ESTRENO EN NETFLIX
El cine (y, obviamente, la televisión...) de espías ha recorrido un largo camino desde el cine mudo, cuando comenzaron a hacerse producciones de esta temática, en torno sobre todo a la Primera Guerra Mundial y sus vísperas. Hitchcock, en su Inglaterra natal, rodó varios títulos inscribibles en el género, como las más bien ingenuas El hombre que sabía demasiado (versión 1934), 39 escalones o Alarma en el expreso. Quizá la puesta de largo del cine de espías como género serio acontecería con El tercer hombre, la versión de la novela de Graham Greene dirigida por Carol Reed, pero en la que la sombra de Orson Welles (y no solo por el “look” expresionista del film) era muy alargada... En tiempos más modernos, a partir de los años sesenta, se dieron dos fenómenos casi paralelos muy diferenciados: la popularísima saga de James Bond, iniciada con Agente 007 contra el Dr. No, muy fantasiosa y centrada sobre todo en las escenas de acción y los escarceos sexuales del prota, y las adaptaciones de las novelas de John le Carré, con films como El espía que surgió del frío o la miniserie Calderero, sastre, soldado, espía, mucho más realistas e incluso rebeldes ante unos sistemas políticos (capitalismo, pero también comunismo) que se reputaban injustos.
Con la Caída del Muro de Berlín y el consiguiente fin de la Guerra Fría, el cine de espías hubo de replantear sus historias, sus temáticas: entraron entonces temas de espionaje entre Oriente y Occidente, eje Norte/Sur, lucha antiyihadista, etcétera..
Pero, en realidad, desde aquellas primeras pelis sobre espionaje a las de ahora, no hay demasiadas diferencias en cuanto al tema: siempre hay alguien que espía, alguien que quiere impedir que se averigüen secretos de estado, y casi siempre algunos, de uno u otro bando, pierden la vida en el envite. Eso ocurre también en esta serie de 6 capítulos, Palomas negras, que sin embargo sí presenta algunas peculiaridades propias: la más evidente sería el hecho de que aquí la organización secreta en torno a la que gira la trama, la “Palomas negras” del título, no es un ente estatal, sino una sociedad privada, secreta, de alguna forma ilegal, o quizá alegal, que se encarga de desentrañar secretos de los estados (de “todos” los estados), vendiéndolos después al mejor postor. Se pierde entonces uno de los “valores” típicos del cine de espías, el patriotismo de los agentes que ponen en riesgo sus vidas para conocer los secretos del enemigo y con ello beneficiar a su país, pero también la figura del traidor, el topo infiltrado por razones ideológicas (también crematísticas...) por otra potencia para que le cuente las interioridades del enemigo. En este mundo nuestro, donde todo se compra y se vende, tampoco es tan descabellado que existiera (a lo mejor hasta existe de verdad...) un ente dedicado a semejante cosa, mercadear con los secretos de estado.
La historia se ambienta en nuestros días (aunque habrá algunos flashbacks al pasado, desde 2014 hasta el 2024 donde tiene lugar la serie), mayoritariamente centrada en Londres, donde vemos, en una introducción, un triple asesinato en tres lugares distintos: un treintañero de origen asiático, más una chica y otro chico más, estos dos europeos y de parecida edad; el treintañero de ojos rasgados resulta ser el amante de Helen Webb, la esposa del secretario (es decir, ministro) de Defensa, Wallace Webb, con quien tiene dos niños mellizos en torno a los 8 años. Helen resulta ser una agente de Palomas Negras, infiltrada en el núcleo más cercano a Wallace (su propia alcoba), el más que posible futuro premier británico; desde esa privilegiada posición, Helen ha pasado ya muchos secretos a su organización. Pero Helen quiere dejar la organización, en especial por sus hijos, aunque su jefa, la dura Reed, consigue evitarlo mediante chantajes varios. Paralelamente conocemos a Sam, un ejecutor, como le gusta a él ser conocido, hijo también de un asesino a sueldo, que sin embargo mantiene con Helen una relación casi fraterna. Sam, de orientación gay, tuvo años atrás que abandonar a su pareja, Michael, cuando la vida de ambos corrió serio peligro, salvándose precisamente por la providencial intervención de Helen. Ahora ambos habrán de enfrentarse a las derivadas de esos tres asesinatos que, en realidad, intentan encubrir un oscuro asunto, la extraña, traumática muerte del embajador chino en Londres, y la desaparición de su hija...
El creador de la serie es Joe Barton, un inglés aún joven (va a cumplir los cuarenta), a pesar de lo cual ya tiene una apreciable carrera como guionista, con títulos conocidos como The Lazarus Project. Es un escritor cinematográfico con buenas ideas y una demostrada capacidad para interesar al público, cualidades ambas que hoy día (bueno, en realidad en cualquier tiempo...) son un auténtico tesoro.
La serie, con buena factura, tiene una puesta en escena personal, jugando con frecuencia con escenarios nocturnos, con dos directores, Alex Gabassi y Lisa Gunning, con experiencia en series de relieve (sobre todo el primero, que estuvo a los mandos en varios capítulos de la prestigiosa The crown), encargándose cada uno de ellos de 3 capítulos, sin apreciarse diferencia entre ellos.
Temáticamente estamos ante una historia peculiar, con asesinatos cruzados, en el que se dibuja un mundo atroz, el del espionaje, en el que no hay escrúpulos ni miramientos. Podría decirse que es como una evolución desprejuiciada, ultraviolenta y libérrima, de la saga 007, con personajes perversos, bien perfilados, incluso los secundarios como las dos pistoleras, con un peculiar humor sarcástico; pero es que incluso a la protagonista, el personaje con el que el espectador se identifica, no le tiembla el pulso al matar a sangre fría a alguien desarmado (esto en el siglo pasado –cuando todavía nos creíamos buenos...- hubiera sido impensable...).
Nos encontramos con varias subtramas, aunque imbricadas en la principal: tendríamos entonces la del coprotagonista, el “ejecutor” gay absolutamente pillado por su ex, con el que le gustaría volver, pero también, y quizá sobre todo, la de la protagonista, que antepone su familia a su propia condición de espía, a su relación con quienes le pagan... También aparecen secundariamente otras líneas, algunas de ellas más bien difusas, como una serie de asesinatos que se irán cometiendo por geoestrategia política, estando implicadas varias naciones (Reino Unido, China, Estados Unidos), con un peligro cierto de conflicto internacional (esto suena muy actual...). Seguramente como es prácticamente indispensable en cualquier audiovisual de género thriller actual, hay al menos una escena de violenta acción por capítulo, bien a puñetazos, bien a navajazos, bien a tiro limpio, o una mezcla de todas ellas, escenas rodadas generalmente con solvencia y razonablemente creíbles.
Lo que no es tan creíble, y ese es uno de los puntos débiles de la serie, es que con frecuencia esas escenas de acción, que transcurren en zonas residenciales obviamente muy pobladas, incluso en plena calle y a la luz del día, pasan absolutamente desapercibidas para los vecinos, incluso con ruidosas balaceras en las que distintos grupos armados se liquidan mutuamente (esa es otra: hay un enfrentamiento en el que todos se matan entre ellos, no queda ni uno...), y allí nadie grita, ni saca la cabeza, ni pasa nadie por las calles... un punto de irrealidad que, si la clave fuera esa, la fantástica, sería creíble... pero es que no lo es...
Estamos entonces ante un thriller de espionaje cuya particularidad parece residir en que las organizaciones de inteligencia ya no son nacionales sino empresariales. De hecho, la jefa de la agencia (una tipa inquietante que habla siempre como en tono quedo, tan sobrada como poderosa y sibilina) autocalifica a su empresa como “cosechadora de información, la recolectamos y la vendemos...”.
Como suele ocurrir en todas las historias de espías, ésta es también bastante embrollada, y a veces el espectador se puede perder en la trama; pero eso forma parte también del género, lo que importa es tener una idea más o menos general de la historia...
Curiosidades: el premier que aparece es de etnia pakistaní; aunque pudiera parecer una fantasía, desde 2022 a 2024 el Reino Unido estuvo gobernado efectivamente por una persona de esa etnia (bueno, de sus hermanos hindúes, la misma rama racial), Rishi Sunak, así que aquí el arte imita a la vida... Por otro lado, el guionista y creador, Joe Barton, utiliza el recurso del Macguffin (ya saben, un elemento menor que todos buscan y que cataliza la acción que se desarrollará a lo largo de la historia), en concreto cierta grabación que es objeto del deseo de todos. Como escena para recordar citaríamos aquella en la que Sam, el ejecutor gay, y sus colegas las dos pistoleras piradas, con adornos navideños sobre sus cabezas y hombros (estamos en ese momento en plenas “Merry Christmas”...), entran a sangre y fuego para rescatar a la hija del embajador chino que ha sido secuestrada, a los acordes... del villancico El pequeño tamborilero: será difícil escuchar de nuevo esta deliciosa canción sin que nos evoque esta orgía de sangre...
La serie mejora a ojos vista conforme va avanzando y va encontrando su tono, pero tiene errores de bulto, como evidentes incoherencias de guion y falta de credibilidad en las numerosas escenas que se desarrollan en escenarios donde debería haber decenas de testigos, que brillan por su ausencia, clamoroso fallo cuando el audiovisual está hecho en evidente clave realista, no fantástica.
Keira Knighley, a la que nos parece que profesionalmente se le ha pasado ya el arroz (hace años que no tiene una peli realmente interesante...), hace un trabajo correcto, aunque se adivina que está aquí por una cuestión puramente alimenticia. No vemos que Ben Whishaw dé el papel del asesino: nos parece que le falta temple para un personaje como éste, aunque el hombre tenga sus dudas, a veces, cuando tiene que apretar el gatillo contra ciertas personas...
(28-01-2025)