CINE EN SALAS
Emmanuel Courcol (Angers, 1957) es un actor francés de larga trayectoria como tal, que desde principios del siglo XXI viene también desempeñándose como guionista, y desde mediados de los años diez de este mismo siglo ha iniciado una incipiente carrera como director, siendo este Por todo lo alto su tercer largometraje, habiendo conseguido cierta repercusión con los dos anteriores, Alto el fuego (2016), con Romain Duris, y El triunfo (2020). Ahora, con esta Por todo lo alto, ha conseguido su mayor éxito comercial (en Francia ha llevado a las salas de cine a casi 2,6 millones de personas; fuente: AlloCiné), además de ser nominada a 7 Premios César, aunque finalmente no consiguió ninguno.
La historia se ambienta en nuestro tiempo, en Francia. Conocemos a Thibaut, un afamado director de orquesta, al que vemos en unos ensayos para un futuro concierto. Pero en el transcurso de uno de esos ensayos, Thibaut cae al suelo desmayado. Sometido a los correspondientes chequeos médicos, se le diagnostica leucemia, por lo que se busca un donante de médula para hacerle un trasplante. Pero su hermana, Rose, que podría ser la única candidata disponible, resulta que no solo no es compatible como donante, sino que además se descubre en el análisis que no es su hermana de sangre. Thibaut se entera entonces de que fue adoptado siendo casi un bebé, pero nunca se lo dijeron porque querían que no se sintiera distinto de su hermana, que sí fue hija biológica de sus padres. Thibaut descubre que tiene otro hermano, este sí de sangre, hijo de los mismos padres, que lo dieron en adopción a otra familia, viviendo actualmente en una población al norte del país. Ese hermano, Jimmy, cuando se entera, inicialmente se muestra renuente a lo del trasplante de médula, pero tras la intervención de su madre, finalmente accede...
Pertenece esta Por todo lo alto (título español un tanto peculiar para el original En fanfare, algo así como “con fanfarria”, que tampoco es que sea un prodigio...) a ese tipo de cine al que actualmente se le llama “feel good”, un cine para que el espectador se sienta bien, aunque contenga un drama (que obviamente no destriparemos) que conduce inevitablemente a las lágrimas. Pero un final “por todo lo alto”, como dice el título español (probablemente inspirado en la última escena), produce en el espectador, evidentemente, una sensación de felicidad, aunque sea matizada por la congoja de la tragedia que se avecina.
Courcol no es un estilista como director, es cierto, pero se defiende razonablemente; su intención es contar una historia, y lo hace de forma amena, una historia que tiene como línea principal la relación entre dos hermanos que (literalmente) no se conocen, y sobre todo la diferencia social entre ambos, que determinó su vida: Thibaut, criado en una familia bien, tuvo acceso a la mejor educación y (con su esfuerzo, por supuesto) llegó a una posición social y económica de privilegio, convirtiéndose en una figura invitada a las mejores orquestas del mundo; Jimmy, por su parte, criado en una familia de clase media-baja, malvive como trabajador de un comedor, está divorciado, con una hija que vive con su progenitora, mientras que él ha tenido que volver a convivir con su madre (de adopción, como hemos visto). De esa diferencia social, y del hecho de que, si hubieran sido adoptados por la misma familia, ambos habrían corrido la misma suerte (para bien o para mal...), trata en primer lugar esta película que, en realidad, no se pronuncia en ningún sentido: Jimmy lamentará su mala suerte, al haber sido acogido por la familia pobre, aunque en el fondo sabe que fue amado y querido por los que lo hicieron uno de los suyos; Thibaut, en principio enfurecido porque sus padres de adopción no se lo contaran, ni tampoco adoptaran a Jimmy para que ambos crecieran juntos, también finalmente entenderá que las decisiones se toman en un determinado contexto, y que no se puede juzgar a toro pasado lo que se hizo en un momento concreto.
Pero habrá otras líneas secundarias, como la del conflicto laboral que mantienen los trabajadores de la fábrica que es prácticamente la única fuente de salarios del pueblo donde vive Jimmy, una fábrica cuyo desmantelamiento dejará a la localidad prácticamente en la indigencia, una línea menor pero que tiene también su importancia, y a cuya génesis nos parece que no ha debido ser ajeno uno de los productores del film, Robert Guédiguian, el llamado “Ken Loach francés”, un cineasta cuya carrera ha estado siempre teñida de compromiso social y político, pero también adobada de una visión humanista y sentimental.
También es interesante la participación, como parte integrante de la trama, de la banda de música en la que toca Jimmy, y a la que (se ve venir, es cierto...) Thibaut tendrá que ayudar con su sapiencia como director cuando las dificultades se ciernan sobre el grupo. Ese contraste entre el parisino de educación exquisita y de experiencia cosmopolita, con los componentes del grupo humano que toca en la banda por pura afición, con escasos conocimientos de música (y alguno con un oído enfrente del otro...), será otro de los alicientes del film, encontrándonos con que, en puridad, no hay tampoco tanta diferencia, quizá ninguna, entre uno y los otros: solo es cuestión de empatizar, de tratar al otro como uno más, sin egos ni soberbias, tampoco sin el desdén acomplejado del que se cree inferior.
Película interesante, quizá no sea una gran obra, porque el guion, con cierta frecuencia, no es precisamente maravilloso, siendo bastante previsible. El final, en el que se estrena “Cuadratura”, la nueva composición original de Thibaut, cerrará el círculo de los dos hermanos sobrevenidos, con una especie de “flashmob” que (esta vez) no se ve venir, y que pondrá ese broche de felicidad (relativa...) para el espectador: y es que, incluso en la tragedia, el público sale henchido de ese “finale” (ya que estamos con una obra de ambiente musical...), en una astuta maniobra del guionista y director.
Gusta que la película utilice el lenguaje musical sin importarle que el público sea, o no, conocedor del mismo, porque ese lenguaje musical no deja de ser un paisaje que no es necesario entender. Gusta también, y de qué forma, que no solo se escuche música clásica, sino que los protas tengan también (y nos lo transmitan...) un exquisito paladar melómano para otras sensibilidades musicales, como Dalida o Aznavour, cuya sobrecogedora Emmenez-moi, “llévame”, será el “leit motiv” musical de las escenas más emocionalmente arrasadoras del film.
Buen trabajo actoral de la pareja protagonista, un Benjamin Lavernhe que no en vano forma parte de la Comédie-Française, que hace un muy notable Thibaut, segurísimo como el director de orquesta que no es, pero también Pierre Lottin como Jimmy, el hermano proletario y músico aficionado, con sus inseguridades vitales, que ve que le ha nacido un hermano con 37 años y tendrá que asumir esa nueva situación, con las derivadas inevitables que propicia una circunstancia como esa, en cuanto a lo que podría haber sido su vida si ambos hermanos hubieran sido adoptados por la misma (y pudiente) familia.
(04-04-2025)
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