Pelicula:

CINE EN PLATAFORMAS


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[Sobre la figura de Roman Polanski, sugerimos al lector interesado la lectura del díptico genéricamente titulado Una vida entre zozobras, que puede consultar pulsando en los siguientes enlaces: I y II]

No sabemos si, dada la avanzada edad de Polanski (90 años cuando se escriben estas líneas), este The Palace será su testamento cinematográfico. Si es así, mala cosa, porque el autor de obras tan estimulantes como Repulsión, El quimérico inquilino, Chinatown, Tess o El pianista, entre otras, bien merecería que su última película, esa que se suele reputar como síntesis o compendio de su obra artística, fuera otra cosa que no esta ciertamente muy endeble comedia negra, o nigérrima, más bien.

The Palace se ambienta en el hotel de ese nombre, situado en los Alpes suizos, en Gstaad, concretamente, en el día 31 de diciembre de 1999, cuando faltan 12 horas para que llegue el año 2000 y, con ello, la posibilidad de que (merced al famoso “efecto 2000”) el mundo se fuera muy gentilmente al garete, quedándonos sin electricidad, sin internet, cayéndose los aviones, etcétera. Aquella pamema (del “nivel intelectual” del terraplanismo y otras imbecilidades conspiranoicas similares) tenía las patas muy cortas, claro está, porque llegó el 2000 y no pasó absolutamente nada, pero mentes no demasiado preclaras le dieron un pábulo que los listos de rigor aprovecharon para, como siempre, llevárselo calentito. Pero no va mayormente por ahí (cosa rara, porque había materia...) la historia de esta The Palace, comedia coral en la que iremos conociendo a los diversos moradores del hotel de marras: por un lado los empleados, comandados por un director que es el “conseguidor” de los clientes, un tipo que tiene soluciones para (casi) todo; y por otro, los clientes, en general (dado el altísimo caché del establecimiento hotelero) tipos y tipas podridos de dinero que, como es habitual en esa hez, tratan a los que no son de su clase (y algunos incluso a los que lo son...) con la punta del pie. Iremos viendo varias historias que se entrecruzan, siempre con el sufrido director del hotel como punto en común prácticamente de todas: la marquesa cuyo perrito diminuto no puede hacer caquita si no es en el césped (y en el Palace, o tienen nieve en el exterior, o lujosísima moqueta en el interior...); el ricachón de 2.500 años (bueno, algunos menos...) casado con una chica que podría ser casi su bisnieta, de orondas formas, que heredará al carcamal si completa al menos un año de casada con él (lo que se cumple precisamente ese día...); los mafiosos/políticos (tanto monta, monta tanto...) rusos, con maletones llenos de dólares (o de rublos, no queda demasiado claro...) y pelotones de putas a su servicio; el millonetis norteamericano, un abusador de libro, un tío con la cara planchada para el que su palabra tiene que ser ley para todos, que pretende beneficiarse del efecto 2000 para, vía informática y con el concurso del memo de turno, hacerse aún más rico...

Llama la atención la endeblez de la película; no formalmente, desde luego: está a los mandos Polanski, y aunque ciertamente está muy mayor, el film es correcto en su puesta en escena, aunque es verdad que podría haberlo hecho cualquier pegaplanos, porque no hay en momento alguno un mínimo aliento artístico. Pero donde es más llamativa esa endeblez es en el guion, original del propio Polanski, con el que han colaborado para la ocasión otro veteranísimo cineasta polaco, Jerzy Skolimowski, a sus 86 años, y la esposa de este, Ewa Piaskowska, de 51 años (vamos, que la línea argumental del viejo rico con mujer joven parece claro en quiénes se ha inspirado...). El guion es malo de solemnidad, enjaretando una serie de chistes que eran viejos cuando yo era chico, como el del cliente con una “papa mu güena” que exige en el hotel la llave de su habitación, cuando resulta que está alojado en otro establecimiento próximo... no digamos la utilización del sobado (con perdón...) recurso al gag rijoso de la señora necesitada de sexo y el fontanero, que recuerda poderosamente a ese ¿clásico? del blandiporno hispano, El fontanero, su mujer y otras cosas de meter. Si hasta tira del humor marrón, el más (literalmente) asqueroso de los humores, con ese perrito de caca blanda y ese eminente cirujano plástico examinándola detenidamente... Además, prácticamente no cierra ninguna de las tramas (bueno, la de los mafiosos rusos sí que la “cierra”, y de qué forma...), quedándose la mayor parte de ellas inconclusas y sin saber qué derroteros van a tomar (dicho sea de paso, nos trae al fresco mayormente tales derroteros...).

Comedia que no hace no ya reír, sino ni siquiera sonreír, se arrastra penosamente durante la hora y media larga que dura, en la que el espectador desea fervientemente que el efecto 2000, efectivamente, produzca una debacle energética y la película se acabe antes de tiempo (sin que haya suerte en ello, dicho sea de paso...).

Es de suponer que Polanski no ha visto To er mundo e güeno, la primera peli de la Trilogía de la Cámara Oculta de Summers, pero viendo en esta The Palace que aparece un pingüino en el retrete (uy, perdón, en la toilette, que es un establecimiento muy “fisno”), nos acordamos de aquel viejo film summersiano, en el que aparece un león en un urinario público (vulgo “meódromo”): serán azares de la creación artística...

¿Qué pretendía con esta película Polanski, más allá del “pane lucrando”? Bueno, más que “pane lucrando”, habrá que decir “caviare lucrando”... qué obsesión en el film con las huevas de esturión... ¿Intenta hablarnos el cineasta franco-polaco de la maldad, o de la idiotez, o de ambas cosas a la vez, de los ricos? Pues vaya descubrimiento... ¿Quiere contarnos lo inescrupuloso –por decirlo suavemente- de los políticos o mafiosos rusos? Pues ha inventado la pólvora... ¿O quiere hablarnos de los viejales podridos de dinero que se emparejan con gatitas “curvies” deseosas de que el anciano rijoso la palme y quedarse ellas con toda la pasta? Pues esto es enteramente el descubrimiento de América...

Los actores y actrices, correctos, teniendo en cuenta que sus personajes van de lo estrambótico a lo estrafalario, pasando por lo extravagante y hasta por lo estúpido. Da pena ver a Fanny Ardant, la viuda (de facto, porque no llegaron a casarse) de Truffaut, una eximia trágica, sobreactuando como marquesa solo interesada por los mojones de su minúsculo perrito y por las perspectivas lúbricas con un fontanero con cuerpo de bombero; o a John Cleese, el cerebro creativo de los Monty Python, como viejo “salido”; o a la momia de Mickey Rourke, cuyo personaje parece la fusión del Enanito Cascarrabias y Jesús Gil. Si hasta el músico Alexandre Desplat, siempre tan inspirado, ha compuesto una banda sonora insípida, con acordes que pretenden inducir (sin conseguirlo) al espectador a la sonrisa...

En fin, un pequeño desastre, solo salvado por la calidad formal del film, para el que, por cierto, han hecho falta 4 nacionalidades, 11 compañías productoras y 15 productores personas físicas, con un presupuesto estimado de 21 millones de dólares: qué desperdicio...

(02-05-2024)


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100'

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The Palace - by , Dec 07, 2024
1 / 5 stars
Un pingüino en el retrete