Serie: Ripley

ESTRENO EN NETFLIX

La novela más famosa de Patricia Highsmith es probablemente The talented Mr. Ripley (en España traducida como El talento de Mr. Ripley), publicada en Estados Unidos en 1955 por Coward-McCann, novela que ha sido llevada al cine varias veces, aunque la más conocida es con toda seguridad A pleno sol (1960), la modélica versión que hizo René Clément, con Alain Delon como apolíneo Tom Ripley; otra bastante conocida, aunque a nuestro juicio muy inferior, es la en España titulada El talento de Mr. Ripley (1999), de un Anthony Minghella, que venía de dirigir su mayor éxito, El paciente inglés.

Ahora esa primera novela sobre Ripley (de las cinco que en total escribió Highsmith con este personaje como protagonista) ha sido llevada al formato de serie por primera vez, encomendándose el proyecto a un veterano cineasta norteamericano, Steven Zaillian (Fresno, California, 1953), autor de los guiones de algunas afamadas películas de los últimos treinta años, como La lista de Schindler, de Spielberg, Gangs of New York, de Scorsese, o Moneyball: rompiendo las reglas, de Bennett Miller. Como director su carrera ha sido mucho más corta, aunque con algún título ciertamente interesante, como En busca de Bobby Fischer. Ahora, ya septuagenario, afronta como guionista, director y creador esta adaptación, consiguiendo un producto que, lo adelantamos ya, nos parece muy apreciable y estimulante.

La serie, compuesta de 8 capítulos, sigue con bastante fidelidad la historia narrada por Highsmith en su famosa novela. Conocemos así en Nueva York a Tom Ripley, un pobre diablo que sobrevive con modestas estafas como hurtar cheques de pequeño importe enviados por correo, cobrarlos, y encima reclamarle a los pagadores que lo vuelvan a abonar por, supuestamente, no haber llegado los sobres a su destinatario teórico. Ripley siempre está en el filo de la navaja, temiendo ser descubierto, cuando parece que la fortuna empieza a sonreírle: el acaudalado empresario Mr. Greenleaf contacta con él, creyendo que es amigo de su hijo Richard (conocido por todos con el hipocorístico Dickie), que vive en Italia desde hace algunos años, para que consiga convencerlo de que vuelva a Estados Unidos y vaya haciéndose cargo de su negocio. Tom acepta, marcha a Italia, a la bella localidad costera de Atrani, y hace contacto con Dickie y su novia Marge; Dickie no lo recuerda, pero entre ambos se establece una corriente de simpatía, y Tom es invitado a quedarse en la casa con la pareja. Pasa el tiempo y la relación de los varones se estrecha, mientras Marge se siente un tanto fuera de ese vínculo. Tom está fascinado por la vida de Dickie, por su clase, por su existencia despreocupada sin tener que pensar en el dinero. Pero algunos detalles hacen que Dickie empiece a sospechar que Tom no es trigo limpio, y entonces Ripley toma una decisión trascendental...

Evidentemente, hacer una nueva versión de la primera novela sobre Ripley no tenía mucho sentido si se volvía a hacer lo mismo que en las dos adaptaciones principales anteriores, que hemos citado (eso si hablamos en términos artísticos, por supuesto: si es simplemente para hacer caja, entonces no estamos hablando de nada...), así que, con buen criterio, Zaillian, haciendo una versión muy ajustada, en general, a la literalidad del texto highsmithiano, ha buscado separarse de, sobre todo, la película de René Clément, ese A pleno sol que sigue siendo una de las mejores adaptaciones de la obra de Highsmith y la que todos recordamos. Así, aquí nuestro protagonista no deja de ser un pobre infeliz, un desgraciado que sobrevive como puede a base de pequeños “palos” de cuello blanco, un tipo además con una tendencia notable a meter la pata, muy lejos del Ripley de Clément, ese Delon que lo hacía todo bien, además de ser un guapo de revista. Al Tom de Zaillian las cosas le salen bien con frecuencia de chiripa, porque en sus crímenes es bastante torpe y muy poco cuidadoso, pero su personaje se beneficia de que los hados, por extraño que parezca, le sonrían, y, aunque todo conspira para que lo pillen, finalmente termina saliéndose con la suya casi sin querer... Otra de las diferencias entre los Ripley de Clément y Zaillian sería la motivación: mientras Delon mata a Dickie (en la película francesa llamado Philippe) simplemente para suplantarle y vivir la buena vida, Scott, el protagonista de la serie, lo hace para identificarse con él: no quiere “parecerse” a Dickie, quiere “ser” Dickie, quiere dejar de ser el pobre infeliz que malvive con pequeños latrocinios para ser un tipo con clase, de buena familia, elegante de forma natural, un tipo envidiable.

Hay otras diferencias, pero quizá las más llamativas, desde el punto de vista del contenido, sean esas. Desde la perspectiva del continente también las hay, y son importantes, porque Zaillian y su equipo optan por una factura de extraordinario empaque visual, con un blanco y negro bellísimo, contrastado, casi expresionista, con una cuidadísima imagen en la que cada plano está meticulosamente estudiado en su encuadre, en su fotografía, aunque es cierto que, en especial en los primeros capítulos, se advierte cierto gusto algo pedante por las angulaciones rebuscadas; técnicamente, el director de fotografía, el veterano Robert Elswith, utiliza objetivos con grandes angulares y formatos panorámicos que engrandecen las imágenes, huyendo en cierta forma del realismo para abrazar una especie de hiperrealismo de alguna manera fantástico, en especial por lo que respecta a los paisajes italianos, sobre todo los marinos, que aparentan estar retocados para hacerlos extrañamente sofisticados.

Es evidente que estamos ante un producto que busca (y lo encuentra) su propio estilo visual, un estilo marcado por un cierto toque tenebrista que le confiere a la serie una tonalidad entre lo fantástico y lo realista, y que se apoya fundamentalmente en una mirada, la del director, en la que sus encuadres son muy arquitectónicos, muy pictóricos, buscando soluciones típicas de la pintura como la perspectiva cónica e incluso la perspectiva caballera. El resultado es una filmación muy estilosa, incluso estetizante, pero que no llega a resultar nunca excesivamente recargada, sino que tiene su propio peso específico en la historia que se cuenta, como forma de dar sentido al proceso de sofisticación del protagonista al asumir la identidad de su asesinado.

Tiene la serie varios “leit motivs” que se repiten, de muy diverso signo: el primero y principal sería la progresiva fascinación que el personaje de Ripley sentirá por la figura de Caravaggio, con el que entiende le une la circunstancia de que ambos fueron asesinos, y fugitivos, cada uno en su tiempo, pero también tomando la admiración por su pintura renacentista como el colmo de la belleza, de la elegancia, a la que aspira Tom en su proceso de asunción de la personalidad de Dickie. Pero habrá otros subtemas que se repetirán a lo largo de la trama, como el horrible batín propiedad de Tom, cuyo mantenimiento en el vestuario del protagonista (totalmente fuera de tono entre tanto trapito elegante) desencadenará su descubrimiento por un conocido demasiado curioso (con fatales consecuencias para este...); o, por supuesto, la abundancia de escaleras en la serie, con frecuencia filmadas cenitalmente, escaleras que quizá sean una evidente metáfora de las desaforadas ansias del protagonista de ascender en la escala social; o la utilización por parte del protagonista de algunos de los objetos propiedad del difunto Dickie, como el anillo o el reloj que siempre llevaba puestos el muerto, objetos/fetiche que al propio Tom le sirven para completar su proceso de identificación con el hombre al que ha asesinado; porque, como decíamos, Ripley absorbe la personalidad de Dickie no solo hacia fuera, sino también hacia adentro, en un proceso, explícito o implícito, de interiorización.

Hace la serie un buen uso de la intriga, especialmente en los últimos capítulos, en los que parece ponerse en práctica el juego del gato y el ratón; se juega bien con la incertidumbre sobre si van a descubrir a Tom en su suplantación, con una interesante utilización del suspense, bien medido y sin tensar demasiado la cuerda, como tan frecuente ocurre hoy día en el género.

Resulta curioso que A pleno sol jugaba con la destreza criminal de Ripley,  y aquí en la serie se hace lo propio pero con su torpeza, aunque al final le sonría la suerte. El Tom Ripley de Zaillian es un asesino poco fino, poco cuidadoso, pero con grandes dosis de fortuna. Como decíamos al principio, estamos ante una versión muy distinta de la canónica A pleno sol: este Ripley es un cantamañanas, un advenedizo, eso que los franceses llaman un poco petulantemente un “parvenu”, en el fondo un tipo que se sale inesperadamente con la suya por una combinación de suerte, azar y cierta temeridad.

La serie va de menos a más, se entona sobre todo a partir del asesinato de Dickie y de la asunción de su personalidad por parte de Ripley, resultando ser un producto audiovisual atractivo y suntuoso, con una muy buena ambientación musical, generalmente con preciosas canciones italianas de la época, que con frecuencia escuchamos como música incidental reproducida en discos de vinilo. Chapó también para la banda sonora original, de la que es autor Jeff Russo, con una música percutante e intrigante que conviene muy bien a la serie.

La Italia de la época, principios de los sesenta, está exquisitamente ambientada, como la propia serie, muy cuidada en todos sus aspectos. En cuanto a los intérpretes, Adam Scott está muy bien como el asesino sobrevenido, como el infeliz al que una alineación de los astros sitúa en la tesitura de (con un poco, o un mucho, de suerte) convertirse en quien siempre había querido ser, alguien con clase, dinero y elegancia, y con ello vivir una vida en principio imposible para él. Del resto nos quedamos sobre todo con Maurizio Lombardi, que compone muy atinadamente el papel del ispettore Verini, el policía encargado de la investigación de la desaparición de Dickie, un personaje que Lombardi hace sinuoso, también sibilino, irónico, nunca desagradable.

(12-06-2024)


Ripley - by , Jun 12, 2024
3 / 5 stars
Brillante, distinta