima”...) obra literaria, Verne publicó en vida 72 novelas, más 9 que fueron publicadas de forma póstuma por su hijo Michel tras la muerte de su padre; alguna de ellas, por cierto, fue escrita totalmente por el hijo pero con el nombre del padre, como fue el caso de La Agencia Thompson y Cia. Escribió también gran número de relatos cortos, agrupados en cuatro libros. Inicialmente Verne comenzó como autor teatral, y como tal escribió hasta 17 piezas, algunas de las cuales posteriormente pasó a novelas, como Los hijos del Capitán Grant o La vuelta al mundo en 80 días. Además se desempeñó como ensayista, publicando una docena de volúmenes con sus textos escritos en ese género literario. Verne tuvo incluso una faceta de poeta, aunque es evidente que en ese aspecto no sobresalió especialmente.

Es sabido que la novelística de Verne, en especial la más conocida, trata de dos líneas básicas, que con frecuencia se combinan: estamos hablando, lógicamente, de las historias de aventuras y de las de anticipación o ciencia ficción. En especial Verne ha quedado en el imaginario popular como el escritor que, mucho tiempo antes de que se produjeran tales inventos, los puso por escrito, anticipándose a adelantos tecnológicos que llegaron mucho después. Así, en el díptico De la Tierra a la Luna (publicado en 1865) y Alrededor de la Luna (en 1869) imaginó que el ser humano llegaba a nuestro único satélite natural; curiosamente, lo haría un siglo antes de que, efectivamente, ocurriera en 1969 con el Apolo XI, con Armstrong y Aldrin poniendo sus botas sobre la superficie selenita. En 20.000 leguas de viaje submarino, publicado en 1869, Verne presenta un submarino propulsado por energía eléctrica, una nave que, sin embargo, no existía en ese momento y que sería inventada, con ese tipo de propulsión, casi dos décadas después, en 1888, por Isaac Peral. Algunas de sus imaginativas propuestas narrativas ni siquiera hoy día han sido posibles, y seguramente nunca lo serán, como el muy fantasioso Viaje al centro de la Tierra.

Pero sus historias, aparte de incidir en los relatos fantásticos, de anticipación y de aventuras, tenían con frecuencia una pulsión humanística, incluso filosófica, presentando algunos arquetipos humanos muy reconocibles, como la figura del hombre de inteligencia superior que, por ello, siente la tentación bien de hacerse con el poder (como el protagonista del díptico Amo del mundo y Robur el conquistador), o bien apartarse de la sociedad, que le asquea -y eso que no conocía las redes sociales...- (como es el caso del capitán Nemo en 20.000 leguas de viaje submarino y La isla misteriosa). Hay generalmente en la narrativa verniana un impulso humanista, sus personajes protagonistas son con frecuencia gente positiva, generosa y con impulsos altruistas; muchas de las aventuras que corren se corresponden con la curiosidad científica o humana, se nutren del empeño, a veces casi obsesivo, de conseguir vencer desafíos que parecen imposibles. Hay también en su obra impulsos tan modernos y humanistas como el antiesclavismo, el antirracismo y el anticolonialismo, aunque también hay ramalazos de antisemitismo, por lo demás un sentimiento muy de su época (recuérdese el famoso “affaire Dreyfuss”...).

La obra narrativa verniana, que ya hemos comentado fue muy copiosa, presenta una serie de títulos que están claramente incardinados en la cultura popular, títulos de novelas conocidas por todos, como 20.000 leguas de viaje submarino, 5 semanas en globo, La vuelta al mundo en 80 días, el díptico De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna, Miguel Strogoff, La isla misteriosa, Los hijos del Capitán Grant... La influencia de su obra no solo se ha dejado sentir en todas las generaciones posteriores de lectores, niños, jóvenes y adultos, sino también en una serie de autores en los que no es difícil apreciar la huella verniana, como H.G. Wells, Ray Bradbury, Isaac Asimov, Richard Matheson o Arthur C. Clarke, entre otros muchos.

La pulsión creativa de Verne, especialmente en su faceta de anticipador del futuro, está por supuesto claramente enraizada en (y es producto de) su tiempo histórico, esencialmente la segunda mitad del siglo XIX, el siglo de la Revolución Industrial, el siglo en el que el ferrocarril fue sustituyendo gradualmente a los transportes con tracción sangre, pero también la centuria en la que la luz eléctrica comenzó implantarse gradualmente en todo el mundo; fue también el tiempo inmediatamente anterior a que, a principios del XX, se inventaran máquinas sin las que no podríamos imaginar nuestra época, máquinas como el automóvil o el avión. Verne vivió en ese magma, en esa efervescencia histórica que barruntaba que otros tiempos muy distintos se avecinaban, un tiempo en el que, en lo político, las monarquías absolutistas dejarían de tener sentido y el pueblo se convertiría en nuevo y único soberano en lugar del viejo soberano “por la gracia de Dios”; en lo sanitario pasarán a la historia (del terror...) “remedios médicos” como las sangrías, y se masificaron las vacunas que acabarían con enfermedades letales de necesidad (por más que ahora una panda de botarates indocumentados estén en su contra, confirmando con ello que el ser humano, en nuestro tiempo, va para atrás, como los cangrejos...).

La genialidad de Verne fue tomar esas expectativas de lo que podría deparar el futuro y darles amena, sabrosísima forma en sus novelas y relatos, textos en los que la aventura y la anticipación se daban la mano con frecuencia, en una mixtura ciertamente notable.

La obra literaria verniana ha sido traducida a multitud de idiomas. Según el respetado Index Translationum, es el autor más traducido del mundo tras Agatha Christie, y por delante del mismísimo Shakespeare. El cine y la televisión, lógicamente, han adaptado profusamente la novelística de Verne. La IMDb, la biblia de la estadística cinéfila, censa en la fecha en la que se escriben estas líneas un total de 202 títulos que versionan, rigurosa o libremente, las novelas vernianas. Es cierto que, a nuestro juicio, no se ha hecho la “gran película” sobre Verne y su obra, no tenemos el equivalente a la adaptación de El resplandor que hizo Kubrick sobre la novela de Stephen King, o la de L.A. Confidential que rodó Curtis Hanson sobre la novela homónima de James Ellroy, o la de El hombre que pudo reinar que filmó John Huston sobre el texto de Rudyard Kipling. Pero, sin que por ahora se haya hecho esa obra excelsa que ennoblezca, también cinematográficamente, la obra verniana, nos parece que se han rodado un buen puñado de películas y series que han tenido su interés, como veremos.

En homenaje a este gran anticipador de un mundo moderno que, en buena parte, no fue como él creyó, pero sí supo darse cuenta (y nos lo trasladó en su profusa obra) de hasta qué punto la sociedad humana estaba en trance de cambiar radicalmente a lo largo del siglo XX, haremos en la serie que comenzamos con este primer artículo introductorio un repaso sobre sus novelas más versionadas a la pantalla, novelas que, por supuesto, se corresponden también, generalmente, con las más conocidas, las más apreciadas por el gran público, ese público sin ínfulas eruditas que lo convirtió (y lo sigue considerando) como uno de los suyos.

Y por eso, en España, lo llamamos Julio Verne...

Ilustración: Retrato de Julio Verne.

Próximo capítulo: 120 años sin Julio Verne: sus novelas más famosas en la pantalla. La vuelta al mundo en 80 días (II)