Serie: Monsieur Spade

ESTRENO EN FILMIN

Es sabido que Dashiel Hammett (1894-1961) fue uno de los más importantes escritores USA especializados en novela negra. Junto a sus coetáneos Raymond Chandler y James M. Cain, entre otros, fue fundamental en la creación del cine negro norteamericano que sentó las bases del género entre los años treinta y cincuenta del siglo XX. Sus dos mayores aportaciones al género policíaco fueron las novelas El halcón maltés y El hombre delgado, iniciadoras cada una de ellas de sendas series en las que sus protagonistas abordaban diferentes casos. Especial interés y relevancia tuvo el personaje de Sam Spade, detective privado que protagoniza la citada El halcón..., un personaje que daría lugar a todo un arquetipo, el investigador duro como el pedernal, que establecería un canon en el género que llega prácticamente hasta nuestros días.

La película por antonomasia sobre Sam Spade es, por supuesto, la versión de 1941 de El halcón maltés (hay otras, como una de 1931, en España titulada El halcón, e incluso una hecha en la Checoslovaquia comunista, que ya tiene mérito...), y en especial la composición que hizo Humphrey Bogart del personaje, conformando un rol perfectamente identificable: duro con hombres y mujeres (en este último caso, en términos que hoy son –justamente- inaceptables), macho sin mácula, inteligente y sagaz, presto a la violencia física con o sin justificación, de lengua viperina y sumamente ingeniosa, siempre con el cigarro y el whisky en los labios.

Esta Monsieur Spade parte de ese personaje, pero no se basa en ninguna de sus novelas. Su idea, parece evidente, es retomar el papel y situarlo como veinte años después de El halcón maltés de Bogart, en el primer lustro de la década de los sesenta, y en un paisaje muy distinto al de San Francisco que era el escenario de las novelas hammettianas sobre el detective. El audiovisual, con buen criterio, busca nuevas perspectivas para hacer sus obras, y aquí la idea es situar a ese personaje, ya frisando los sesenta, pero sin perder casi ninguna de sus características (sí, afortunadamente, esa mano demasiado larga en sus relaciones con las mujeres...), en un paisaje tan distinto como la campiña francesa, y también en circunstancias concretas de ese espacio-tiempo (para la ocasión, la reciente guerra franco-argelina que terminó con la independencia del estado magrebí).

La acción se inicia en 1955 en Bouzouls, una localidad de la campiña francesa, en el sur del país, en el departamento de Aveyron. Hasta allí llega Spade, acompañado de Teresa, una niña de 4 años, hija de una antigua novia suya, ya fallecida, que le ha encargado que se la lleve a su abuela, la madre del padre, Philippe Saint-André, que vive en el pueblo. Pero al llegar, la abuela le dice que su hijo ni está ni se le espera, y se desentiende de la chica. Mientras Spade busca dónde dejar a la niña para cumplir el encargo de su ex, conoce a una mujer madura, la fascinante Gabrielle, rica por cuna, de la que se enamorará. Finalmente Spade deja a la niña en un convento, a la par que se casa con Gabrielle. 8 años más tarde reencontramos a Spade, viudo al haber fallecido su esposa, y a Teresa, ya con 14 años, en el convento. Pero empiezan a suceder cosas extrañas; se rumorea que Philippe ha vuelto al pueblo, aunque nadie lo ha visto. Poco después, de noche, Teresa llega espantada a casa de Spade: ha huido del convento ante la llegada de un monje loco que, al parecer, ha ido matando a las monjas...

Esta miniserie de 6 capítulos se ambienta, como decimos, principalmente en dos momentos históricos, el de la llegada de Spade al pueblo, a mediados de los cincuenta, y 8 años después cuando se suceden los asesinatos de las monjas, con un “leit motiv” que se descubrirá más adelante; pero habrá otros momentos históricos a los que saltará, siempre con solvencia y sin mayores problemas, como algunos flashbacks recurrentes de otro personaje relevante, Jean-Pierre, un hombre traumatizado por su participación como militar en la guerra de Argelia, donde asistió a tropelías sin nombre.

Scott Frank y Tom Fontana actúan como co-creadores de la miniserie; el primero lo hace también como director de los 6 episodios. Ambos son guionistas de dilatada carrera, teniendo el primero entre sus créditos títulos como Minority report, de Spielberg, o la prestigiosa miniserie Gambito de dama; del segundo citaremos la serie de época Los Borgia. Ahora ambos unen sus esfuerzos para esta secuela del personaje Spade, pudiendo afirmarse que, en buena medida, se trata de una especie de continuación (con 15/20 años de distancia) del personaje que cinceló Bogart en El halcón maltés, la versión canónica dirigida por John Huston. Y es que, efectivamente, el rol retomado por Clive Owen (que interviene también como coproductor ejecutivo) parece proceder de aquel Bogart de cigarrillo siempre en la comisura, la réplica exacta (y, con frecuencia, hiriente...) en los diálogos, y la sagacidad como sobresaliente facultad. Y lo cierto es que nos parece que esa continuidad del personaje resulta plausible, nos creemos a este Clive que, incluso físicamente, en su rostro y en su peinado, recuerda a aquel Humphrey tan inteligente como brutal, solo que aquí, evidentemente, ya le pesa un tanto la edad y le empiezan a salir los achaques propios de la incipiente vejez.

Una de las características de las historias del detective creado por Hammett (y, singularmente, la de El halcón maltés), que también se reproduce en Monsieur Spade, es, sin duda, sus buenos diálogos, que recuerdan poderosamente los del cine negro clásico yanqui, diálogos en los que, por supuesto, se luce sobre todo el protagonista, siempre tan ingeniosos como bordes y cortantes; pero también lo serán los puestos en boca de otros personajes, con frecuencia llenos de ironía y sarcasmo.

Con una exquisita factura que saca buen rendimiento de los luminosos paisajes de la campiña francesa, la miniserie funciona bien en su intento, que entendemos conseguido, de hacer un producto a la vez clásico y moderno; clásico, porque se atiene a las constantes descritas en el canon fílmico bogartiano de El halcón maltés; moderno, porque actualiza los coprotagonistas, especialmente los roles de las mujeres, que aquí dejan de ser los habituales floreros del cine negro clásico USA para cobrar personalidad propia, para ser mujeres con poder (esa Teresa, una adolescente que sabe más que Brijan; esa Gabrielle, la esposa de Spade, rica y dueña de su vida –y, sobre todo, de su muerte...-; esa Marguerite, escindida entre su fascinación por Spade y su relación conyugal con un hombre traumatizado por la guerra...). Y también porque pone en el paisaje humano e histórico las consecuencias de la entonces reciente guerra franco-argelina, que supuso un rudo golpe en la autoestima de la metrópoli gala, con la formación de organizaciones clandestinas como la OAS, grupo terrorista de ultraderecha que no aceptaba la paz con los argelinos que propició que tuvieran su propio estado.

Todo ello con un elemento humano, un niño argelino de prodigiosas capacidades numéricas, que será, como se dice en un momento dado, el centro de una rueda de muchos radios, un oscuro objeto de deseo para muchas organizaciones y estados que lo quieren para que sirva a los intereses de sus servicios de inteligencia. Eso hará que pugnen por el crío entes como el MI6 británico, la Iglesia de Roma, el novísimo estado argelino, a través de su brazo armado el FLN, los espías de la DGSE francesa y, por supuesto, la CIA, que no puede faltar, como el perejil, en todas las salsas. Por cierto que el sexto y último episodio, en el que se aclarará (más o menos...) la historia, resulta un tanto farragoso con tanto interviniente en una comparecencia que parece el camarote de los Marx, con tantos espías, topos, agentes dobles y triples, etc.

La miniserie supone, entonces, una plausible actualización de un personaje, de un arquetipo, manteniendo su esencia pero renovando los aspectos más anquilosados y avejentados del canon, con una trama algo enrevesada que, en cualquier forma, denuncia la canallesca e inmisericorde maquinaria de toda organización que aspira al (o ya lo detenta el...) poder, en un producto estimulante que mantiene bien el interés, con una buena ambientación de época y una filmación elegante, en un producto del que podría decirse sin faltar a la verdad que busca (y nos parece que lo consigue) beber en las esencias del cine negro yanqui, pero también del francés, del célebre “polar”.

Buen trabajo de Clive Owen, sobre el que gira la historia, bien secundado especialmente por una Chiara Mastroianni, como su esposa, encantadora y personalísima; atención a la jovencísima Cara Bossom, la adolescente, en la que vemos un talento natural que puede darnos muchos momentos de disfrute cinéfilo.

(08-04-2025)


 


Monsieur Spade - by , Apr 08, 2025
3 / 5 stars
Plausible actualización de un mítico arquetipo