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Aunque el cine australiano es ya relativamente conocido en España, al menos desde que George Miller nos sacudió a todos con su Mad Max. Salvajes de autopista (1979), lo cierto es que las series del país de los canguros no son tan conocidas, aunque ciertamente hay muchas de interés, como esta The newsreader, una miniserie de 6 capítulos que en su país arrasó en su emisión en la cadena ABC australiana, siendo el dramático más visto de 2021, y también gozó de excelente audiencia en el Reino Unido, donde se emitió a través de la prestigiosa BBC; disfrutó asimismo de una cálida acogida crítica, tanto en Australia como fuera de ella, y también consiguió varios premios en su país de origen.
La serie se ambienta en Australia, en 1986. En ese contexto, conocemos a varios personajes de una cadena de noticias del país. La estrella de los informativos es la presentadora Helen Norville, de poco más de cuarenta años; hace pareja profesional con Geoff, vieja estrella de la televisión australiana, sesentón ya rondando la jubilación, aunque se resiste a ello porque cree que está en gran forma. Conocemos también a Dale Jennings, reportero bisoño treintañero, deseoso de conseguir un programa dentro de la cadena; por ahora se dedica a dar noticias desde los lugares de los hechos, en exteriores. Helen es tan buena profesional como mujer caótica, con serios problemas personales, entre ellos una relación inexistente con su padre, que agoniza, por algún tema del pasado del que desconocemos todo; por el tratamiento de una noticia, Helen estalla en la redacción contra el jefe de informativos, y finalmente se marcha despidiéndose. Dale tiene que ir a su casa por un tema de trabajo y se la encuentra desmayada; la reanima y se la lleva a su hogar para cuidarla; la mujer se queda allí para reponerse. Entre tanto, Dale es reclamado por la cadena para dar su primer informativo en estudio, pero la experiencia resulta más bien desastrosa...
Presenta The Newsreader varios temas, tocados en general con tino: el fundamental sería quizá la evocación de un tiempo en los informativos, en Australia pero también entendemos que en el resto del mundo, en el que la llegada de la mujer a la primera línea, como rutilantes estrellas presentadoras, era reciente, y cómo esa irrupción femenina desestabilizará (para bien, dicho sea de paso) las anquilosadas estructuras de los noticiarios televisivos de todo el mundo; así, aquí tendremos a una gran diva de la información cuya forma de actuar descoloca al personal masculino, no acostumbrado a bregar con mujeres con evidentes capacidades superiores a ellos, con una mirada distinta y más original. Veremos entonces también al viejo dinosaurio de la presentación, que se creía que todavía estaba en la época de Larry King, Johnny Carson y otros fósiles televisivos, cuando lo cierto es que su tiempo se acabó. Aunque quizá la línea central de la historia sea un romance disímil; por las edades, la de la presentadora estrella y la del reportero novato, en una época en la que estas cosas tenían importancia, y sobre todo, por la (¿cómo decirlo sin caer en el “spoiler”?) también diversa forma de amar de cada uno de ellos.
Además de esas dos líneas, la llegada atronadora de la mujer a la cúspide de la fama de los noticiarios televisivos y la peculiar historia de amor, es evidente que The Newsreader busca incardinarse en una redacción de noticias en las que cada capítulo tendrá que tocar un tema controvertido, o urgente, o lacerante, o todo ello a la vez. Así, veremos el tratamiento que en esa cadena televisiva ficticia se le dan a noticias como la catástrofe del transbordador espacial Challenger, que estalló poco después de despegar, muriendo lógicamente todos sus tripulantes, o el paso del cometa Halley cerca de la Tierra en 1986, como hace cada 75 años, aproximadamente, o el entonces candente tema del caso de la bebé supuestamente asesinada por su madre, Lindy Chamberlain, y cuyo hallazgo años después de una rebequita blanca en el lugar de los hechos confirmó que la progenitora decía la verdad cuando declaró que a su niña se la llevó un dingo (perro salvaje aborigen de Australia). Ello por no hablar del sida, entonces, a mediados de los ochenta, poco menos que una peste de la que nadie (salvo los colectivos mayormente afectados) quería saber nada.
Tiene la serie un tono “vintage” evidentemente buscado: el grano de la fotografía de colores un tanto desvaídos, la buena ambientación en atrezo y resto de elementos (vestuario, peluquería...), intenta, y creemos que lo consigue, reproducir la época que se retrata, pero no solo visualmente, sino también conceptualmente, buscando acercarse a cómo era una redacción de noticias de la época, cuando las noticias en televisión, y la televisión misma, iba evolucionando hacia fórmulas menos rígidas, más informales, más cercanas al ciudadano.
La serie no duda en entrar en temas vidriosos, como el propio sida que será uno de los temas noticiosos que trata, como queda dicho, pero también dilemas éticos como si se debe pagar, o no, por entrevistas importantes. En ese sentido, se agradece que no se quede en la mera historia romántica (siendo esta, de todas formas, muy particular, como se ha comentado), y afronte temáticas más espinosas.
El conjunto es interesante y agradecido, una serie que nos recuerda cómo era la televisión informativa hace casi cuarenta años, las tensiones que ya entonces comenzaban a hacer evolucionar las noticias a través de la pequeña pantalla, con un adecuado acabado formal, ajustado a la época descrita, y un eje romántico diferente. No es mal resultado, no...
Buen trabajo interpretativo en general, destacando quizá los protagonistas, Anna Torv y Sam Reid, que hacen creíbles sus personajes: ella, la mujer triunfadora pero con una vida personal desastrosa (y un ojo clínico para elegir pareja tirando a miope, por no decir a cegata…); él, el chico ambicioso pero en el fondo devastado por su propia condición que no quiere asumir.