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CRITICALIA CLÁSICOS


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Para el público común, Zardoz resulta un film decepcionante; para los entusiastas de la ciencia-ficción, acaso no abunde suficientemente ni en la ciencia ni en la ficción, aunque contenga una relativa dosis de futurismo; para quienes eligen las obras por sus autores, aquel film semipolítico llamado Leo, el último es preferible a este otro de John Boorman; si de actores se trata, Sean Connery está lejos de la imagen estereotipada de agente inglés que le dio fama; hasta falta la entretenida espectacularidad que tantos buscan en el Cine.

Bajo una aparente aventura trivial se dan cita posos culturales como sólo ocasionalmente la pantalla ofrece; de aquí que Zardoz "interese" más que "guste": unos contenidos filosóficos han sido expresados en un relato de ficción-futura y ofrecidos por medio de un film. Para esta historia del año 2239, el director Boorman conjuga en su guion tres núcleos fundamentales: Zardoz, un dios; Z, un hombre; los Vórtex, una comunidad de "super-hombres". No se plantea en ella uno de los problemas tópicos en la literatura de ciencia-ficción (salvo las que lo proponen como base, v.g. La noche de los tiempos, de René Barjavel): el establecimiento y resolución de la comunicación; ésta se da por resuelta; cuando dos seres de distintos espacios o tiempos necesitan comunicarse, hablan como si dispusieran de un lenguaje común. La comunicación "dios"-"Z"-"Vórtex" no se pone en cuestión; está solucionada a priori. Otros curiosos elementos comunicativos tiene presente el realizador al crear la ficción-Vórtex: este pueblo del siglo XXIII sigue utilizando metodologías propias del XX; así, una composición estructural a base de niveles interrelacionados en lo geográfico o en lo antropológico; a ello se unen los recursos de investigación behaviorista a base de estímulos-respuestas o la referencia a emisores-receptores que usan como canal un anillo-proyector; además de la expresión oral, este universo andrógino maneja una simbología mímica o una simbología de objetos, por ejemplo, las manos femeninas emitiendo estímulos contra "amigo", o el cristal que lo contiene todo y nada; ¿acaso otra caja de Pandora en esa sociedad nueva? Pero la ficción es sólo el procedimiento para la presentación de significados universales e intemporales, no por ello menos humanos.

Los valores elegidos se fundamentan en la filosofía de Friedrich Nietzsche. Ha sido sobrepasada la decadencia del mundo burgués. La voluntad de dominio es el camino para los nuevos valores; los superhombres son sus creadores, Aristos elegidos, guardianes del pasado que como abeja-reina en colmena separa cuidadosamente a los apáticos y a los viejos; Zaratustra es su predicador (¿Arthur?, ¿Z?; obsérvese la semejanza de sonidos); Dionisos es su símbolo, pero lejos de ser el dios de la plenitud de vida o fecundidad de la Naturaleza, mediante la "voluntad de dominio" nietzschiana, se transforma en el dios de la guerra; ésta es la interpretación política que de las teorías del filósofo se ha hecho y, al parecer, la elegida por el realizador para ofrecer este Zardoz que no predica la paz sino la guerra y arroja armas por su boca.

Reyburn-Hinderks, en su obra sobre Nietzsche, señala unos puntos clave: el resentimiento, la rebelión de los esclavos, la transmutación y destrucción, el apetito de mando, la envidia del vivir —y del morir—, la voluntad de dominio...; ¿no son los otros temas que se vislumbran en el film? "Una raza con su esfera de vida aparte, dotada de exuberante potencial para la belleza, la valentía, la cultura, la delicadeza, aún en lo espiritual; una raza afirmadora que se puede permitir el gran lujo, demasiado fuerte para serle necesario el tiránico imperativo de la virtud, bastante rica para no tener que andar con parsimonias y meticulosidades, más allá del bien y del mal, un invernadero para plantas especiales". ¿Acaso estas palabras de la obra Zaratustra no pueden serlo igualmente del guion de la película, o podrían figurar en la sinopsis argumental? Este mundo de "señores", nobles y fuertes, en el que la jerarquía está paliada por esa democrática votación continua, y el castigo del envejecimiento indefinido no acaba en muerte porque es don desconocido, va a invertir la ecuación de valores aristocráticos cuando los débiles impongan su propia condición, cuando tiene lugar la "rebelión de los esclavos", cuando Z renuncie a la "vírtú" de acumular poder y valor para ellos, cuando "se elimine no sólo la doctrina del pecado sino también la del mérito"; la consecuencia última será el fin de la eternidad sin sentido, que la muerte, necesaria y querida, trae para superar un nihilismo que, a su vez, abrirá una nueva eternidad, un mundo que retorna siempre en eternos ciclos del tiempo y del ser.

El dios en estado de comunicación con el hombre va a conocer la rebelión de éste, puesto que "dios ha muerto, queremos que viva el superhombre", y puesto que "nada es verdad, todo está permitido", el esclavo va a liberar a sus amos aún a costa de la destrucción de la memoria de la humanidad representada por el libro (en el que precisamente se encuentra la clave del nombre del dios Zardoz, artificio que Boorman inventa utilizando los términos ingleses "maz, -oz", como nuestro equivalente "mago de oz") o el museo de pinturas y esculturas; la verdad y la venganza como temas al desnudo. La posterior interrogación del hombre sobre el hombre acaba en soledad para éste. Las secuencias que Boorman ha ido planteando acaban en la expresión en distintas lenguas, nueva Babel cuyas imágenes irán dando paso a la música de la Séptima Sinfonía de Beethoven, tal vez porque el realizador piense como el Valentin Haüy de El concierto de San Ovidio, de Buero Vallejo: la música es la única respuesta posible para algunas preguntas.

Los planos finales del film, con su iconografía estática para darnos la evolución de viejo-hombre-nuevo, ¿no responden a la idea nietzschiana del hombre ideal del futuro, fruto del maridaje del espíritu de la Germania precristiana con el de la Hélade presocrática?, o ¿puede referirse igualmente al entrecruzamiento del oficial noble de la raza prusiana con la raza judía? La pasión hacia la nada de los habitantes del oasis idílico encuentra su imagen final en el esqueleto de dos seres que, con título de Simone de Beauvoir, podrán decir otra vez “todos los hombres son mortales", o los versos del poeta Quevedo –“polvo serán, más polvo enamorado"-.

Zardoz: nadie pase sin hablar con el portero; éste podrá decir: nadie pase sin saber filosofía.

Publicado en El Correo de Andalucía. 26 octubre 1975.


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105'

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Zardoz - by , Dec 18, 2024
4 / 5 stars
Una lectura de Nietzsche