Con esta tercera entrega concluimos la glosa del audiovisual que ha tratado el universo de ficción creado por L. Frank Baum a partir de la publicación de su seminal novela El maravilloso mago de Oz, en 1900, y todo ello a resultas del reciente estreno (con estrepitoso éxito comercial en Estados Unidos y bastante menos aquí en las colonias...) de la primera parte del musical Wicked, una precuela del clásico baumiano, y en especial de la versión por antonomasia del libro, obviamente la (está sí) estupenda El mago de Oz (1939), de Victor Fleming.
En los dos capítulos anteriores de este tríptico comentamos los títulos sobre ese “universo Oz” en los períodos 1908-1966 y 1971-1990. En esta tercera entrega nos ocuparemos de los films y series que se han producido durante este siglo XXI.
El primer título que, por orden cronológico, nos encontramos será Tin Man (Mago de Oz) (2007), miniserie norteamericana de 3 capítulos dirigida por Nick Willing, una versión muy libre en el que Dorothy Gale es DG (tampoco se quebraron mucho la cabeza...) y los tres acompañantes son un tanto peculiares, especialmente el Hombre de Hojalata del título original, que resulta ser un bastante problemático oficial de policía. El papel de Dorothy, o sea, DG, lo encarna una entonces muy en boga Zooey Deschanel, que aquí resulta ser una camarera (lógicamente) con sueños, que terminarán, tornado mediante, en la Zona Exterior, otra forma de denominar a Oz; habrá bruja mala, habrá camino de baldosas amarillas, habrá un trasunto de Ciudad Esmeralda, pero también una historia más bien para adultos, con una atmósfera con frecuencia amenazadora... La miniserie se grabó para el canal temático yanqui The Sci-Fi Channel, con lo que el lector entenderá que tendía más a la ciencia ficción que al género fantástico que es consustancial al universo baumiano. Además de Deschanel, la miniserie contó con un apañado reparto, entre otros el británico Alan Cumming y el mítico Richard Dreyfuss, uno de los protagonistas de Tiburón.
Como el universo Oz lo aguanta todo, el siguiente título que vamos a glosar, The secret of Oz (2009), con dirección de William T. Still, es un film de carácter documental que se centraba en... el supuesto mensaje económico (!!!) que crípticamente contenía el libro de Baum... hay que tener en cuenta que este documental, cuyo autor es un cineasta especializado en este tipo de temas, se rodó en los primeros años del Crash de 2008, con la concatenación de catastróficas desdichas que supusieron, sucesivamente, las hipotecas “sub-prime”, la quiebra del gigante bancario Lehman Brothers y de otras entidades, especialmente las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac (la verdad es que la primera tiene nombre como de actriz porno, y la segunda parece una variedad de hamburguesa de MacDonalds’s...), y el colapso generalizado de prácticamente todas las economías mundiales, entre ellas Estados Unidos (y España, donde también las pasamos canutas...). En ese contexto, el director Still presenta este documental que, jugando con la novela seminal de L. Frank Baum, nos habla de las claves económicas contenidas en El maravilloso mago de Oz, todo ello con códigos cromáticos, como el Camino de Baldosas Amarillas, que vendría a ser un trasunto del patrón oro, la verde Ciudad Esmeralda, que representaría el dólar americano, el billete verde por antonomasia, y las zapatillas de plata de Dorothy (en el libro ésa era su característica, aunque en la película de Fleming se cambió al color rojo rubí), que lógicamente remitía al preciado metal argénteo. Pero, aunque pudiera parecer un disparate producido por la lógica indignación que provocó aquella crisis, en la que los poderes públicos, y no digamos los económicos, actuaron con una negligencia pasmosa (cuando no con una ilegalidad criminal...), esas claves económicas no las presentó por primera vez Still en este documental, sino que ya cuando se publicó el libro, a principios del siglo XX, hubo interpretaciones en esa línea, a vueltas con el patrón oro, el verde dólar y otras lecturas similares, así que tampoco iban tan desencaminados...
Tampoco Las brujas de Oz (2011) es muy ortodoxa con respecto a los textos de Baum, pero al menos sí vuelve al terreno de la ficción que parece más propio de lo que venimos denominando universo Oz. Se trata de una miniserie norteamericana de 2 capítulos, con dirección de Leigh Scott, que presenta una versión bastante libre de la archiconocida historia: aquí Dorothy Gale ha crecido y es autora de libros infantiles, pero pronto se da cuenta de que esas historias que ella cree fruto de su imaginación, realmente ocurrieron en su infancia, y se corresponden, claro está, con las aventuras de la pequeña Dorothy en la Tierra de Oz. Con un tono que busca fundamentalmente el público infantil y unos efectos especiales de garrafón, la talludita Dorothy era la poco conocida actriz mexicana (pero afincada en Nueva York) Paulie Rojas, que entonces tenía ya 26 años, y cuyo papel más relevante sería el de Audrey Hepburn en el corto Before breakfast; pero entre los secundarios había algunos bastante conocidos, como Sean Astin, famoso por ser uno de los hobbits de la Comunidad del Anillo de El Señor de los Anillos; el viejo y bueno Lance Henriksen, aún activo cuando se escriben estas líneas (y su primera película data nada menos que de 1960...); y Christopher Lloyd, el inolvidable “doc” de Regreso al futuro.
Disney, que ya había probado a hacer algo con el universo Oz en los años ochenta con Oz, un mundo fantástico, rueda ya en este siglo XXI Oz, un mundo de fantasía (2013) (el que le ponía los títulos en español también se hernió pensándolos, el tío...), aunque el hecho de que encargara el trabajo a Sam Raimi, autor de filmografía mayormente decantada hacia el horror (salvo las pelis que hizo con Spider-Man como protagonista), parecía indicar que iba a ser una versión más negra, más tenebrosa, pero en realidad tampoco fue tanto... estamos ante una precuela, en la que conoceremos la génesis del personaje del propio Mago de Oz, pintado aquí como un trilero, un caradura, un estafador de poca monta que encontró la piedra filosofal al llegar a la Tierra de Oz y convertirse en el supuesto mago todopoderoso que en realidad no es, en una historia bostezante en sus dos primeros tercios, para entonarse en el tercero cuando el pelanas se tendrá que enfrentar con sus trucos de timador de baja estofa a las malvadas brujas (aquí todavía eran malvadas, aún no había llegado Wicked...). Con un reparto de lo más apañado, con James Franco como el mago y Rachel Weisz y Mila Kunis como las hechiceras maléficas, más Michelle Williams como Glinda, la bruja buena, aquí lógicamente, al ser una precuela, no aparece ni Dorothy, ni su perro Totó, ni los peculiares acompañantes de la niña de los escarpines de rubí.
Puestos a ponernos exóticos, quizá la palma se la lleve el título que vamos a comentar ahora: The land of Oz (2015) fue el título internacional de Strana Oz, nada menos que una libérrima (y tanto...) versión del clásico baumiano hecha... por los rusos, con Vasiliy Sigarev a los mandos, un guionista y director de filmografía escasa y no especialmente recomendable. Aquí la historia se desarrolla en el día de Año Nuevo, con una Dorothy que se llama Lena, tiene como treinta años y es quiosquera, que pasará una noche que recuerda, más que a la obra de Baum, al Jo, qué noche de Scorsese, una serie de trapisondas y peripecias en una comedia negra, o nigérrima, también con implicaciones sexuales que, desde luego, no la hacen recomendable para niños.
Ya sabemos que al siglo XXI, tan desmitificador, le encanta hacer versiones raras de los clásicos de toda la vida, y para muestra (otro) botón: Straight Outta Oz (2016), con dirección de Colin Duffy, es un musical norteamericano en clave “queer” en torno a la figura del “youtuber” y cantante rapero Todrick Hall, toda una institución dentro del movimiento LGTBI(Q+) (esto de las siglas de quita y pon es un rollo; como diría Beltrán Duguesclin: ni quito ni pongo rey...). Hall se reclama un fan absoluto del universo Oz, y llegado a la fama, movió los hilos para dar su particular versión de las novelas de Baum con este peculiarísimo musical que no llega a la hora de duración, en la que Hall interpreta sucesivamente al Espantapájaros, al León Cobarde, al Hombre de Hojalata y hasta a la Bruja Malvada; no se atrevió con Dorothy, eso sí (no sé por qué, la verdad...). El papel del Mago se lo dejó a un actor conocido, Joseph Gordon-Levitt. En realidad el film era un compendio de los vídeoclips que Hall guionizó y produjo para su tour llamado precisamente “Straight Outta Oz”, pero ha quedado como una más de las muchas posibilidades (ciertamente extravagante, es cierto...) de versionar el universo creado por L. Frank Baum.
Las versiones raras se suceden en este siglo XXI; así, nos encontramos con la serie titulada Emerald City (2016-2017), 10 capítulos que remiten a la célebre Ciudad Esmeralda a donde se dirigen (vía Camino de Baldosas Amarillas) Dorothy y sus compañeros de viaje, pero en la que, manteniendo levemente las esencias (la prota, varios de sus personajes secundarios, bien que algunos difuminados bajo otras apariencias), la historia cobra unos tintes entre lo surrealista y lo abstracto, una visión relativamente intelectualizada de la peripecia baumiana, producida para la televisión yanqui NBC, con el apoyo de la poderosa Universal, lo que se nota en el diseño de producción, costeado y sin pararse en barras presupuestarias. La serie, desarrollada para televisión por Matthew Arnold y Josh Friedman, y dirigida por el especialista en temas fantásticos Tarsem Singh, busca convertirse en una reformulación de la mítica historia imaginada por Baum, y ciertamente a ratos parece no tener absolutamente nada que ver con el original. En cualquier caso, confirma lo que siempre decimos: los clásicos lo aguantan todo, hasta versiones oscuras y levemente terroríficas como esta.
Vamos terminando con las rarezas del vigesimoprimer siglo en el que estamos (y en el que dejaremos de estar, cuando toque...). Lynch/Oz (2022) es un documental norteamericano dirigido por Alexandre O. Philippe, documentalista especializado en films que exploran universos cinematográficos o para-cinematográficos, como 78/52: la escena que cambió el cine (2017), sobre la famosa escena de la ducha de Psicosis, o The people vs. George Lucas (2010), sobre el masivo desencantamiento popular con el rumbo imprimido por el cineasta a su mítica saga Star Wars. Aquí, en Lynch/Oz, Philippe indaga sobre la fascinación que el propio David Lynch ha mostrado siempre hacia, concretamente, El mago de Oz (1939), la versión de Victor Fleming sobre el libro de Baum. Con un tono que recuerda poderosamente al audiovisual más (re)conocido de Lynch (Mulholland Drive, Inland Empire, Twin Peaks, Carretera perdida...), el director busca demostrar la poderosa influencia que el mítico clásico de la Metro ha ejercido sobre la obra de David, partiendo de una respuesta que dio éste, en cierta ocasión, al ser preguntado sobre el impacto del film de Fleming en su trabajo: “No pasa un día sin que piense en El mago de Oz”. El documental está dividido en 6 segmentos, cada uno de ellos dirigido por un crítico o cineasta, como Karyn Kusama, Rodney Ascher y hasta el muy “friki” John Waters, el director de la película de culto Pink Flamingos.
Vamos terminando: Wicked (primera parte, que la segunda nos llegará en los últimos meses de 2025, si es que llegamos...), basada en el musical homónimo, propone una precuela en la que los malos son buenos (esa Bruja Malvada del Oeste cuya desgraciada infancia se supone justificaría que, ya de mayor, fuera más mala que la Madrastra de Cenicienta...), los buenos son idiotas, o superficiales, o epígonos de Barbie (Glinda, la Bruja Buena, aquí una imbécil redomada que cree que su ombligo es el centro del universo), y así todo: después nos quejamos de que Trump gane las elecciones, que Netanyahu devaste Gaza y Líbano, que la motosierra de Milei arrase en las elecciones argentinas, que las democracias occidentales se tambaleen, que el mundo se vaya a la mierda... En fin: hubo un tiempo en el que el cine nos enseñó valores humanos: a vivir solidariamente, a ser honestos, a respetar a los demás, a amar... con esta estúpida subversión de valores de pelis como esta, ¿qué podemos esperar?
Ilustración: cartel de Wicked (2024), musical de Jon M. Chu.