Serie: La ciudad secreta

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El cine y la televisión australiana, aunque no lo parezcan, son una auténtica potencia audiovisual. Para que nos hagamos una idea, la IMDb censa, cuando se escriben estas líneas, más de 158.000 productos audiovisuales de nacionalidad australiana hechos a lo largo de toda su historia, mientras que los españoles solo llegamos a los 106.000 títulos, cuando España prácticamente duplica la población de la nación de los canguros. Quiere decirse que, aunque nos llega poco cine y poca televisión, Australia es un gigante en ese aspecto, y muchas de sus producciones tienen interés. Es el caso de esta La ciudad secreta, rodada en su gran mayoría en la capital del país, Canberra, que es esa “ciudad secreta” del título, en lo que podría considerarse una especie de homenaje, en una serie de dos temporadas, con 6 capítulos en cada una de ellas, con una temática que juega con habilidad con temas como la política, las intrigas palaciegas (entendiendo lo de palaciego, lógicamente, de forma amplia, como metáfora de la lucha por el poder), las relaciones exteriores y el crimen, todo ello con una protagonista periodista que se verá zarandeada por el peligroso caso que investiga, con ramificaciones en las altas esferas políticas, económicas y sociales del país.

La acción se desarrolla, como decimos, en su mayor parte, en Canberra, aunque comienza en  China, donde vemos cómo una mujer se quema a lo bonzo en China al grito de “Tibet Libre”, aunque esas quemaduras no serán mortales, pero sí le afectarán de forma importante y tendrá que ser tratada de ello. Ya en Canberra, un hombre corriendo por un puente se tira al río tras ser perseguido por otros; el hombre, antes de lanzarse, se traga unas tarjetas de memoria. Posteriormente, una periodista, Harriet Dunkley, mientras rema por el río como hace habitualmente, ve a la policía sacar un cuerpo del agua. Ya en tierra, se interesa por el tema, intrigada, pero solo se entera de que el ahogado ha aparecido con la barriga rajada... Ya en la redacción de su periódico, el Daily Nation, Harriet comenta el macabro hallazgo y le encargan que lo investigue. Paralelamente, le llega anónimamente a la redacción un sobre con fotos. Por otro lado, conocemos al Ministro de Defensa del gobierno laborista, en el poder, y pronto apreciamos que es un tipo fatuo y soberbio. Harriet, entre tanto, sigue haciendo indagaciones sobre el caso del hombre aparecido en el río, obteniendo más información de un policía amigo que suele contarle cosas “off the record”. La identificación del cadáver indica que es un tal Max Dalgetty, pero cuando Harriet busca sobre él en las redes, se encuentra con que no hay ni rastro de este hombre...

La primera temporada, grabada en 2016, se centra en las tensiones internacionales entre Australia, más su aliado natural, Estados Unidos, pero también la gran potencia regional, China, en un tablero geoestratégico en el que jugarán sus bazas los gobiernos y sus servicios secretos, pero también la prensa libre, ejemplificada en la protagonista, Harriet, que habrá de jugarse, literalmente, la piel, al investigar el caso del asesinado que aparece en el río, primer indicio de una conspiración que implicará a su gobierno y sus relaciones con las potencias citadas. La serie, basada libremente en las novelas originales de Chris Uhlmann y Steve Lewis, trata en la primera temporada de esa tensión entre Estados Unidos y China, con Australia en medio, y de la investigación periodística que intentará desentrañarlo todo. Al personaje central de Harriet se unen algunos interesantes por su peculiaridad, como Kim, que resulta ser el exmarido de la periodista, que se ha cambiado de género y ahora es una mujer trans, y que trabaja para los servicios secretos australianos, lo que la pondrá en el disparadero cuando su ex (con la que mantiene buenas relaciones) le pide que la ayude a desentrañar lo que está ocurriendo. El tema de esta temporada (también, en realidad, de la segunda), además del thriller político y criminal, sería la denuncia del grave peligro que supone para los regímenes democráticos que, con la excusa de incrementar la seguridad, recortan gravemente los derechos ciudadanos, todo un clásico que aquí está correctamente expuesto y supone una advertencia muy válida para las democracias occidentales.

La segunda temporada, grabada en 2018, con el subtítulo Bajo el águila, nos presenta a la protagonista, que ha pasado un tiempo en la cárcel precisamente por enfrentarse a ese régimen autocrático en el que (afortunadamente solo en la ficción) se ha convertido Australia, y que ahora se verá inmersa en otra intriga ciertamente muy compleja, en este caso con Pakistán de por medio, con un militar australiano allí secuestrado y al que se quiere repatriar, pero también un extraño suceso, la explosión de una vivienda en Adelaida que revienta a los moradores de la casa, una familia normal y corriente, de la que solo se salva el hijo adolescente, por pura chiripa. En esta segunda temporada se aprecia un asunto que en la primera apenas aparecía, una muy cuestionable forma de coacción que tanto la protagonista como otros personajes realizan sobre personas mentalmente más débiles para que hagan cosas que no quieren (y que les pueden perjudicar gravemente, incluso ser peligroso para sus vidas) y así les ayuden en sus pesquisas.

La serie, en su conjunto, en las dos temporadas, nos parece un audiovisual correctamente contado, con una intriga bien diseñada aunque a veces un tanto abstrusa y farragosa, entre otras cosas porque hay algunas claves internas de la política australiana que, lógicamente, se nos escapan en España, y también por la considerable proliferación de personajes y nombres. La serie, eso sí, tiene una narrativa clásica, bien armada, con dos o tres líneas paralelas conectadas, sin flashbacks ni florituras, con una intriga bien urdida, aunque un tanto farragosa.

Pero, sobre todo en la segunda temporada, hay una evidente (y lamentable) apuesta por el falaz axioma de que el fin justifica los medios, con esa permanente coacción de la protagonista sobre personas y entidades para que la ayuden, quieran o no quieran, a conseguir sus objetivos, una actitud reprobable pero sobre la que la serie pasa como de puntillas, sin hacer ningún tipo de reproche por ello a su personaje central. Esta segunda temporada, por lo demás, y al margen de esa benevolencia con formas poco éticas de conseguir información, nos parece más endeble que la primera, acentuando el aspecto conspiranoico en una trama que trata del poder oscuro que anida, aunque no lo veamos, en todo estado.

Por otro lado, la parte final de la segunda temporada está resuelta con rapidez y poca claridad, como si tuvieran prisa por terminar, lo que ciertamente no es un buen dato. La intrigante música de David Bridie, que se escucha constantemente durante toda la serie, termina resultando un poco pesada, a fuer de reiterativa...

El conjunto de la serie es irregular, un entretenimiento interesante por la intriga que se nos cuenta, con tono de thriller de alto vuelo político y bajos fondos criminales, valiente en su denuncia de la posible deriva autoritaria en las democracias, aunque con algunos aspectos éticamente reprobables, como hemos comentado.

En la interpretación destaca la protagonista, Anna Torv, toda una estrella en el cine y la televisión australiana, que también ha trabajado en los USA (en la serie Fringe, por ejemplo), y de la hemos visto recientemente otra interesante serie de su país, en la que de nuevo hacía de periodista, The Newsreader (2021). En un papel secundario pero jugoso, la veterana Jacki Weaver, siempre estupenda, compone aquí un personaje de la alta política australiana de vidriosas fidelidades.


La ciudad secreta - by , May 09, 2024
2 / 5 stars
Thriller político y criminal