Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Movistar+ y Prime Video.

El "dios" de Fernando Trueba (según la boutade que dijo cuando recogió su Oscar por Belle Époque), o sea Billy Wilder, no era muy amigo de que le preguntaran por esta película, y se iba por los cerros de Úbeda -o mejor por los cerros de Sucha, la ciudad donde nació en 1906, en el Imperio Austrohúngaro y ahora en el sur de Polonia. Remitía a la obra que dio origen al argumento, una comedia de Broadway, o al (relativo) éxito que su cinta tuvo en taquilla. Por de pronto uno se pregunta cómo se puede hacer una comedia tomando como base un campo de prisioneros de guerra, y encima si sus guardianes son del ejército nazi. Pero, entre unas cosas y otras, da toda la sensación de que el gran director de tantas películas espléndidas y recordadas, no salió contento con el resultado final de ésta.

Y aclaremos que en la Alemania del III Reich denominaron Stalag a los barracones de los campos donde se internaban a los prisioneros de la contienda, primero  solo a los oficiales, pero al ir aumentando el número de cautivos acabaron también entrando en ellos cualquier tipo de soldados. Así que Stalag 17 es simplemente el número de una de esas barracas, la que protagoniza esta historia, cinta titulada más comercialmente en España como Traidor en el infierno, bastante adecuado por cierto. Una de las primeras escenas del film precisamente avala el título en nuestro país: vemos dos prisioneros que se están evadiendo, ya en el exterior de su prisión, cuando dos soldados alemanes los acribillan a quemarropa, conocedores evidentemente del lugar y la hora de su fuga. Alguien, desde dentro, ha dado el soplo.

Dentro, precisamente, quien medra y mejor vive es J.J. Sefton (William Holden), siempre ganando apuestas, trapicheando con cigarrillos, montando carreras de ratas, sobornando a sus guardianes con finas medias (para sus esposas), y que hasta tiene el lujo de freír un huevo en la estufa, o llegarse hasta el pabellón de las prisioneras rusas a coquetear. Como también había apostado a que la evasión de los dos compañeros muertos fracasaría, ahora es el primer sospechoso entre sus compañeros. Eso y la envidia de lo bien que lo tratan los guardias le lleva a recibir una brutal paliza de sus colegas de prisión. Pero, ciertamente, Sefton no es buena gente: egoísta, amoral, interesado, cínico, todo lo que hace es si le beneficia en algo, nunca jamás por compañerismo o solidaridad.

Si a un protagonista no especialmente encantador, le unimos un guión en donde -junto a Wilder- no aparece su guionista de cabecera Charles Brackett, y además ese guión se escora exageradamente hacia el humor, la farsa, la comicidad... todo eso nos lleva a una ambientación que suena a falsa por todos lados, con presos siempre contentos, montando escenas cómicas (como la del disfraz de uno de ellos haciendo de Betty Grable, entonces famosa Pin-Up y actriz de moda) y tratando con demasiada familiaridad al guardián de su barracón, el actor Sig Ruman -ya conocido en la genial Ser o no ser de Ernst Lubitsch-, presentado como un nazi alemán bonachón e inverosímil. Cierto que ya en su tramo final, con la llegada de otro prisionero, el estadounidense teniente Dunbar (Don Taylor), la cinta gana en verosimilitud  y se establece una línea argumental, menos colectiva y farsesca como hasta entonces.
      
Cuando Sefton averigua que el recién llegado es de buena y adinerada familia, obviamente se le arrima, buscando algún provecho según su costumbre, y la trama se encamina para facilitarle la huida a este nuevo personaje... y ya no podemos seguir contando nada más. Decir -eso sí- que el final es terrible, cruel, y al mismo tiempo sirve para poner las cosas (y los personajes) en su sitio, a la vez que descubrimos quién es el verdadero traidor dentro de ese barracón, el 17, que hemos llegado a conocer en detalle, siendo ese aspecto costumbrista del escenario una de las cosas más valiosas de esta obra desigual. La otra cosa -también positiva- es el trabajo de los actores, con William Holden en su complejo papel de protagonista, y que ya había trabajado con Wilder en la excelente El crepúsculo de los dioses. También un sobrio Don Taylor y sobre todo un genial y adecuadísimo Otto Preminger, que esta vez se pone ante las cámaras en vez de detrás de ellas, y aprovechando su imponente físico hace del terrible y maquiavélico comandante del campo de prisioneros.

El sagaz Billy Wilder, recelando de la acogida de su cinta, dicen las malas y chismosas lenguas que movió todas sus influencias y contactos en Hollywood para que Holden obtuviese -como así fue- el Oscar de ese año al mejor actor protagonista, en pugna con Marlon Brando, Richard Burton, Montgomery Clift y Burt Lancaster, casi nada. Completando su periplo de tres cintas, de algún modo relacionadas con la Segunda Guerra Mundial -tras Cinco tumbas al Cairo (1943) y Berlín Occidente (1948)-, Billy debió pensar que había que descansar volviendo a uno de sus géneros favoritos, la comedia, y así lo hizo filmando en estos mismos años cincuenta nada menos que Sabrina, La tentación vive arriba, y ya en 1959 la desternillante y agudísima Con faldas y a lo loco.

Pero, por aquello de que el mejor escribano puede tener un (relativo) borrón, disculpemos este desigual film, firmado por un director tan inteligente y cargado de grandes películas como es Billy Wilder. Además -como ya se dice en el memorable final de la última de sus películas citadas- la verdad es que todos sabemos que "Nadie es perfecto"...

(03-03-2024)


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120'

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Traidor en el infierno - by , Mar 03, 2024
2 / 5 stars
Un film incómodo