CRITICALIA CLÁSICOS
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Cuando a mediados de los años setenta del pasado siglo se estrenó este thriller de corte detectivesco, firmado por un realizador ya consagrado como Roman Polanski, se le consideró como una savia nueva para el género, como una renovación, un neo-noir, si recurrimos a las definiciones cursis. Pero resulta que ahora, con el paso del tiempo y de varias décadas, se invierten las apreciaciones y lo enfocamos más como una muestra de clasicismo, y una recuperación de escritores como Dashiell Hammett o Raymond Chandler (junto a otros) que encumbraron la novela policíaca con títulos como El halcón maltés o La dama del lago, respectivamente, y de las versiones fílmicas de tantas de estas novelas que pasaron a las pantallas.
Y si en el párrafo anterior hemos denominado a Polanski como autor consagrado, aclaremos que entonces estaba casi en los comienzos de su muy extensa carrera, que llega a nuestra década actual. Nacido en París en 1933, de padres polacos, siempre ha mantenido su doble nacionalidad polaca y francesa, a lo largo de su azarosa vida. Debutó con su primer largo, de producción polaca, El cuchillo en el agua, en 1962, una inteligente mezcla de política e intimismo, pero su primer triunfo vendría enseguida ya en Reino Unido con Repulsión, con Catherine Deneuve, en un film de terror sicológico que dio alas a su carrera. Ya en Estados Unidos rueda y triunfa con la intrigante y burlesca El baile de los vampiros (donde conoce a su futura esposa Sharon Tate) y después con La semilla del diablo (con Mia Farrow y John Cassavetes) en tono y claves demoníacas.
Siempre nómada, rueda en diversos países, hasta que en 1974 (ya tras el asesinato de Sharon Tate) le encargan Chinatown. Estaba en Roma pero el productor Robert Evans y el buen guionista Robert Towne le convencieron de que volviera a EE.UU. Allí se cabrea con ellos cuando conoce la sinopsis y argumento del futuro film: "¿Para este galimatías me habéis hecho volver y cruzar el Atlántico? No lo entendéis ni vosotros". Tras muchas correcciones y nuevas líneas maestras argumentales, el film se puso en marcha. Cuentan con la baza de un reparto de lujo, con Jack Nicholson y Faye Dunaway en el mejor momento de su carrera y la presencia de John Huston -esta vez como actor-, referencia directa al cine negro al ser el autor de El halcón maltés en 1941, y cuya hija Anjelica era pareja de Nicholson en aquellos años.
Ciertamente la trama del film, fechada en 1937, es enrevesada y liosa, donde aparte del típico detective (que abofetea a rubias, pero también es muy vapuleado) Jake Gittes, intentando aclarar las intenciones de dos mujeres que dicen ser la esposa de un mismo hombre, que acaba asesinado, y hay también alusiones a las mafias chinas. Es también crucial el sórdido personaje de Huston, un tipo degradado e incestuoso con su hija, y es famosa la escena en la que el propio Roman Polanski -como actor- aparece encarnando a un chulesco gángster a sueldo, que intimida a Jake Gittes con un cuchillo y acaba por rajarle la nariz, por lo que su personaje se lleva una buena parte del film con un llamativo vendaje y esparadrapo cubriendo el órgano olfativo.
Hay una línea argumental importante en la cinta, el tema del agua en Los Ángeles, una ciudad con graves problemas de abastecimiento en aquellos tiempos (incluso hoy día) y que entra en juego al saber el detective que el hombre asesinado era el ingeniero jefe de la compañía abastecedora, una persona honesta que descubre una trama de saboteadores que provocan grandes pérdidas del preciado líquido. El inteligente guión de Robert Towne conjuga con habilidad todas las ramificaciones, desde los planos de canales secos a campos de naranjos muy californianos, a la presencia de los chinos casi siempre como aparentes testigos pasivos. Y el juego sentimental de hombres y mujeres sirve como contrapunto a la intriga detectivesca propiamente dicha... formando un entramado convincente. Cuando Gittes tiene las pruebas de la culpabilidad del capo Noah Croos (Huston) llama a la policía, que le tiende una redada en el laberinto del barrio oriental.
La cinta -que evita el tono retro y nostálgico- cuenta con la música de Jerry Goldsmith y una luminosa fotografía de John A. Alonzo, logrando una excelente acogida del público (acaso atraído por el morbo de su argumento) y buenas críticas. Ganó cuatro Globos de Oro y en los Oscars obtuvo nada menos que once nominaciones, pero en los premios sólo llegó la estatuilla para Robert Towne, por su extraordinario guión. Polanski no volvió a pisar EE.UU., en una desagradable espiral de problemas personales, pero su carrera continuó con muchos más títulos, siempre bajo producciones europeas, llegando en 2019 a una nueva versión del caso Dreyfus, El oficial y el espía, y ya en 2023 rueda una comedia negra, El Palacio, con Fanny Ardant y John Cleese, con mala acogida en el festival de Venecia.
Como postdata, el dato curioso de que bastantes años después -demasiados-, en 1990, el mismo productor Robert Evans le dio la oportunidad de retomar su personaje de detective Jake Gittes a Jack Nicholson, y además dirigir una secuela, The Two Jakes, que pasó sin pena ni gloria, sin nada que hacer frente a la categoría y maestría del original...
(10-12-2023)
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