CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Filmin, Apple TV, Rakuten y Prime Video.
A un tiro de piedra, a menos de cincuenta kilómetros de Nueva York, en una zona reservada para millonarios y privilegiados, viven los Larrabee, en su mansión de Long Island. Allí vive también Sabrina, pero ella no es ni millonaria ni privilegiada, ella es simplemente la hija del chófer que cuida de la flota de ocho automóviles que tiene la familia, y trabaja en otras tareas de la casa. El patriarca de los Larrabee ya es un vejete que sólo quiere pasárselo bien con sus puros, sus copas clandestinas y su ukelele (¿anticipo de Wilder respecto a Marilyn?). Y sus hijos son Linus y David, muy diferentes entre sí. El mayor, Linus (el siempre competente Humphrey Bogart), es el cerebro que lleva todos los negocios y empresas de la familia, mientras David es un vividor y mujeriego (un sofisticado William Holden, niquelado de rubio).
Nadando con su proverbial habilidad entre el cinismo y el juego romántico, quien nos va a narrar la historia de esta chica es Billy Wilder, acaso el más versátil y cambiante en géneros de los grandes maestros del cine. Mira uno su lista de títulos y se encuentra de todo: cintas bélicas (Cinco tumbas al Cairo), cine negro (Perdición), crónicas de postguerra (Berlín Occidente), el cine por dentro (El crepúsculo de los dioses), crítica social (El gran carnaval), intrigas con sorpresas (Testigo de cargo), comedia costumbrista (El apartamento), muchas comedias cómicas que culminan con la mítica Con faldas y a lo loco, y ya en su etapa final, otra versión de Primera plana o el melodrama Fedora.
Con uno de sus más fieles guionistas, Ernest Lehman, y el autor de la obra teatral original Samuel Taylor, Wilder nos cuenta el enamoramiento de Sabrina del vividor David (que la ignora), provocándole un intento de suicidio del que le salva el siempre responsable Linus. Para evitar males mayores, éste manda a Sabrina dos años a París, a una escuela de alta cocina. A su vuelta, la transformación de Cenicienta ya se ha llevado a cabo y ahora estamos ante un prodigio de belleza, elegancia y sofisticación que enamora a todos. En la estación, su antiguo amor David ni la reconoce y se ofrece a llevarla a casa, hasta que se asombra cuando ve que se dirigen a la suya...
A partir de ahí, con diálogos mordaces -marca de la casa-, cambios sutiles en el comportamiento de los dos hermanos Larrabee, y Sabrina marcando ya los tiempos, el juego del amor y los negocios se intensifican, y van acercando a la hija del chófer con el cabeza del clan millonario, quién lo iba a decir. Como el sesudo Linus cuida de amores y negocios a un tiempo, se alarma de que su atolondrado hermano quiera romper el compromiso que tiene con la heredera de una importante compañía, que él quiere añadir a su ya larga lista de negocios. Y entonces simulará un enamoramiento de Sabrina, para que el cabeza loca se aparte de ella. Seguirán los vaivenes de todo tipo, para desembocar en un inteligente final no muy difícil de imaginar.
Viendo la película uno es feliz ante la fluidez de su narración, el buen rollo de los estupendos actores, su brillante fotografía en blanco y negro, o sus perfectos escenarios... Pero, como tantas veces pasaba en aquel Hollywood de la época dorada, no todo era tan sencillo y en todos los rodajes había una trastienda. En esta ocasión el principal escollo, que estuvo a punto de dar al traste con el proyecto, fue el hecho de que se había escrito el guión contando con que Cary Grant sería quien interpretaría al hermano mayor, a Linus. Pero Grant se retiró a pocos días de empezar a rodar, dejando a la Paramount sin el personaje principal, tras Sabrina. Al final fue Bogart, que había terminado contrato con la Warner, quien salvó el barco...
Y de repente Wilder y Ernest Lehman, como principales guionistas, tienen que adecuar absolutamente sobre la marcha diálogos y situaciones, para pasarlos de un genial comediante como Cary Grant a un actor tan duro como Bogart... Se dice que a veces el director le pedía a Audrey Hepburn que se equivocara en alguna escena, para dar tiempo a que Lehman completara los nuevos diálogos correspondientes, o que Wilder, que ejercía de realizador por el día, trasnochara como escritor por la noche. Hubo también tirantez entre Billy y Humphrey, al que calificaba como "un competente hijo de perra", o los chismorreos entre el equipo sobre si Audrey y Holden estaban manteniendo un discreto romance durante el rodaje...
Al final también en el rodaje hubo final feliz. Y en lo que todas las fuentes coinciden es que la joven actriz protagonista, recién oscarizada por Vacaciones en Roma, resultó ser un ángel providencial en los momentos más tensos, poniendo paz y suavizando roces peligrosos. Cuando se estrenó, el éxito fue inmediato, logrando seis candidaturas a los Oscars, de las que consiguió uno por el mejor vestuario, de la consagrada Edith Head. Y habría que reconocer la brillantez y chispa que en todos sus films sabía imponer Billy Wilder, fuese el género que fuese, de tal manera que si se hablaba de que su maestro Ernst Lubitsch poseía un estilo propio y especial, aquí también podríamos poner el sello del "Toque Wilder"...
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