El paciente inglés

CINE EN SALAS

Películas como ésta nos reconcilian con el cine clásico, con aquellas grandes superproducciones británicas ganadoras de múltiples Oscars. En el caso de El paciente inglés (1996) fue nominada para doce de ellos y acabó ganando nueve y muchos premios más.

Su construcción nos recuerda a la de una sinfonía, con sus tiempos bien marcados, sus pausas y altibajos en el ritmo, que contribuyen a darle un todo uniforme entre la literatura y la música, para contarnos un melodrama mezcla de amor, aventuras, pasión y guerra, mil veces narrado en una pantalla, pero posiblemente nunca de una forma tan conjuntada como ocurre en ésta.

El film nos desvela a un director casi desconocido como el británico de 33 años Anthony Minghella, del que tan sólo habíamos visto su regular Un marido para mi mujer, que demuestra que es capaz de manejar con soltura dos historias paralelas fundidas en una sola, con un buen empleo del flashback y un eficaz trabajo de montaje. Cuatro años empleó en la adaptación de esta compleja novela, escrita en 1992 por Michael Ondaatje, que se empeñó en llevar al cine cuando la leyó, y que constituyó su único objetivo durante todo ese tiempo.

Un melodrama en el que se funden el amor y el dolor de un hombre, Laszlo Almásy, un conde húngaro de enigmáticas raíces, ingeniero de minas, que trabaja para el ejército británico, durante la Segunda Guerra Mundial. En un viaje con el cadáver de su esposa en una avioneta, ésta es derribada en el desierto y termina agonizante, con el cuerpo quemado, en un hospital, donde los empleados y médicos le reconocen como "el paciente inglés". Dejado al cuidado de una enfermera de origen canadiense, ésta indaga en su vida para conocer su pasado, mientras le lee el libro de Herodoto, padre de la Historia, que llevaba consigo,  que está lleno de apuntes en los márgenes.

Ésta y la inocente y fresca historia de los amores de la enfermera con un teniente especialista en explosivos corren paralelas fundiéndose en una sola de forma casi imperceptible. Ella es su único nexo de unión con este mundo en la búsqueda de su identidad en este infernal absurdo que es la guerra.

Las dos horas largas de proyección apenas se hacen sentir en el ánimo del espectador, ya que constituye una de las más hermosas cintas de los últimos tiempos. El espléndido guion logra transmitir la elegancia literaria de la novela que une lo épico con la profunda emoción poética del tema y lo convierte en un puzzle de sentimientos y emociones, unido perfectamente a través de la puesta en imágenes de Anthony Minghella, que logra además una soberbia ambientación.

La candidez de Juliette Binoche, la enigmática arrogancia de Ralph Fiennes, la dureza de Kristin Scott Thomas, y la fuerte personalidad de Willem Dafoe, constituyen un excelente cuadro de bien elegidos intérpretes para estos densos y complejos personajes, que se ven envueltos en la inspirada música de Gabriel Yared y rodeados por la espléndida fotografía del maestro John Seale.

Todos estos son valores de este melodrama romántico que constituye esta obra magnífica, brillante y hermosa, que ganó Nueve Oscars: Película, Director, Actriz secundaria (Juliette Binoche), Fotografía, Música, Dirección artística, Vestuario, Montaje y Sonido. Dos Globos de Oro: Película dramática y Música. El Oso de Plata a la mejor a la actriz (J. Binoche) en el Festival de Berlín. Y cinco Bafta de la Academia británica. Premio ASECAN al mejor film; así hasta un total de 62 galardones.