Enrique Colmena

En el centenario del fallecimiento del gran escritor anglo-polaco, seguimos comentando cómo han tratado el cine y la televisión la obra narrativa de Josephn Conrad. Tras hacerlo en el anterior capítulo sobre tres señeras novelas conradianas, Victoria, Lord Jim y Nostromo, en esta segunda entrega del tríptico que estamos elaborando sobre el tema trataremos sobre otras tres (re)conocidas obras.


Bajo los ojos de Occidente

Publicada esta novela en 1911, se trata, según algunos críticos, de la respuesta de Conrad al Crimen y castigo de Dostoievski, una mirada “desde Occidente” al alma rusa de aquellos años en los que el imperio zarista empezaba a hacer aguas tras el embate de los revolucionarios mencheviques y bolcheviques. Así, tras la fallida revolución de 1905, y en un contexto histórico inmediatamente posterior, conoceremos a Razumov, un estudiante reacio al tema revolucionario pero que se verá implicado sin pretenderlo en un atentado contra el gobierno del zar, y cómo ello cambiará radicalmente su vida futura; a la postre, también este Razumov protagonista de la novela será una especie de Raskólnikov, alguien al que su falta (en esta novela la traición al amigo que le costó a este la vida) le reconcomerá el resto de su existencia.

La primera versión que sobre esta novela se hizo en cine tendría lugar a mediados de los años treinta, en la dulce Francia que no sabía lo que se le venía encima en unos años, cuando Hitler invadió el país. Fue Marc Allegret el director que puso en imágenes Razumov: sous les yeux d’occident (1936), con un actor, Michel Simon, popularísimo en Francia durante décadas (estuvo en títulos míticos del cine francés como La pasión de Juana de Arco, La golfa y El muelle de las brumas). La película no se estrenó en España; aquí en 1936 estábamos demasiado ocupados destrozándonos unos a otros…

La segunda adaptación al audiovisual de la novela conradiana tampoco será anglosajona, sino italiana. La RAI graba a finales de los años setenta la miniserie de 3 episodios titulada Con gli occhi dell’occidente (1979), con dirección del exquisito Vittorio Cottafavi (por cierto, uno de los cineastas más admirados por el llorado crítico José Luis Guarner), uno de los maestros del “peplum”. La miniserie no contaba con actores de relumbrón, pero sí con la elegancia de este cineasta ciertamente notable.

Quizá la temática de la novela no fuera precisamente la más atractiva para ese “occidente” al que se menciona en el título de la novela, una narración ambientada entre las dos revoluciones rusas, la fallida de 1905 y la definitiva, la de 1917, que mandó al zar y a toda su familia a los libros de Historia (y en principio también a una fosa común, aunque finalmente los restos de todos ellos reposan en la catedral de San Petersburgo), abriendo un período de esperanza para el género humano que, “gracias” a tipos como Stalin y otras malas bestias se convirtió en un infierno para los propios rusos. Tal vez eso explique el escaso número de adaptaciones de la novela, y, sobre todo, el hecho de que nunca se haya versionado en la lengua inglesa en la que se escribió.


El agente secreto

Pero si Bajo los ojos de occidente no se llevó mucho a la pantalla, grande o pequeña, otra de las más conocidas novelas conradianas, El agente secreto, ha sido versionada en varias ocasiones, quizá para compensar… Ironías al margen, lo cierto es que esta novela, publicada en 1907, trata sobre uno de los temas por los que Conrad mostró más interés, el de los revolucionarios y los terroristas, en ese tiempo que le tocó vivir, a caballo entre los siglos XIX y XX, en el que el anarquismo, sobre todo, puso en jaque con frecuencia a los gobiernos absolutistas (e incluso a los democráticos) de la época. En esta novela, ambientada en el Londres finisecular, un agente anarquista, Verloc, también vendedor de baratijas y otras fruslerías, se ve compelido a ejecutar un atentado con el que sus jefes quieren que el gobierno inglés los tome en serio; en ese atentado morirá accidentalmente su cuñado (al que Verloc ha involucrado, creyendo que no correrá peligro), un deficiente mental.

Sobre los tejemanejes de la revolución, pero también sobre la cotidianidad de los en ella involucrados, en sus relaciones sentimentales y emocionales, El agente secreto ha sido llevada a la pantalla en nada menos que siete ocasiones. La más tempranera sería también la que seguramente es la más conocida, titulada en España La mujer solitaria (1936), siendo su título original Sabotage, y siendo su director un señor gordo que todavía no era, ni de lejos, lo famoso que terminaría siéndolo un par de décadas más tarde: Alfred Hitchcock. Es curioso lo del título: el propio Hitch había rodado ese año ya otro film titulado Agente secreto (basado en un texto de Somerset Maugham), así que cuando se planteó esta libérrima versión del texto conradiano, se optó por el de Sabotage, para no enredar demasiado… Como decimos, realmente esta versión fue muy libre y, aunque mantiene algunos de los parámetros esenciales de la novela conradiana, se aleja bastante de ella. Es justamente famosa la escena en la que un adolescente como de 15 años lleva, sin saberlo, una bomba de relojería bajo el brazo, paseándose por medio Londres mientras se aproxima inevitablemente la hora de su explosión, en una de las primeras grandes escenas de tensión y suspense que después serían la marca de fábrica del cineasta. Con la entonces famosa Sylvia Sidney y el torvo Oskar Homolka (con un rostro muy apropiado para el duro agente secreto que componía), la película supuso uno de los grandes éxitos de Hitch en su país, Gran Bretaña, formando parte de las películas que le sirvieron como tarjeta de presentación para emigrar profesionalmente a Hollywood.

Habrán de transcurrir más de cuarenta años para que el audiovisual se vuelva a acordar de este texto conradiano. Será la italiana RAI la que grabe una miniserie de tres capítulos titulada L’agente segreto (1978), con dirección de Antonio Calenda, producto que pasará más bien desapercibido. Tampoco la siguiente versión, la también miniserie, en este caso británica, titulada The secret agent (1992), con producción de la mítica BBC y realización de David Drury, es especialmente reseñable, más allá de contar con algunos interesantes intérpretes de la escena británica, como Janet Suzman y Peter Capaldi.

La cuarta adaptación de esta novela conradiana sería una producción cinematográfica, también británica, estrenada en España como Agente secreto (1996), que dirigió el dramaturgo Christopher Hampton (cuyo crédito más conocido en cine es sin duda su biopic Carrington, sobre la famosa pintora), con Bob Hoskins (en aquellos años muy popular por sus personajes de Mona Lisa y Hook) en el papel central, el de Verloc, y la norteamericana Patricia Arquette como su mujer, uno de los personajes centrales de la historia. En el reparto aparecían también otros interpretes muy conocidos, como el francés Gérard Depardieu, el norteamericano Robin Williams, sin acreditar, y el entonces muy joven Christian Bale. A pesar de tan brillante reparto, la película fue un “flop”, como llaman los anglosajones a los fiascos en taquilla, quizá porque el exquisito Hampton no era el cineasta adecuado para esta historia.

Ese fracaso en taquilla quizá justifique que hayan de pasar dos décadas hasta que el audiovisual se vuelve a acordar de esta novela conradiana. Será de nuevo la británica BBC la que la lleve a la pequeña pantalla con el título de The secret agent (2016), una costeada miniserie de 3 capítulos, dirigida por Charles McDougall (reputado profesional que ha dirigido episodios de éxitos televisivos tales como Queer as folk, Sexo en Nueva York o Mujeres desesperadas), con Toby Jones como estrella del producto, aunque también con otros nombres conocidos como Ian Hart y Stephen Graham. Versión costeada y razonablemente ajustada al original conradiano, su director optó por una fórmula no muy lejana a la que utilizó Hitchcock en la primera versión de esta novela, jugando con el suspense y con los relojes avanzando inexorablemente hacia el momento de la tragedia.

Las dos últimas adaptaciones que tenemos censadas de la novela de Conrad están realizadas fuera de la órbita anglosajona, confirmando con ello quizá la universalidad del tema. Se trata de la checa Tajný agent (2020), con dirección de David Jarab, en lo que supone la grabación de la versión teatral de la novela (el propio Conrad la había adaptado a drama teatral en 1923). El otro audiovisual que versiona el relato conradiano es el film australiano Lone Wolf (2021), dirigido por Jonathan Ogilvie y con Hugo Weaving (famoso por pelis como Matrix y la trilogía de El señor de los anillos) como protagonista, una versión que se aleja notablemente del original conradiano, planteándose como una distopía futura no demasiado lejana a la orwelliana 1984.


Un paria de las islas

La segunda novela que publicó Joseph Conrad, en 1896, trataba, como buena parte de su obra narrativa inicial, de temáticas y paisajes exóticos habitados por personajes occidentales, como consecuencia, por supuesto, de su amplia experiencia como oficial de marina en los siete mares. Un paria de las islas habla, como buena parte de la obra conradiana, de la debilidad del ser humano, pero también de la difícil redención de algunos sujetos irrecuperables, a través de la historia de Willems, un tipo de escasa catadura moral de cuyas traiciones y vicios habrá de ser rescatado por su amigo Lingard hasta en dos ocasiones, ejerciendo éste la función del padre que no tiene, en una historia sobre la imposibilidad de la redención de aquellos que son, sin ambages, tipos infames, pero también sobre la entrega generosa de quien nada pide sino el enderezamiento de la conducta inequívocamente reprobable.

La novela conradiana sería llevada dos veces a la pantalla, una a la grande y otra a la pequeña. En cine lo fue con el título en España de Desterrado de las islas (1951), con dirección de Carol Reed, que venía de un gran éxito artístico como El tercer hombre (1949) (aunque ya sabemos que, afortunadamente, Orson Welles metió mano también en la puesta en escena…). Bajo pabellón británico, Reed contó con un muy entonado reparto de grandes actores ingleses, con Trevor Howard como el infame Willems y Ralph Richardson como su (en vano) benefactor Lingard, además de otros estupendos intérpretes de la época, como la gran Wendy Hiller y el orondo Robert Morley.

La segunda adaptación de la novela, ahora ya a la pequeña pantalla, la llevó a cabo la televisión italiana por excelencia, la RAI, en la TV-movie Un reietto delle isole (1980), bajo la dirección de Giorgio Moser, con Massimo Girotti como máxima estrella, en el personaje de Lingard.

Ilustración: El pequeño Desmond Tester, involuntario portador de una bomba de relojería por todo Londres en Una mujer solitaria (Sabotage, 1936), de Alfred Hitchcock.

Próximo capítulo: 100 años sin Joseph Conrad: una mirada sobre su obra narrativa en la pantalla (y III)