CRITICALIA CLÁSICOS
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Encuentro en internet una curiosa fotografía (indudablemente de los años cincuenta del XX) en la que vemos a Darryl F. Zanuck -el magnate creador de la 20h Century Fox- junto Henri Langlois -cofundador y director de la influyente Cinemateca Francesa-, a su lado Gloria Swanson (actriz ilustre del cine mudo y del sonoro), y por encima de los tres la figura inconfundible de Otto Preminger, casi en contraluz. Ignorando el motivo de la foto, resulta indudable la valía de sus protagonistas, cada uno de ellos por distintos motivos.
Pero hoy quien nos interesa es el citado en último lugar, Otto Ludwig, nacido en un pequeño pueblo de la actual Ucrania, cuando a principios del pasado siglo todavía era parte del Imperio Austro Húngaro. Y, como tantos otros autores que tildamos erróneamente de "alemanes", acabó aceptando la llamada de Hollywood, tras prestigiarse con sus comienzos teatrales y fílmicos en la vieja Europa, llegando a Hollywood en 1935 y sin moverse ya en una carrera que superó la treintena de largometrajes, tocando casi todos los géneros, y situándose en el ala más crítica e independiente del mundillo peliculero, actuando a veces como actor (estupendo papel en Traidor en el infierno de Billy Wilder) o tocando temas que se consideraban tabúes.
Y eso es lo que precisamente hizo en 1955 adaptando una novela de Nelson Algren, con guión del gran Ben Hecht, que narraba el calvario y el infierno de un adicto para liberarse de la droga, un mundo nunca narrado directamente en el cine estadounidense. Producida también por quien ya apodaban en los estudios como "Otto el Terrible" por su exigencia en los rodajes, fue una cinta filmada totalmente en estudios, como queda patente desde la primera escena, en una calle en la que baja de un autobús el protagonista, Frankie Machine (Frank Sinatra), un experto baterista en grupos de jazz, que acaba de salir de un período de desintoxicación. Casi siempre en interiores, en sórdidas casas de muchas y oscuras escaleras, en una de ellas vive su esposa Sophia o "Zosh" (Eleanor Parker), inválida por un accidente que provocó Frankie, cosa que ella explota continuamente para tenerlo dominado.
Pronto Frankie es tentado por los proveedores de la droga (en ningún momento sabemos si es morfina o heroína) y su mujer le incita a seguir como crupier en partidas de cartas clandestinas, que él quería abandonar para afianzarse en el entorno musical. En un momento dado vemos que cuando está sola, Zosh se levanta de su silla de ruedas y anda por su casa: un engaño más para someter a Frankie y seguir obligándole a seguir sus caprichos. Así, le obliga a buscar continuamente más partidas para reunir dinero, con el que pagar a un chapucero doctor que dice que va a curarle de una parálisis inexistente. Ante tanta presión Frankie no puede más y vuelve a inyectarse. Afortunadamente, en el mismo edificio y para contrarrestar a Zosh, la bruja malvada de su esposa, vive un hada buena, Molly (Kim Novak), que con el amigo de ambos, Sparrow, le consigue un traje para acudir a una audición. Pero al ser robado la policía lo descubre y nuestro músico es interrogado de nuevo por un comisario voluminoso y comprensivo.
Con muchas idas y venidas, recaídas y períodos lúcidos, Molly convence a Frankie que se esconda en su piso y se libre de una vez de la maldita droga. En unas escenas duras y espléndidas, ella le obliga a vencer la tentación a base de mucha azúcar, hacerle sudar sepultado en mantas, abrigos y todo lo que pueda hacerlo entrar en calor, pasar el "mono" sea como sea. Mientras, el comisario busca la droga en casa de Frankie y descubre el engaño de Zosh, a la que encuentra andando de un lado para otro, tan campante. Un final abierto y esperanzador deja a Molly y su confirmado amor mirando confiados su porvenir.
En su momento, esta cinta tuvo problemas ante una sociedad no acostumbrada a tratar con valentía y rudeza el tema de las drogas, y en Boston o en Baltimore fue prohibida, si bien el peleón Preminger recurrió a los tribunales y ganó la partida. Por otra parte él siempre declaró que su film era un ataque, una denuncia, nunca una justificación de la drogadicción, como nos parece evidente al contemplarlo. Y contó con la ventaja de sus buenos actores, de la fotografía del gran Sam Leavitt, la música (jazzística esta vez) de Elmer Bernstein, o con los maravillosos rótulos de Saul Bass en los créditos. Y siguió filmando temas polémicos, como en Éxodo (el problema árabe/israelí), en Anatomía de un asesinato (los entresijos de la justicia y los tribunales), o en Tempestad sobre Washington (la alta política estadounidense), siempre con notables repartos y buena acogida en taquilla.
Capítulo final para este Frank Sinatra de 40 años entonces que, aparte de ser "La Voz", no descuidaba en absoluto su carrera cinematográfica. Ya había ganado, dos años antes, un Oscar como actor de reparto en la estupenda De aquí a la eternidad de Fred Zinnemann, y aquí resulta una pieza fundamental para la credibilidad de la historia y de su personaje, con escenas de entrega absoluta. Y si en la cabecera de esta crónica titulamos "Poderoso Preminger", es de justicia rematarla con un "Impresionante Sinatra" ...
(15-12-2024)
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