Serie: Gambito de dama

El mundo del ajedrez, a pesar de su evidente atractivo, no ha sido el tema central de demasiadas obras audiovisuales. Así a bote pronto podríamos recordar algunos títulos como En busca de Bobby Fischer (1993), de Steven Zaillian, El caso Fischer (2014), de Edward Zwick, o la española El jugador de ajedrez (2017), de Luis Oliveros. Incidentalmente sí aparece en gran número de films, en ocasiones con escenas que se quedan indeleblemente grabadas en la memoria del cinéfilo, como las que contienen El séptimo sello (1957), de Ingmar Bergman, o El caso Thomas Crown (1968), de Norman Jewison.

Pero, como decimos, no es habitual que el juego de las sesenta y cuadro cuadrículas, blancas y negras, sea el eje central de un producto audiovisual, como ocurre con esta Gambito de dama, exitosa miniserie de 7 episodios que consiguió dos Globos de Oro en la edición de 2021, concretamente por los conceptos de Mejor Miniserie de Televisión y Mejor Interpretación en Miniserie (para Anya Taylor-Joy).

La obra se basa en la novela homónima de Walter Tevis (autor, a su vez, de los textos literarios en los que se han basado algunos grandes films norteamericanos, como El buscavidas y su continuación El color del dinero), y se ambienta inicialmente en los años cincuenta, fecha en la que conoceremos a Elizabeth Harmon, cuando, a la edad de 9 años, pierde a su madre en un accidente de automóvil, si bien más tarde conoceremos que eso no fue exactamente así. Internada en un orfanato en Lexington, Kentucky, la joven Beth conoce al adusto conserje de la institución, el Sr. Shaibel, un fanático del ajedrez; tras una relación inicialmente tormentosa, el bedel consiente en enseñar a la joven los rudimentos del juego, y pronto se da cuenta de que la chica posee un extraordinario don natural para jugar. Simultáneamente, la chica comienza a tomar tranquilizantes de forma masiva, pastillas que en aquella época, en el orfanato, se distribuían por parte de la dirección sin control alguno para mantener a raya a las díscolas alumnas. Beth se da cuenta pronto de que la toma de ese tipo de medicación le facilita una inusual claridad mental para saber los movimientos que tiene que hacer en el ajedrez, lo que, unido a la liberalidad en la disposición de semejantes narcóticos, la termina haciendo una adicta, primero a esas sustancias, y cuando va creciendo a otras, entre ellas el alcohol.

En ese tiempo es adoptada por un matrimonio, aunque realmente la que quería hacerlo era la mujer, mientras que al hombre, que está ya embarcado (sin que su esposa lo sepa aún) en una aventura amorosa extramarital, realmente le da igual. La fama de Beth Harmon como prodigiosa jugadora de ajedrez se va extendiendo, y cuando se convierte en adolescente ya interviene en torneos nacionales a los que acude con su madre adoptiva, que se ha convertido en su mejor y más cómplice amiga, una vez que el marido ya se ha divorciado para irse con su amante.

Tiene Gambito de dama varios atractivos, siendo el fundamental su original, brillante historia, que nos habla de un prodigio ajedrecístico que (aunque el novelista Tevis lo negara) parece inspirarse, aunque libérrimamente, en la figura de Bobby Fischer, el excéntrico campeón del mundo que terminó peleado contra el ídem, víctima de una mente tan preclara como patológica. Harmon tiene puntos concomitantes con Fischer, como su excepcional lucidez y su capacidad proteica para el juego, si bien es cierto que no comparte otros, como la tendencia a la irascibilidad, por no decir la imbecilidad de quien se creía el ombligo del mundo.

Nos parece, sin embargo, que la miniserie Gambito de dama tiene un interés decreciente: los primeros capítulos son, a nuestro entender, los mejores, cuando la niña se empieza a interesar por el ajedrez y los tranquilizantes que toma a demanda le permiten (en esas escenas en las que el tablero se materializa milagrosamente en el techo de su habitación mientras transcurren las vigilias en las que debería dormir) imaginar las jugadas más brillantes, las estrategias más tortuosas, los jaques más insuperables. Pero conforme la niña se convierte en adolescente, y ésta en mujer, la continua sucesión de torneos, primero nacionales, después internacionales, juegan en contra de la amenidad y la narrativa, resultando a veces un tanto reiterativo. Es cierto que los creadores, Scott Frank y Allan Scott buscaron que esa posible reiteración se despejara a través de las sucesivas relaciones sentimentales, amorosas, o simplemente sexuales de la protagonista, y también se adobó la  historia con la relación materno-filial de Beth con la que fue su madre adoptiva pero a la que terminó queriendo tanto o más que si hubiera sido su madre biológica.

Pero la impresión de que, después de unos capítulos iniciales brillantísimos, el resto de la miniserie, hasta su final, bajaba el tono, sin por ello hacer la serie despreciable pero ya no tan atractiva, está ahí, y aún más con un final que, aunque buscando el efecto Rocky o Karate Kid (quien haya visto estas pelis –o sea, todo el mundo...—sabe a qué nos referimos...), resulta algo decepcionante. Así las cosas, queda una miniserie sin duda intrigante, irregular, vistosa, con un tema tan estimulante como el ajedrez que, sin embargo, sigue sin ponerse de moda; ojalá que el éxito de esta por lo demás tan apreciable miniserie haga que el juego del rey y la dama, alfiles, torres, caballos y peones, se convierta en un tema recurrente en el cine y la televisión de nuestros días, tan faltos de asuntos en verdad apasionantes.

El descubrimiento (para quien no la conociera: nosotros ya advertimos de su talento viéndola en las anteriores La bruja, Morgan, Múltiple y Purasangre, entre otras) es el de Anya Taylor-Joy, los ojos de actriz más subyugantes del cine de nuestro tiempo, una actriz que, si no se malogra, puede darnos muchos momentos de alegría a los cinéfilos.


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Gambito de dama - by , Mar 13, 2021
3 / 5 stars
El ajedrez como tema