Con esta tercera entrega terminamos la serie de artículos que estamos dedicando a Joseph Conrad en el centenario de su muerte, acontecida el 3 de agosto de 1924. En los capítulos anteriores hemos visto cómo ha tratado el cine y la televisión algunas de sus novelas más celebradas, como Lord Jim, Nostromo o El agente secreto. Hoy cerraremos este tríptico con otras tres que en su momento también fueron muy celebradas.
La línea de sombra
Una de las últimas novelas de Conrad, La línea de sombra, publicada previamente como serial en una revista, finalmente se editó en formato de libro en 1917. Dada su moderada extensión, se la encuadra dentro del formato de la novela corta. Hoy día se sigue considerando como una de las obras de mayor actualidad de la novelística conradiana. Además, existe un evidente componente criptobiográfico, al ser el protagonista un oficial que asume por primera vez la capitanía de un navío, como le ocurrió efectivamente al propio Conrad cuando tuvo que ejercer como capitán por enfermedad del titular del barco. Habrá una historia en primera persona con ese joven capitán, pero también una especie de contraposición con otro oficial de igual rango, este veterano, con lo que tendremos dos concepciones del mundo (y no solo del mundo marino…), la del individuo pujante que llega con todo por delante, pero también la del viejo lobo de mar que se las sabe todas e intuye los pasos del jovenzuelo.
Esta novela corta ha sido llevada a la pantalla en dos ocasiones, curiosamente las dos durante la década de los años setenta del pasado siglo XX, y curiosamente también, por dos cineastas que, cada uno a su manera, están indudablemente en cualquier Historia del Cine que se precie. Por orden cronológico, la primera versión es Le ligne d’ombre (1973), una TV-movie producida por el entonces único canal francés, la televisión pública ORTF, en coproducción con Télécip. El director era nada menos que Georges Franju, uno de los cineastas galos de mayor talento dentro del género fantástico (en puridad, de cualquier género…), autor de films tan fascinantes como Los ojos sin rostro (que, por cierto, inspiró la almodovariana La piel que habito).
La segunda adaptación de la novela corta conradiana se tituló en España también La línea de sombra (Smuga cienia en el título original; 1976), y fue dirigida por el cineasta polaco Andrzej Wajda, uno de los directores fundamentales de aquel país, autor de una importante obra tanto durante la dictadura comunista, entonces de tono tímidamente disidente (con aquellos tipos no se jugaba…), para hacerlo ya abiertamente cuando el régimen empezó a agrietarse, con títulos sobradamente conocidos como El hombre de mármol. Fue una ambiciosa coproducción anglo-polaca, buscando quizá reeditar los laureles del anterior título wajdiano, la famosa La tierra de la gran promesa (1975), aunque lo cierto es que no se alcanzó, ni de lejos, su notoriedad ni su calidad. Entre los actores el único que con posterioridad alcanzó fama fue el inglés Tom Wilkinson; como curiosidad, el propio Conrad aparece como personaje de la película, interpretado por el actor polaco Marek Kondrat.
El duelo
El relato con este título fue publicado (primero serializado, después en formato libro) por Conrad en 1908, y presenta una de esas historias que, aunque pueda parecer absurda (y lo es…), se da con más frecuencia de la que podría imaginarse, una de esas obsesiones estúpidas que se convierten casi en una forma de vida, en lo único que importa en la existencia de las personas absolutamente volcadas hacia esa manía de corte cuasi suicida. Dos oficiales napoleónicos se verán envueltos en una serie de duelos a lo largo de los años, al sentirse uno de ellos (falsamente) ofendido por el otro. La historia, aparte de sobre la insensatez de este tipo de obsesiones, hablaba también, curiosamente, de una cierta lucha de clases: el oficial supuestamente ultrajado es un hombre del pueblo, un pelanas que lo ha conseguido todo a base de esfuerzo; el supuestamente ofensor, por el contrario, es un hombre de noble estirpe, al que le ha sido todo dado por su alta cuna: plebeyo contra patricio, entonces, todo un clásico a lo largo de la historia del ser humano…
Aunque lo cierto es que El duelo es un relato no muy versionado (en realidad lo ha sido solo una vez), la entidad de esa adaptación nos hace traerlo aquí a esta revisión no exhaustiva de la obra conradiana en el audiovisual. Y es que esa única vez que el relato fue llevado a la gran pantalla fue en la producción británica Los duelistas (1977), la primera película (antes solo había hecho series de televisión) de un señor que, andando el tiempo, llegaría a convertirse en un cineasta de prestigio, Ridley Scott. Supuestamente influida e inspirada en la magistral Barry Lyndon (1974) de Stanley Kubrick, lo cierto es que la película ridleyana tiene, por supuesto, autonomía propia, y conseguía razonablemente trasponer el tono obsesivo del relato conradiano al enfrentamiento a muerte a lo largo de los años del bajito, ceñudo, volcánico e irascible personaje que componía Harvey Keitel, y el flemático, exquisito y aristocrático, rubio y alto Keith Carradine, dos visiones contrapuestas del mundo, de la vida. La película, aparte de sus méritos, supuso una excelente tarjeta de presentación para Scott para encauzar una carrera que solo dos años más tarde se vería elevada a la máxima potencia con Alien, el octavo pasajero (1979), y solo cinco años más tarde de nuevo alcanzaría la cima con Blade runner (1982).
El corazón de las tinieblas
Quizá junto a El agente secreto y Nostromo su novela más conocida y apreciada, el cine la ha versionado en bastantes ocasiones, algunas de forma explícita, en otras de forma tácita, inspirándose en la historia pero realizando versiones muy libres. Ciertamente la novela conradiana se presta a muchas variantes, y cinematografías muy diversas así lo han entendido, utilizando el cañamazo argumental de la novela para plantear sus propias propuestas autónomas. Esta también novela corta se publicó en formato de serial en revista y de libro, en ambos casos en 1899, al filo del nuevo siglo. Tiene un poso inicialmente autobiográfico, por cuanto el río Congo que surca el protagonista, Marlow, también lo singló el propio Conrad, como oficial al mando por enfermedad del capitán del barco. La historia de Marlow nos cuenta cómo este se entera de la existencia de un tal Kurtz, que prospera allá al final del río, en una plantación en la que se ha convertido en amo y señor. Quizá espoleado por la envidia y la posibilidad de ser Kurtz en lugar de Kurtz, Marlow se dirige hacia allí. Se trata de uno de los relatos conradianos donde el tema colonialista es más evidente, y de hecho hace algunas décadas se suscitó un acre debate intelectual sobre la postura del escritor (colonialista o anticolonialista) que podría desprenderse de la novela.
Es curioso porque, mientras que la mayor parte de la obra narrativa de Conrad ha sido versionada a lo largo de la Historia de Cine y la televisión, con frecuencia incluso en épocas antiguas (etapa muda incluida), el interés del audiovisual por esta novela corta es relativamente reciente, datando de finales de los años setenta las dos primeras adaptaciones, ambas además libérrimas: la primera de ellas es nada menos que Apocalypse now (1979), la alucinada traslación del universo conradiano de El corazón de las tinieblas al microcosmos terrorífico de la Guerra del Vietnam, en la que un capitán norteamericano es enviado en misión secreta para neutralizar a un antiguo oficial que, habiéndose vuelto loco (o quizá demasiado cuerdo…), se ha convertido en una amenaza para el ejército USA. Obra fundamental (y megalómana) del cine moderno, son memorables las interpretaciones de Martin Sheen como el capitán Willard (heterónimo aquí de Marlow) y, sobre todo, de Marlon Brando como un demente Kurtz, en una película que se tomaba muchas libertades con la historia conradiana pero que, en esencia, respetaba ese itinerario del hombre que va en pos de otro al que habrá de suplantar, o eliminar, o quizá las dos cosas.
La segunda adaptación, en ese mismo año, es española: El corazón del bosque (1979) cuenta la misma historia aunque, extrañamente, Conrad no figura acreditado, ni se alude a su novela. Pero la peripecia es tan evidentemente parecida que no hacía falta incluirlo en los créditos (aunque no hubiera estado de más, por supuesto…). La película, dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón, por aquel entonces en la cima de su fama (que con el tiempo decayó bastante…), planteaba una historia ambientada en los bosques de su Cantabria natal, en los duros años de la postguerra española, donde llega Juan, enviado por el Partido Comunista de España, para neutralizar al Andarín, un maquis que, con el tiempo, se ha desligado de la ortodoxia del Partido, vuela solo y se ha convertido en un peligroso verso suelto. La peripecia conradiana es más que evidente, y su adaptación a las complejas relaciones del entonces partido opositor por excelencia al régimen de Franco (el PSOE también lo era, pero en el exilio…), y la necesidad de eliminar a personajes incómodos como ese tipo que hacía la guerra por su cuenta, resultaba ser una obvia crítica hacia los comportamientos del muy marxista, muy leninista, muy estalinista PCE de la postguerra, al que todavía le faltaban décadas para desembarazarse del dominio absoluto de Moscú. La historia resultaba todavía más peculiar porque los actores principales, que interpretaban a personajes españoles, resulta que eran argentinos, los estupendos Norman Briski como Juan, el liquidador, y Luis Politti, como el Andarín. También aparecía Ángela Molina como hermana de Juan y amante del maquis enloquecido, otro particular nexo de unión entre ambos. Preñada de silencios, de miradas hacia el bosque que todo lo oculta, la película es sin duda una de las cumbres de la obra de Gutiérrez Aragón.
Habrá de pasar una década y casi un lustro para que la novela de Conrad vuelva a ser adaptada a la pantalla, en este caso pequeña. Será en El corazón de las tinieblas (1993), producción norteamericana dirigida por un raro, Nicolas Roeg, el realizador de películas tan inclasificables como Performance, con el “rolling” Mick Jagger, o la estupenda cinta de terror Amenaza en la sombra, con Donald Sutherland. En esta versión de la novela conradiana contó con dos notables actores, Tim Roth y John Malkovich; los dos estaban aún en los comienzos de sus carreras y, en concreto el primero de ellos apenas era conocido todavía. Ambos interpretaban, respectivamente, a Marlow y Kurtz, y ciertamente la mirada bizca y un punto demente de Malkovich convenía bien a su personaje.
Solo un año después el cine canadiense de habla francófona produce Windigo (1994), del director quebequés de corte experimental Robert Morin, una versión de nuevo libérrima de la novela conradiana, donde el personaje de Willard, con otro nombre, lo asume un reportero que viaja hasta el profundo bosque canadiense donde se desarrolla una revuelta de los nativos contra el gobierno, liderados por un Kurtz indígena que aquí se llama Laroche. Una mirada colonial, entonces, o mejor anticolonial, en línea precisamente con el tono del propio texto conradiano (aunque existe controversia como ellos, como ya hemos comentado).
Ya en el siglo XXI, la película norteamericana Ad adstra (2019), del cineasta James Gray (el reconocido director de títulos como La noche es nuestra y La isla de Ellis) presenta una historia que parece claramente inspirada en El corazón de las tinieblas: en un futuro indeterminado, un astronauta, aquí llamado Roy McBride (papel que encarna Brad Pitt), es enviado hacia un punto cercano a Neptuno, desde donde la Tierra está recibiendo pulsos de energía de catastróficos resultados en nuestro planeta; las autoridades sospechan que algo tiene que ver el padre de Roy, H. Clifford (personaje que interpreta Tommy Lee Jones), enviado 30 años atrás a los confines del universo en busca de otras civilizaciones. Aquí, entonces, tendremos una sutil variante: Marlow y Kurtz son hijo y padre, con lo que ello supone de relaciones familiares, de sangre, de afinidades…
La última vez que, por ahora (dada su actualidad argumental y, sobre todo, su versatilidad para ser muy diversamente adaptada, nos parece que El corazón de las tinieblas tiene todavía muchas versiones por hacer), se ha adaptado la novela conradiana al audiovisual lo ha sido en un contexto que ya hemos visto en alguna ocasión anterior: la productora checa CineArt realizó en 2023 la grabación de una versión teatralizada de la novela, titulada Hadí plyn, con dirección de David Jarab, que ha realizado varias de esas adaptaciones, como ya hizo con El agente secreto, de la que ya hemos visto en el anterior capítulo que hizo su versión con el título de Tajný agent (2020).
No terminaremos la revisión de estas adaptaciones de El corazón de las tinieblas sin recordar que uno de los más preclaros cineastas de todos los tiempos, Orson Welles, acarició durante una época la idea de llevar a la gran pantalla su propia versión sobre este texto. Cabe imaginar qué podría haber hecho el genio de Campanadas a medianoche con la novela conradiana, pero nos parece que no nos habría defraudado, ni mucho menos…
Joseph Conrad como personaje
La importancia del escritor anglo-polaco también se puede medir en términos de su aparición como personaje en películas. Ya hemos visto que en la versión de Wajda de La línea de sombra aparecía Conrad como personaje, pero no ha sido la única ocasión. Así, en la TV-movie Kapitan Conrad (1993), producción polaca dirigida por Andrzej Kostenko, aparece Joseph Conrad interpretado por Mikolaj Radwan y Kamil Gewartowski, en dos etapas distintas de su vida. Por otro lado, la célebre serie televisiva británica Omnibus emitió un episodio titulado Joseph Conrad (1974), con dirección de Colin Nears, en el que glosaba la figura del escritor, que aparecía con los rasgos del que más tarde sería muy popular Patrick Stewart. Incluso la cinematografía italiana se hizo eco del escritor en efigie en pantalla en el corto titulado Storia dell'uomo che mi insegnò a piangere (literalmente, “Historia del hombre que me enseñó a llorar”, 2021).
También el documental se ha interesado por la vida bastante airada de Conrad, por sus aventuras como marino y como escritor que reinterpretó esas peripecias para disfrute de sus lectores. Citaremos solo un título, para no hacer demasiado largo este capitulo dedicado a su figura en el cine: en 1994 se grabó la TV-movie titulada Conrad, sobre su vida y su obra, en la tierra de sus ancestros, Polonia, con dirección de Tomasz Kaminski.
Ilustración: Cartel de la película Apocalypse now (1979), libérrima versión de Francis Ford Coppola sobre la novela corta El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.